Entrevistas

Cuestionario librero 58: Bárbara Blasco

“La literatura es cada vez más eso que sucede en la intimidad, entre el libro y yo”, afirma aquí Bárbara Blasco (Valencia, 1972), la autora de una de las novelas-sorpresa del año que ya acaba, Dicen los síntomas, con la que obtuvo el Premio Tusquets y en la que la enfermedad (aunque sea la enfermedad […]

“La literatura es cada vez más eso que sucede en la intimidad, entre el libro y yo”, afirma aquí Bárbara Blasco (Valencia, 1972), la autora de una de las novelas-sorpresa del año que ya acaba, Dicen los síntomas, con la que obtuvo el Premio Tusquets y en la que la enfermedad (aunque sea la enfermedad de los otros), entendida como “la posibilidad de tomarse unas vacaciones de uno mismo”, funciona como revulsivo para la protagonista, una mujer poco amiga de delicadezas (“hay una estrecha relación entre cursilería y crueldad”) e incluso no muy simpática en un principio, pero que luego… Hasta ahí podemos leer, pero las/os lectoras/es harán bien en leerlo todo. Y, sea como sea, esa sorpresa de la que hablábamos hubiera sido menos sorprendente si hubiéramos leído hace apenas dos años, y no ahora, La memoria del alambre, aparecida en octubre de 2018 y que, bastante inadvertida entonces, reclama ya una recuperación, pues es una novela magistral en la que dos chicas adolescentes descubren su poder y, en paralelo, el inmenso peligro que éste representa para ellas. Allí la narradora defiende que “el silencio es la única forma de acertar siempre”, pero nos alegra mucho que Blasco la haya dado una patada al silencio, y ya no queremos dejar de leerla, de escucharla. De momento, quedamos con ella en sede universitaria para entregarle solemnemente nuestro “cuestionario librero”, con pregunta final de Luci Romero, de la Librería Bartleby (Valencia)

[Fotografía: Bárbara Blasco, en Valencia, 11 de diciembre de 2020. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Los libros de ‘Los Cinco’ y ‘Las mellizas O´Sullivan’. Nunca el jengibre real alcanzará el sabor del jengibre imaginado de aquellas cervezas y galletas. El salto a la literatura adulta lo di con Los tres mosqueteros, de Alejandro Dumas. A ese libro me mudé un verano en que me quedé sin amigas en la urbanización de la playa, por puro aburrimiento. Fue entonces cuando descubrí los superpoderes de la literatura.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

He querido ser (y he sido) todos y cada uno de los personajes de los libros que me han fascinado, no importa lo trágicos que fueran, de hecho, cuanto más trágicos, mayor el deseo: Madame Bovary, Julien Sorel, Werther, Holly Golightly, Holden Caulfield, c´est moi. El milagro de la literatura es que hasta personajes como Stoner, aparentemente grises, si será pusilánime el tío, pensé durante casi toda la novela, acabaron enamorándome y también fui Stoner, más que nadie Stoner.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Normalmente entro en la librería con el deseo ya exacerbado, bien por lo visto en las redes sociales o porque he picoteado las primeras páginas de las novedades de las editoriales. Pero sucede que a veces voy en blanco, como el otro día en Madrid, que pasé por Cervantes y compañía y me dejé aconsejar por María. Quise que me descubriera a algún autor. Y sin conocerme prácticamente, primero lo intentó con Jane Smiley, a la que ya conocía, me había enamorado La edad del desconsuelo, luego con Jenny Offill, también había probado su Departamento de Especulaciones y finalmente me recomendó a Rachel Cusk, que estoy disfrutando mucho.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Más que valiente, podría ser kamikaze de tantas lecturas “importantes” que tengo pendientes. Claro que cada día me importa menos, cada día soy más disfrutona y me interesa menos colgarme la medalla de intelectual literaria. A veces prefiero releer un libro que me gusta mucho que ir haciendo muescas en una estantería. La literatura es cada vez más eso que sucede en la intimidad, entre el libro y yo. Pero entre mis fracasos, o intentos de revestirme de cierta intelectualidad compré La broma infinita, 2666 o el Ulyses de Joyce, que nunca terminé, por decir algunos.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Hasta hace poco me alucinaba que no fuera fácil conseguir algunos libros de la maravillosa Lorrie Moore, que recomiendo mucho en los talleres de escritura. Afortunadamente, eso está hoy solucionado. Y hace bastante tiempo leí un libro de un escritor argelino, Mehdi Charef, afincado en Francia, El té en el harén de Arquímedes (un juego de palabras con el teorema de Arquímedes que en francés tienen más gracia), que contaba la historia autobiográfica de un adolescente argelino en los suburbios de París. Me gustaría volver a leerlo pero el libro está hoy descatalogado.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Doblaba las esquinitas de las páginas pero me estoy quitando, lo prometo. Y algo que a mí me parece normal pero a otros les resulta curioso: cuando me gusta mucho un libro, en cuanto llego a la última página, le doy la vuelta y vuelvo a empezar, en un mismo acto, como si empalmara un cigarrillo, como si el libro fuera circular, un disco que pudiera escuchar una y otra vez.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

No suelo tener un perfil rígido en cuanto a personas, no vaya de pronto a encontrarme en First Dates pidiendo un prototipo. Es verdad que me gustan los libreros más bien tímidos, los que se alejan lo más posible de los vendedores de ropa o de telefonía móvil. En una librería me gusta escuchar el tumultuoso silencio de todas esas voces encuadernadas de las mesas y las estanterías

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Una buena selección de libros, por supuesto. Como el editor, podríamos decir que el librero construye su propio catálogo con la selección, de las novedades y del fondo, de los libros que decide destacar, de las combinaciones que hace.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

Elegir me pone muy nerviosa, porque pienso en el libro TOTAL y empiezan a salirles defectos a todos, o más bien a mi elección, y eso no está bien. Como clásico, hoy optaré por Pedro Páramo, me produce un placer inagotable su lenguaje, no me canso de leerlo, o En busca del tiempo perdido, por la barbaridad panorámica que supone. Como clásicos modernos, Claus y Lucas, Mortal y rosa, y siempre vuelvo a los diarios de Iñaki Uriarte. También he sido vilamatiana perdida (y lo sigo siendo). Como novedad de estos últimos tiempos me han interesado mucho Canción dulce, Apegos feroces, y más recientemente Boulder, de Eva Baltasar, y Panza de burro, de Andrea Abreu.

[Y la pregunta 10 la lanza Luci Romero, de la Librería Bartleby (Valencia):]

“Bárbara, ¿qué te ofrece o qué crees que ofrece la literatura? y, además, ¿se hace cargo del momento en que se desarrolla o reformulamos los mismos síntomas pero de manera novedosa o diferente?”

Como todas las cosas en principio inútiles, la literatura ofrece multitud de cosas: belleza, inmortalidad, formas dignas de estar solo. Pero sobre todo diría que es mi forma de relacionarme con la realidad, el lenguaje para acceder a ella.

Y sí, por supuesto, la literatura es una forma de atrapar el presente, siempre distinto, siempre cambiante. Es decir, un imposible. En ese sentido, los que escribimos somos presos que rascan en la pared de su celda: yo estuve aquí.