Entrevistas

Cuestionario librero 89: Cristina Grande

Exponer las cosas con sencillez nueva es un don literario rarísimo, saber decir lo suficiente de una forma distinta y no caer en la tentación “literaria” de decir mucho más, saber callar a tiempo tras decir con puntería y claridad aquello que lo merecía. Cristina Grande (Lanaja, Huesca, 1962) tiene ese don y, por tanto, […]

Exponer las cosas con sencillez nueva es un don literario rarísimo, saber decir lo suficiente de una forma distinta y no caer en la tentación “literaria” de decir mucho más, saber callar a tiempo tras decir con puntería y claridad aquello que lo merecía. Cristina Grande (Lanaja, Huesca, 1962) tiene ese don y, por tanto, es una escritora que gusta muchísimo al puñado de lectores avisados y trabajadores que han acertado a acceder a su literatura, esos que ya han pasado por sus cuentos (recogidos en Tejidos y novedades), por su magnífica única novela (Naturaleza infiel) y, ahora, por sus columnas periodísticas (hay una selección realmente preciosa en Nieblas altas). En una de éstas lo explica: “Yo soy escritora, incluso cuando no escribo, incluso cuando pienso que erré mi camino, que podría haber hecho muchas otras cosas en la vida”…  Es verdad que escribe (o publica) poco, y que ese poco es, además, lacónico, sin expansiones innecesarias, como sucede con las respuestas de este “cuestionario librero”, que le entregamos con el Arco del Deán como testigo, y con una pregunta final de uno de sus lectores, el escritor Sergio Suárez.

[Fotografía: Cristina Grande, en Zaragoza, 16 de marzo de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Creo que fue la Biblia de los niños, que tenía bonitas ilustraciones para unas historias que me parecían fantásticas, aunque he sido una descreída desde mi más tierna infancia.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

De adolescente me habría gustado ser Sandokán, el Tigre de Malasia. Ya más mayor, la protagonista de El Amante, de Margarite Duras.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Me fío bastante de mi librero, que conoce mis preferencias, también de algunos críticos culturales, y también hay una parte de intuición.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Soy poco original a ese respecto: el Ulises de Joyce, quizá porque intenté leerlo en inglés.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Hoy en día se edita mucho y muy bien. Confío en que los editores rescaten obras que merecen la pena.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Nunca tiraría a la basura o al fuego ningún libro. Los libros son sagrados y no suelo subrayar ni doblar páginas.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Mi librero ideal es el que me deja a mi aire y me hace recomendaciones cuando se las pido. Julia y Pepito, de Antígona, son mis libreros ideales.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Que tenga un buen fondo editorial y todas las novedades.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.

El lugar de un hombre, de Ramón J. Sender. Todos mis anhelos, de Eva Puyó.

[Y la pregunta 10 la lanza el escritor Sergio Suárez:]

“Parafraseando el título de una novela de Natalia Ginzburg, tan querida por ti, me gustaría preguntarte cuánto de ciudad y cuánto de casa hay en lo que escribes y también en lo que lees”.

Gracias, Sergio. En verdad adoro a Natalia Ginzburg. Siempre aprendo de ella y siempre vuelvo a ella.
Entiendo la Casa con ese sentido de institución rural aragonesa que abarca muchos conceptos: familia, ancestros, posesiones, herencia, memoria, ideales… Y como muchos que provenimos del medio rural, necesito la ciudad como espacio de libertad individual y modernidad.