Entrevistas

Cuestionario librero nº 29: Braulio Ortiz Poole

El periodista, novelista y poeta sevillano Braulio Ortiz Poole acaba de publicar un libro de poemas que nos ha impresionado, Gente que busca su bandera. Ya lo explicamos en una reseña en ‘Las Librerías Recomiendan’, pero queremos insistir en su tono, en su enfoque, en sus presupuestos de partida. Nos importa de veras esa actitud, […]

El periodista, novelista y poeta sevillano Braulio Ortiz Poole acaba de publicar un libro de poemas que nos ha impresionado, Gente que busca su bandera. Ya lo explicamos en una reseña en ‘Las Librerías Recomiendan’, pero queremos insistir en su tono, en su enfoque, en sus presupuestos de partida. Nos importa de veras esa actitud, y por tanto nos importaba saber de dónde viene su autor, cuál ha sido su formación lectora (es decir, su formación civil, personal, intelectual, moral…), cuál es su imaginario literario, libresco, librero… Bajamos a Sevilla para encontrarnos con Braulio Ortiz Poole, y le pusimos delante el “cuestionario librero”, con pregunta final de Laura Redondo García, de la librería Casa Tomada (Sevilla):

[Fotografía: Braulio Ortiz Poole, en Sevilla, 9 de julio de 2020. Fotografía de Juan Marqués]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Todo empezó con las aventuras de Guillermo Brown, los libros de Richmal Crompton. Por fortuna, la serie se reeditó en España a principios de los 80 y, como le ocurrió a tantos otros chavales, encontré en ese muchacho gamberro y desastroso a un amigo con el que sobrellevar la infancia. ¡Qué genial era la vida junto a él! Por aquella época también entró en España Mafalda, y yo me leí una entrega tras otra sin la edad para entender su humor en toda su complejidad. Tan pequeño era que pensé que Mafalda existía realmente y, fantaseé, algún día me casaría con ella. Cuando fui a Buenos Aires y me senté junto a su escultura, lo viví como un reencuentro emocionantísimo.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Ahora mismo pienso en Newland Archer, el protagonista de La edad de la inocencia, de Edith Wharton. Pese a las opresivas normas de esa sociedad, habría sido fascinante ver construirse una ciudad como Nueva York, y sentir ese amor arrebatado e imposible por la condesa Olenska. Es uno de los libros con los que más he llorado: esa parte final en que se cuenta cómo fue la vida de Archer, un fragmento impregnado de una serena nostalgia, me rompió por dentro. Pero a ratos también me gustaría vivir en una comedia alocada e imprevisible, en una de esas obras donde puede ocurrir de todo: en Gramática parda, de Juan García Hortelano; en La sinagoga de los iconoclastas, de J. Rodolfo Wilcock, o en Hombres salmonela en el planeta porno, de Yasutaka Tsutsui, tres libros que me fascinan.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Normalmente suelo ir a la librería con una idea clara de lo que quiero, en busca de alguna obra recomendada por amigos o que venga avalada por buenas críticas. Pero una vez allí suele caer algún título que me sugieran o que esté bien colocado en sus expositores. En Casa Tomada, la librería que más frecuento, poseen un criterio exquisito. A menudo me llevo algo de poesía que me recomiendan Laura o Irene, pero ya de por sí un vistazo a sus mesas resulta irresistible.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Algún amigo no me perdonará esto, y Carlos de Casa Tomada se va a coger un disgusto, pero tuve que dejar Claus y Lucas, de Agota Kristof. Es un libro magnífico, sin duda, pero precisamente por la maestría con la que Kristof cuenta las cosas algunos pasajes me impresionaron demasiado. Me resultó chocante que me afectara tanto su lectura, porque me entusiasman muchos autores que no tienen precisamente una perspectiva alentadora de la vida (pienso en Céline o en Thomas Bernhard, por ejemplo), pero esa novela me noqueó, por alguna razón, sentí que si quería mantener la esperanza en el ser humano no debía continuar.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Hace diez años, con motivo del medio siglo de la muerte de Albert Camus, Alianza lanzó sus Obras Completas. A mí Camus me parece uno de los pensadores fundamentales del siglo XX, pero estuve despistado en su momento y no me hice con aquella edición, y, cuando la busqué, se había agotado y había multiplicado por diez su precio en el mercado. Durante el confinamiento leí que Random House iba a publicar todo Camus, y estoy contentísimo: parece que han oído mis plegarias.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

