El negocio de los libros originales ¿Estafaron a Sabina?

Nación Domingo Texto  Roberto Farías Aló, ¿está Joaquín Sabina? Es por unos libros falsos que le vendieron en Chile. -¡Ah, sí! Un momento -dice una asistente. Pasa un largo rato. Regresa. -Joaquín dice que él compra muchos libros caros. Es su afición pri-va-da y no tiene nada que decir. ¿Ok? Suena a Penélope Cruz. Insisto, pero es un muro. Dice con sus labios rojos pegados al teléfono: -Adiosh y graziash. Tuu-tuuu-tuuu-tuuu. Sabina, además de cantar, escribe poesía. Tiene siete libros publicados. Pero también es un bibliófilo. Colecciona primeras ediciones, cartas, manuscritos, originales, plumas, maletas desvencijadas, cualquier cosilla que haya pertenecido a un escritor de talla. Una pasión de millonarios. Las primeras ediciones son caras. Una de "Canto General" (1950), por…

Por en Para libreros

Nación Domingo

Texto  Roberto Farías

Aló, ¿está Joaquín Sabina? Es por unos libros falsos que le vendieron en Chile.

-¡Ah, sí! Un momento -dice una asistente. Pasa un largo rato. Regresa.

-Joaquín dice que él compra muchos libros caros. Es su afición pri-va-da y no tiene nada que decir. ¿Ok?

Suena a Penélope Cruz. Insisto, pero es un muro. Dice con sus labios rojos pegados al teléfono:

-Adiosh y graziash. Tuu-tuuu-tuuu-tuuu.

Sabina, además de cantar, escribe poesía. Tiene siete libros publicados. Pero también es un bibliófilo. Colecciona primeras ediciones, cartas, manuscritos, originales, plumas, maletas desvencijadas, cualquier cosilla que haya pertenecido a un escritor de talla.

Una pasión de millonarios. Las primeras ediciones son caras. Una de "Canto General" (1950), por ejemplo, puede costar dos mil dólares. Si es la ilustrada por el pintor mexicano David Alfaro Siqueiros, cinco mil. En Chile no hay más de diez. Sabina tiene hoy una en su colección. Recientemente conoció a Teillier y se está haciendo una idea de otros. Muchas primeras ediciones, cartas, fotografías originales firmadas y un mapa de viajes.

Cada vez que viaja suele recorrer librerías de viejo para aumentar su colección. Y en Chile hizo lo mismo.

Guiado por los moscardones que nunca faltan, además de escribirle un soneto a Michelle Bachelet e ir a La Moneda a pellizcar a las secretarias (que se dejaban), lo llevaron a recorrer librerías de viejo en Providencia, donde según se cuenta lo habrían timado.

¿Mil dólares, mil quinientos? Lo cierto es que se habría llevado de Chile en una pequeña maleta escasísimos libros de poetas chilenos envueltos en papel mantequilla.

Segundo intento.

-¿Aló, Sabina?

-Hala.

-Llamo de Chile. Es por el asunto de aquellos libros…

-Tuuu-tuuu-tuuu.

MONASTERIO DE BUITRES

Santiago tiene una fauna variopinta de libreros. Desde el taiwanés pasaje de San Diego 160, reino del inefable carabinero y dramaturgo Luis Rivano, pasando por los orinados puestos de la plaza Almagro, hasta el súmmum de la galería Veneto, a los pies de las torres de Tajamar.

En esa galería, cada local tiene su nicho, su horario y su clientela. Están los que venden libros lo mismo que si vendieran zapatos. Los "técnicos", que ofrecen desde el Villé hasta uno que refuta el pasado genético del cangrejo. Los infaltables esotéricos y los de derecho, que como se sabe tienen muchos códigos caros y escasos, llamados también letra muerta.

No más de seis locales, son en rigor librerías de viejo de literatura. La mayoría añosos y honestos vendedores. Un funcionario público retirado, un escritor frustrado…

Pero como dice anónimamente un connotado miembro de la Sociedad de Bibliófilos de Chile (acaudalado coleccionista que responde el teléfono desde el Club de la Unión) hay algunos que "son verdaderos buitres de la literatura. Recurren a las peores artimañas para hacerse de libros baratos para revenderlos caros. Hasta libros robados. No son bibliófilos, todo lo contrario".

Menciona a un ex soplón de la DINA que con la impunidad del golpe se adueñó de bibliotecas completas de embajadores, diplomáticos y políticos que quedaban a su merced en los allanamientos. Así se hizo de una colección de libros valiosos que revendió a bibliófilos, hasta formar toda una clientela. En democracia escondió su pasado y ahora tiene un inofensivo local donde zarpa lo que puede.

PARRA.CL

Una firma de escritor vale como la de los notarios: va desde la simple mosca hasta la firma frondosa con dedicatoria.

Como explica un librero, "si en una de esas que lleva la firma del propio Neruda, sube un 40%. Si lleva la firma de Neruda, fecha y una buena dedicatoria a otro escritor famoso, cuesta el doble o más".

