Entrevistas

Cuestionario librero nº 11: Miguel Pardeza

Si hace cuatro años el futbolista Miguel Pardeza nos contó, en un extraordinario Torneo, cómo fueron sus inicios deportivos, ahora se va al otro extremo y nos relata en Angelópolis cómo fue la retirada, un libro monumental sobre qué significa, en general, que la vida que conocías cese, que ya nada vuelva a ser como […]

Si hace cuatro años el futbolista Miguel Pardeza nos contó, en un extraordinario Torneo, cómo fueron sus inicios deportivos, ahora se va al otro extremo y nos relata en Angelópolis cómo fue la retirada, un libro monumental sobre qué significa, en general, que la vida que conocías cese, que ya nada vuelva a ser como fue, que haya que aprender otros ritmos, otras ocupaciones, regresar a la anonimia, reencontrarse. Mientras piensa ya en las playas de su Huelva natal, a las que conducirá en cuanto nos dejen, Pardeza ha respondido al “cuestionario librero”, con pregunta final de Víctor Castillón, de la Librería Castillón (Barbastro, Huesca)

[Fotografía del autor: Miguel Pardeza en la casa de Pío Baroja, en Madrid, 2 de mayo de 2020]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Supongo que el veneno ya venía de cuna, aunque siempre pongo los mismos ejemplos, porque son los primeros de los que tengo memoria: El corsario negro de Salgari, y un poco después, El beso de la mujer araña de Manuel Puig y Cosecha roja de Dashiell Hammett.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

A nadie en particular, pero si acaso a Ferdinand Bardamu, el protagonista de Viaje al fin de la noche de Céline.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Normalmente son las lecturas las que me eligen a mí. Pero en general, leo a golpe de impulsos más bien caóticos, por referencias que veo en otros libros, y por intereses creativos. Los libreros que conozco suelen tener la delicadeza de no interferir mucho en mis elecciones.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Ulises de Joyce, tres o cuatro tomos de En busca del tiempo perdido de Proust, y casi todo de La comedia humana de Balzac. Podría seguir, pero creo que con estos ejemplos tengo bastante para mi descrédito.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Seguiría traduciendo a Rachel Cusk, que me gusta mucho. Y una obra que me parece sorprendente que no esté traducida aún, con el juego que ha dado en los últimos años: Fils de Serge Doubrovsky, al que se atribuye ese invento que vale para casi todo que es la autoficción.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Sí, tengo el vicio perfectamente confesable de no subrayar los libros. Odio ver páginas emborronadas de rayajos, apuntes al margen, etc. Y no, no ficho mis libros. Antes tenía la costumbre de anotar en una guarda la librería donde compré el volumen, la fecha y el precio. Pero no sé por qué hace tiempo que dejé de hacerlo.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Educado, hablador si se tercia, y callado, si vas a la librería con dolor de cabeza y sin otro propósito que el de pasar un rato sin ruidos.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Que su oferta sea variada, que puedas moverte con soltura, esto en el caso de las nuevas. En el de las viejas, que no te veas demasiado presionado por la obligación de comprar, aparte de no sentirte observado y, aún peor, vigilado.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

El buscón de Quevedo; Jardín de flores curiosas de Antonio de Torquemada; Vida de Torres de Villarroel. Autobiografía de Woody Allen; El Giro de Stephen Greenblatt; Sexual Personae de Camille Paglia.

Y la pregunta 10 de hoy la envía Víctor Castillón, de la Librería Castillón (Barbastro, Huesca):

Hay muchos escritores que han confesado su pasión por el fútbol. Conocemos la pasión de algunos futbolistas por la lectura, pero no es un colectivo que se distinga especialmente por ello. ¿Cómo podemos los libreros captar a futbolistas como prescriptores y cómplices? Son modelo para multitud de seguidores (la mayoría de ellos jóvenes). Si lográramos combinar fútbol y literatura…, ¿lograríamos rebajar la tensión entre aficiones y aumentar el número de lectores?

Lo cierto es que no tengo ni idea de cómo se capta la atención de muchachos, en general con poco apego a la lectura, que además viven inmersos en una vorágine mediática y popular que se antoja una antítesis de la soledad y el esfuerzo que requiere la lectura. Francamente, no sabría qué decir. Y por otro lado, y lamentándolo igualmente, no creo que la fusión de fútbol y literatura -que, por cierto, está sobre-explotada- valiera para conciliar al aficionado del tipo que sea. La única forma que veo de captar y multiplicar lectores es a través de la educación y del ejemplo. Cualquier otro medio me parece una pérdida de tiempo.