Entrevistas

Cuestionario librero 129: Carlos Catena Cózar

La verdad es que verse obligado a confinarse en la Residencia de Estudiantes parece, más que un trastorno, todo un planazo. Allí los días duran cuarenta horas, lo cual puede hacerse desesperante, sí, pero no cuando se sabe y se desea aprovechar ese “extra” de calma y silencio. Cuando hace un mes quedamos en la […]

La verdad es que verse obligado a confinarse en la Residencia de Estudiantes parece, más que un trastorno, todo un planazo. Allí los días duran cuarenta horas, lo cual puede hacerse desesperante, sí, pero no cuando se sabe y se desea aprovechar ese “extra” de calma y silencio. Cuando hace un mes quedamos en la calle Pinar con Ángela Segovia no pudimos conocer a Carlos Catena Cózar porque andaba recluido y leyendo, en cuarentena e imaginando, aislado y escribiendo… En la habitación 433 está gestándose un segundo poemario y una primera novela, pero si teníamos tantas ganas de conocerlo era por lo muchísimo que nos gustó Los días hábiles, su ópera prima, Premio Hiperión de 2019.  Nació en 1995 en Torres de Albanchez, estudió en Jaén y después Traducción e Interpretación en la Universidad de Granada, para luego ir viviendo en Alemania, Irlanda, Bélgica o Canadá… y de eso trata su poemario, de cómo lo que suena envidiable puede ser extremadamente amargo, de cómo es la emigración obligatoria para alguien que no quiere irse pero no encuentra oportunidades en su país, de cómo es querer a distancia, de cómo es sufrir solo un trabajo ingrato. Es, en ese sentido, un libro desolador, muy triste pero muy hermoso, una mezcla de abatimiento y elevación: “mi abuela no quiere que yo me vaya / porque su padre porque su madre / los muertos y este país no fueron para esto / mi abuela quiere que yo me quede / que haga política y me alimente la furia / le digo ‘abuela anda vente tú conmigo’ / ella dice que nunca va a darles el gusto / de dejarles el país para ellos solos”. Volvemos a la Residencia de Estudiantes, donde Catena es becario desde enero, y le entregamos allí, en la legendaria cuesta de Pinar, un cuestionario librero con pregunta final de la poeta Rosa Berbel.

[Fotografía: Carlos Catena Cózar, en Madrid, 9 de agosto de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Yo me formé como lector leyendo novelas juveniles, me encantaban las de la colección Gran Angular, me encantaba todo lo que fueran adolescentes problemáticos, que hicieran lo que no hacía yo. También me encantaban, y lo digo sin ápice de vergüenza ni ironía, las novelas de Federico Moccia y Blue Jeans. Yo empecé a escribir para imitarlos, intentando escribir una novela romántica en un blog. Luego, por suerte o por desgracia, acabe tomando otros derroteros.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Durante una época estuve obsesionado con que era Madame Bovary, pero no era tanto un deseo como un lamento. Más allá de eso, las novelas que más me entusiasman son perversas y sus personajes son bastante despreciables o pasivos, así que no suelo tener la sensación de querer parecerme a ellos. Pienso por ejemplo en las novelas de Sara Mesa, porque acabo de leer Cicatriz y hace un par de meses releí Un amor. Las leo y me entusiasman y, de querer parecerme a alguien, querría parecerme a la autora en lugar de a los personajes.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Muchas veces voy solo por pasearme, porque pasaba por allí o porque no tengo nada que hacer, así que me traigo cosas que veo y de pronto se me antojan. Ahora, gracias a la beca de la Residencia de Estudiantes, tengo tanto dinero como tiempo para permitirme comprar y leer todo lo que se me antoja. No obstante, la mayoría de las veces leo libros que me recomiendan amigos cercanos, que ven en ellos vasos comunicantes o cosas que pueden resultarme interesantes para lo que esté escribiendo yo.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Muchísimas. Me gustaría haber leído muchos más clásicos de los que he leído. La semana pasada de hecho sopesaba leerme Moby Dick, un poco por culpa de María Elena Higueruelo y su diario de lectura, pero todo parece apuntar a que lo voy a dejar pasar una vez más. La Regenta la llevo posponiendo también desde que soy adolescente. Y en poesía por ejemplo llevo un año con las obras completas de Vallejo en la mesita de noche y no hay forma de meterles mano.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Me gustaría mucho que se volviera a editar la obra de Hilde Domin, que es una poeta alemana que me gusta mucho y que traduzco bastante cuando estoy bloqueado y no se para dónde tirar con mi escritura.