Nicanor Parra cuenta una buena historia con estos libreros de Providencia. Hace años, cuando aún hacía talleres literarios, solía firmar libros que le llevaban sus aprendices. La mayoría llegaba con primeras ediciones raras y escasas, pero todos le decían lo mismo: era de mi abuelo, me la encontré por ahí, no sabía que la tenía.

Un día, hojeando libros en una de esas librerías, vio su firma todavía fresca y captó la trampa.

Uno de estos libreros seducía a los aprendices de poeta y les pasaba primeras ediciones para que le sacaran la firma al propio Parra. Con eso el precio subía de 10 mil pesos a 70 mil. A cambio de un schop y un completo.

Dada la fama matonesca del mundillo librero, Parra, en vez de ir a armar camorra, esperó. Como era de suponer, un día le fueron con una ruma de libros, puras primeras ediciones.

-Vaya, son hartos -dijo. Abrió las primeras páginas, sacó su lápiz y en vez de su amplia firma estampó: www.np.cl. Los libros quedaron arruinados, pero nunca más le hicieron la talla.

Aunque llegado el caso, ni siquiera es necesario el autor. Habría un ex estudiante del Pedagógico que las hace igual por 20 lucas. Logró una cierta fama en el mundillo por haber falsificado un cuadro de Enrique Swinburn que pasó todos los controles y hasta logró salir impreso en el catálogo del Instituto Cultural de Providencia en 1997.

"Este cabro", dice un librero boca de tarro, "es un artista. Hace la firma de Neruda hasta con la misma tinta verde original. Igualita. Cuando llega un libro bueno sin firma, se recurre a él". Una primera edición nerudiana de "Residencia en la tierra" puede costar 100 mil pesos. Con firma de Neruda, hasta 500 mil, y si va dedicado a un amigo u otro poeta de la época, aún más.

La tercera maña y probablemente la más usual para hacerse de libros, es rondar a poetas al borde de la muerte.

El peor caso sabido es el de Enrique Volpe, un poeta poco conocido pero respetado, bonachón e inocente, que murió en el 2002. Durante su larga agonía, su madre debía sortear cajas de libros en los pasillos para llevarle cansinas cucharadas de sopa. Junto con la parca rondaba su cama un librero.

Le prometió a Volpe editar sus poemas en la famosa Editorial Gallimard de Francia. "Tenía los contactos y Enriquito estaba feliz", dice la anciana madre en Gran Avenida. "Cuando estaba en las últimas, este señor un día se llevó los originales para seleccionar los poemas para la imprenta". Nunca más aparecieron. Y menos de Gallimard. Otro librero ofreció a la madre pagar algunas deudas médicas a cambio de cajas y cajas de libros de Volpe, todos dedicados.

Estas semanas murieron dos poetas importantes: Gonzalo Millán y Antonio Avaria. De seguro, los buitres ya sobrevuelan sus bibliotecas tasando sus libros y originales.

POETA EN SU LABERINTO

En abril, Joaquín Sabina, después de una lectura en el Café Literario de Providencia, donde una mayoría probablemente fue con la esperanza de apreciar su talento (cantando), partió a pie a la caza de libros.

Siguió el camino de miguitas en el bosque: una que otra obra de Neruda ajada. Unos libros de De Rokha. Nada nuevo. Buscando algo mejor llegó al fondo d
el laberinto.

Los envidiosos libreros vieron salir a Sabina de un local con una pequeña maleta de libros: primeras ediciones, manuscritos y un par de cartas de Neruda por algo así como un millón de pesos. Cosas que, según ellos, no valían ni la tercera parte.

En cambio, el supuesto timador dice lo contrario: "Para la mala suerte de mis envidiosos detractores, no le vendí nada falso, sino lo mejor de la colección de Aurelio Díaz Mesa, un gran coleccionista, encuadernados por el artista Abraham Contreras. Un ‘Crepusculario', ‘Veinte poemas…', otras primeras ediciones, algunas dedicadas por el mismísimo Neruda con su tinta verde".

Muchos del ambiente siguen sin creer y dicen que el ex estudiante del Pedagógico habría firmado los libros y escrito las cartas en papel de época, que habrían envejecido tratándolos con solución de cloro.

Tercer intento y final.

-¿Aló, lo de Sabina?

-Sí. Uhhh. Usté otra vez… ¡qué cargante! ¡Joaquín no hablará del tema! -dice la asistente transfigurada de Penélope Cruz a reseca arpía.

-Quizás son li…; puede ser un tráfi…, yo qui…

-¿Qué se trae? ¿Es un listillo de eso' de la tele? Joaquín no hablará del tema. Tuuu-tuuu-tuuu.

Difícil entenderlo. O todo es mentira, o no le importó, o se dio cuenta y quiere morir pollo. La jaqueca empieza a hacer lo suyo.

Y caigo.

Sabina sabe de falsos. Fue un activo militante antifranquista. En 1970 huyó a Gran Bretaña luego de lanzar una molotov al Banco Bilbao de Granada, en protesta por el proceso de Burgos. Por seis años recorrió Europa usando un pasaporte con identidad falsa, bajo el nombre de Mariano Zugasti.

-Pero usted no se lo cuente a nadie-, dice un comunista chileno que lo conoció en el exilio.

-Claro, claro-, le digo. Soy una tumba. LND