En casa me han pedido que no traiga más ejemplares si no descargo algo la biblioteca, que ya tengo volúmenes desperdigados por el piso, y debo confesar que me relajo en exceso a la hora de cumplir ese acuerdo. Aparte tengo otro problema con los libros: una deformación profesional por dedicarme al periodismo y hacer entrevistas con muchos autores. Por trabajo me he acostumbrado a leer rápido, buscando ideas de las que hablar con esos autores, sin tiempo para detenerme a meditar y digerir lo leído, y por desgracia he llevado ese ritmo acelerado al plano personal, a las novelas y poemarios que yo elijo y con los que no debería tener prisa.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Lo importante, como en todas las profesiones, es el amor por el oficio. Y el librero o librera ideal es alguien que ha encontrado en la lectura una ventana para explicarse el mundo y entender la naturaleza humana, que sabe que la vida es más llevadera gracias a los libros y te transmite su pasión por la compañía y el placer que le proporcionaron el último poemario o la última novela que cayó en sus manos. Dicho así suena un poco plúmbeo, pero un buen librero resulta tremendamente jovial gracias a su entusiasmo y su curiosidad.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

A menudo entras en una gran superficie o en una cadena de librerías y sientes esa ira que sintió Jesucristo cuando vio el templo tomado por los mercaderes. Ves esas montañas de ficciones que arrasarán y que en la mayoría de los casos no tienen ningún valor literario (lo sé porque tengo que leerlas por trabajo; y mi rechazo no es porque esté en contra de la evasión, sino porque los relatos más comerciales se han devaluado muchísimo en las últimas décadas) y se te cae el alma al suelo. Hay establecimientos gestionados como si fueran una mala franquicia de hamburgueserías. Y una buena librería es lo contrario, es la celebración de la literatura, no un templo del marketing. Para que vuelva a una debe haber una buena selección, que sepa que allí voy a encontrar lo que busco. En Sevilla, por fortuna, hay un buen puñado de librerías estupendas: además de Casa Tomada, Palas, Caótica, Yerma, El Gusanito Lector, La Botica de Lectores, Reguera, La Fuga, La Isla de Siltolá, Verbo… Sitios donde tienen ese entusiasmo y esa curiosidad de los que hablaba.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

De profundis me noqueó en su momento porque mostraba a un Oscar Wilde espiritual y reflexivo, un reverso sorprendente de esa pirotecnia verbal y esa frivolidad inteligentísima, deliciosa, por las que se le suele recordar. Es uno de los libros que más he regalado. Y Cernuda se incomodaría seguramente si lo llamamos clásico, pero es ese autor al que siempre vuelvo. Entro una y otra vez en La realidad y el deseo y Ocnos conmovido por la belleza de sus textos, pero también intrigado por el hombre difícil, herido y necesitado de amor, que había detrás, que se trasluce en sus líneas. Y del presente quería recomendar no un libro, sino varios; llamar la atención sobre una generación de poetas jóvenes que están haciendo propuestas interesantísimas y que me tienen admirado. Por no hacer una lista demasiado extensa hablaré solo de Andalucía y de autores que tienen 30 años o menos: Rosa Berbel, Carlos Catena, Juan Gallego Benot, Juan F. Rivero, Álvaro Prados o Juan José Ruiz Bellido poseen voces potentísimas, y muy diferentes entre sí. Va a ser bonito seguirles el rastro.

[Y la pregunta 10 la lanza Laura Redondo García, de la librería Casa Tomada (Sevilla):]

“¿Qué puede hacer la literatura para acercarnos a nuestra bandera, a nuestra esencia, a esas pequeñas revoluciones personales que van más allá de lo individual?”

La lectura te ayuda a saber que no estás solo en tu búsqueda. Que tú, que considerabas que no encajabas en la norma, que no te sabías adaptar al entorno, tenías hermanos en otra parte del mundo a los que les ocurría exactamente lo mismo. Qué reparador y emocionante encontrar en una página a alguien que se siente como tú, y que con su vivencia te legitima. A determinadas edades, en la adolescencia especialmente, saber eso te salva.