En cuanto a literatura en español, ojalá la obra de Lemebel estuviera más accesible en España, o la de Manuel Ramos Otero, que estoy leyendo ahora en un pdf rescatado de las profundidades de internet y me está gustando mucho.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Como digo, este año gracias a la beca de la Residencia estoy comprando libros por encima de mis posibilidades. Siempre he vivido de aquí para allá, con mudanzas intermitentes al extranjero, y siempre estaba preocupado por acumular libros y no poder llevármelos luego en el avión. Aquí en Madrid me estoy desquitando y acumulo todo lo que puedo. Luego, por otra parte, a veces adolezco de ser un lector muy impaciente, leo muchas cosas en diagonal, saltando de párrafo en párrafo o leyendo casi solo los diálogos. Cuando comento algunos libros con mis amigos no sé de qué me están hablando, parece que no me los he leído.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Me cuesta bastante preguntarles cosas a los desconocidos, ya sea cómo se llega a un sitio o dónde está el libro que estoy buscando, así que agradezco mucho cuando los libreros son parlanchines y me hablan ellos a mí, así el hielo queda roto y a mí ya no me da vergüenza contestarles y contarles mi vida. Luego soy muy buen cliente, si el librero me recomienda algún libro es más que probable que acabe llevándomelo, aunque sea por el empecinamiento de creer en el azar, el destino, o lo que sea.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Supongo que tiene que haber un equilibrio entre el lector que soy y el que me gustaría ser. Por ejemplo, me gusta mucho Pasajes, aquí en Madrid, porque hay muchísimo ensayo, títulos que suenan muy sesudos e impresionantes, y aparte tienen muy buena selección de poesía, todas las novedades de narrativa y libros en otros idiomas. Así que yo voy allí a comprar las novelitas y los poemarios que busco y me interesan y de paso me doy una vuelta por los ensayos y me digo que algún día me leeré esos también, de vez en cuando me compro alguno, así voy saliendo de la costumbre poco a poco. Tienen lo que busco y lo que todavía no sé que busco.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.

Leí hace dos semanas El público, de Lorca, que no lo había leído, y me lo pasé muy bien y me emocioné en un par de ocasiones. Es una obra chulísima.

En cuanto a libros recientes, también hace dos semanas (es que estuve de vacaciones) leí Amor, de Hanne Orstavik. Me pareció una cosa muy sutil e interesante, creo que es una de estas novelas que son muy útiles para escritores, me dieron muchísimas ganas de sentarme a escribir, aunque luego no hiciera nada con ellas.

[Y la pregunta 10 la lanza hoy la poeta Rosa Berbel:]

En Los días hábiles el amor aparece en destellos entre poemas de desarraigo, precariedad laboral y fracturas generacionales, pero nunca consigue quedar al margen de todos sus condicionantes políticos. Ahora que tengo la sensación de que los poemas de amor vuelven a ser relevantes y un centro de interés en las publicaciones (quizá como aún no lo habían sido en este siglo, pese al cliché), ¿cómo crees que debería la poesía afrontar lo amoroso? ¿Puede un género tan dominado por la herencia romántica esquivar el amor romántico?

Igual que es difícil evitar la herencia, lo que traemos de serie, cuando amamos, también lo es cuando escribimos sobre amar. Incluso diría que en esto último es aún más difícil, solo por el hecho de que la escritura es en cierto modo concreta y física. Yo no sabría decir si mis poemas amorosos intentan esquivar el amor romántico, ni siquiera sé si yo intento hacerlo, para ser totalmente francos. Pero la única forma de intentar desquitarse de vicios heredados es la imaginación, intentar pensar, escribir, lugares nuevos. No me refiero a escribir cosas que no hayan sido escritas, sino a intentar ir hacia algún lugar imaginario que parezca estar en un tiempo futuro. Algo que sí me preocupa a mí mucho, por ejemplo, y que me resulta problemático cuando escribo poemas de amor, es anular al tú amado al escribirlo, describirlo, narrarlo o desearlo. En el libro que estoy preparando juego con la idea de que en el poema de amor no basta con decir te amo y obviar lo que tiene que decir el amado al respecto. Por ejemplo, en un poema invito al tú a que tome la palabra, hay un trasvase y de pronto el yo poético es el interlocutor del tú, y no al contrario. En fin, no sé si esto es un lugar imaginario futuro, si es un buen sitio al que dirigirse, ni siquiera sé si funciona bien en el poema, pero a mí me está divirtiendo mucho escribirlo.