Entrevistas

Cuestionario librero 110: F. L. Chivite

Es un escritor descomunalmente bueno, como sabe cualquiera que haya leído La tapia amarilla, Insomnio o, hace tres años, Sebas Yerri. (Retrato de un suicida). Durante esta primavera ha publicado simultáneamente una nueva novela, Cada cuervo en su noche, y un verdadero acontecimiento necesario: toda su poesía, reunida bajo el título general de Una cuestión […]

Es un escritor descomunalmente bueno, como sabe cualquiera que haya leído La tapia amarilla, Insomnio o, hace tres años, Sebas Yerri. (Retrato de un suicida). Durante esta primavera ha publicado simultáneamente una nueva novela, Cada cuervo en su noche, y un verdadero acontecimiento necesario: toda su poesía, reunida bajo el título general de Una cuestión de equilibrio. Allí pueden volver a leerse los únicos cuatro libros de poemas de Fernando Luis Chivite (Pamplona, 1959), inencontrables desde hace tiempo y verdaderamente rebosantes de sugerencias, aciertos, crudeza y calidad. Todos los días camina desde su domicilio de Villaba hasta la Plaza del Castillo de Pamplona, y allí, aprovechando la I Feria del Libro de Navarra (celebrada con éxitos y aguaceros la semana pasada), lo asaltamos casi sin avisar en la terraza de la cafetería Windsor, donde el autor, según dicen las malas lenguas de la ciudad, tiene una especie de oficina paralela, un despacho en el centro mismo de la realidad, en el corazón de una vida que él mira con ojos escépticos, un poco huraño y un poco sonriente, todo a la vez. Curtido pero amable, muy sabio ante la literatura y, a pesar de todo, firme y definitivamente entregado a ella, Chivite fue, por cierto, el único autor de este mundo que, en un primer momento, meses atrás, rechazó responder este cuestionario librero, lo cual nos pareció muy bien, por distinguido. De modo que ahora, en un segundo intento, no le entregamos las preguntas sino que más bien se las infligimos a traición, entre café y café, y la última de ellas la lanza, con buena puntería, nuestro amigo Daniel Rosino, el librero de Walden (Pamplona).

[Fotografía: Fernando Luis Chivite, en Pamplona, 4 de junio de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Voy a decir dos: Rimas y leyendas de Bécquer y La metamorfosis de Kafka, leídos ambos entre los catorce y los quince años. El de Bécquer seguramente antes. Esa primera fascinación deja una impronta imborrable.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

El impetuoso y encantador Julian Sorel de Rojo y negro. Hay que decir que leí esa novela de un tirón a los veinte años y en sanfermines, lo que (siendo de Pamplona) ya dice algo de cómo era yo en aquel entonces: una alimaña literaria sin redención posible en este mundo. La edición de Alianza, de letra pequeña, sobrepasaba con creces las quinientas páginas. La leí en tres días (con sus noches, claro).

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

El olfato es fundamental. El instinto literario de uno mismo. Cada libro te abre otras puertas. Y luego está la confianza en la selección de algunas editoriales o librerías. Pero hay que olfatear el libro antes de comprarlo. Hay que echarle un vistazo. Ya tengo ojos expertos, creo. Casi siempre sé de antemano si me va a gustar. Aunque no siempre, me temo. A veces me sorprende y me apena verme engañado por una frase demasiado enfática escrita en la contraportada por algún crítico algo así como sospechoso (por decir algo).

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Bueno, muchísimas. Como todo el mundo. Por decir una, cuyo título me subyuga y me interpela: El idiota, de Dostoievski. Pero creo que ronda las mil páginas y me da una pereza espantosa, en fin, lo siento pero es así.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

No sé, no se me ocurre ninguno.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Leo a la vez muchos libros, de todo tipo. Algunos tardo años en acabarlos. Subrayo mucho y escribo mucho en los márgenes. Me gusta quedarme dormido con el libro abierto sobre el pecho o con el dedo índice en la página y en un momento dado abrir los ojos como por descuido y seguir leyendo. Me gustaría morirme así. Se lo pido a Dios. Sería un detalle por su parte. Que la insoportable belleza de un párrafo o de un poema acabara conmigo. Qué maravilla.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Quizá suene demasiado obvio, pero un librero tiene que amar los libros y proyectar eso. Proyectarlo de un modo natural, siquiera tenuemente. Lo contrario es deplorable, se nota en seguida y causa un rechazo instintivo que resulta fatal para un comercio. Y luego, supongo, cierta penetración psicológica para sugerir sin agobiar. En especial a los lectores más jóvenes y más necesitados.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Esa sensación de que, al estar ahí, estás fuera del mundo. Y fuera del tiempo. O sea, a salvo. Esa excitación de que, de pronto, podrías descubrir algo extraordinario cuya existencia todavía desconoces. A un nivel más personal, me gusta que el lugar parezca un poco una cueva, no sé si me explico bien, que haya abundancia de libros, que me envuelvan,
que huela a libros, viejos y nuevos: toda esa mierda adictiva. La iluminación es importante, que no sea demasiado invasiva. También es importante sentir que no te están vigilando todo el tiempo.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.

Bueno, pues recomiendo Ada o el ardor, de Nabokov, Molloy de Beckett y Masa y poder de Canetti (por citar también una obra de no ficción). Y el reciente podría ser los Cuentos completos de Lydia Davis. No sé si es lo suficientemente reciente, pero yo he empezado a leerlo ahora y me flipa.

[Y la pregunta 10 la lanza hoy Daniel Rosino, de la Librería Walden (Pamplona):]

“Fernando, has tocado varios géneros: empezaste como poeta, llevas más de veinte años escribiendo columnas en prensa y has firmado un puñado de novelas…., ¿Para cuándo un libro de cuentos? ¿Por qué no lo has hecho nunca?”

Lo cierto es que sí escribí algunos cuentos (tirando a borgianos) antes de publicar mi primera novela, pero, para bien o para mal, nunca se publicaron. No descarto escribir relatos a partir de ahora. O microrrelatos. Es un género que siempre me ha gustado y he leído mucho. Así que sí: puede que lo haga, no es mala idea.