Entrevistas

Cuestionario librero nº 63: Javier Vicedo Alós

La orilla del mar es buen sitio para empezar casi cualquier cosa, y pensamos que sería buena idea comenzar los “cuestionarios libreros” de 2021 visitándola por fin, tocando el agua. Faltaba encontrar a quien quisiera ser visitado en ella, y elegimos al poeta castellonense Javier Vicedo Alós, que conoce bien el mar, a fuerza de […]

La orilla del mar es buen sitio para empezar casi cualquier cosa, y pensamos que sería buena idea comenzar los “cuestionarios libreros” de 2021 visitándola por fin, tocando el agua. Faltaba encontrar a quien quisiera ser visitado en ella, y elegimos al poeta castellonense Javier Vicedo Alós, que conoce bien el mar, a fuerza de versos y de remos. Vicedo no es sólo hombre de olas, sino de tablas, con varios y buenos éxitos sobre los escenarios, pero es, por encima de todo, poeta, un poeta en el que hay un continuo vaivén entre el miedo y el silencio y el deseo. Premio RNE de Poesía Joven con Ventanas a ninguna parte, y consolidado en 2015 con Fidelidad de una sombra, anda corrigiendo un libro nuevo. Nos recibió en Castellón, nos metió en el coche y nos llevó a la playa de Benicásim, y nosotros le dejamos en el asiento del copiloto el cuestionario, con pregunta final de nuestro amigo Antonio Lucas. “¿Qué miras más allá de la ventana: / el mundo o el mundo que quisieras? / Tal vez no estás mirando nada / y nada es todo lo que de ser, serías. // Mirando nadas se construye un hombre”.

[Fotografía: Javier Vicedo Alós, en Benicásim (Castellón), 11 de diciembre de 2020. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Aunque hace algunos años habría sido una respuesta un tanto impopular y motivo de pudor, la lotería de los Nobel ha modificado ligeramente la perspectiva: fueron las letras de Bob Dylan a los trece o catorce años las que me arrojaron decisivamente a la poesía.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

De adolescente también leía muchas novelas de Baroja. Aunque sentía gran atracción por ese catálogo de marinos corajudos y amorales que encontramos en novelas como Las inquietudes de Shanti Andía, en realidad el personaje que más me marcó fue el de Andrés Hurtado, el protagonista de El árbol de la ciencia. Sin duda, hasta cierta edad mostré un carácter profundamente decadente. De todos modos, esta identificación tiene un motivo afectivo. Mi abuelo estudió Medicina en Madrid pocos años después que aquel Hurtado, de alguna manera, dejarme invadir por su mirada era una forma de vivir bajo la piel de mi abuelo.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? 

No tengo tan claro que siempre elijamos. Muchas veces parece ser al contrario, ¿no? Como si ellas nos eligieran a nosotros. De todos modos, esto implicaría admitir cierto componente mágico en el proceso, cosa que por formación y ciertos complejos no voy a hacer. Dejémoslo en que el azar en ocasiones juega un papel más determinante que la voluntad. No obstante, tengo mis listas.

¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Es horrible que diga esto en esta página, pero poca. Soy de aquellos que prefieren que les hablen poco en una librería, pero no por hosquedad, sino por timidez y algo más que no sé definir. Nunca he podido evitar sentirme un intruso cuando compro cualquier cosa.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Ya lo es, pero si tuviéramos la oportunidad de que me hicieras esta pregunta dentro de quince vidas, la lista seguiría siendo infinita. Leo muy pocos libros anteriores al XVIII, suele costarme conectar con ellos. Como muestra voy a permitirme una confesión casi herética en esta España monopolizada por el mito cervantino: he abandonado ya dos veces la lectura del Quijote.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

La poesía completa —Toda poesía, ed. José Olympio— del brasileño Ferreira Gullar. Para mí uno de los mejores poetas de la segunda mitad del siglo XX. También Dichos de Luder (Jaime Campodónico editor) de Julio Ramón Ribeyro, libro que hasta donde yo sé sólo ha sido editado en Perú. Algo similar pasa con la enorme Hanni Ossott, cuyas Obras completas sólo las encontramos en Venezuela en la edición de Bid & co. Editor.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Mantengo desde hace años una guerra sin cuartel contra los marcapáginas. Los detesto. Es ver uno y romperlo en pedazos. Se trata de un odio irracional que no puedo explicar.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Lo que admiro profundamente de un librero/a es que a pesar de su oficio siga siendo un lector/a voraz. La gran paradoja del oficio de librero/a es que el horario comercial y el ritmo interno de la librería apenas permiten leer. Me permito una nota biográfica: nunca he leído menos que aquellos dos años en que trabajé en una librería. Sí, leía mucho por encima para poder decir tres o cuatros cosas de cada libro, pero dejé de poder leer con placer y capacidad de profundización. Así que todo mi respeto a esa especie de libreros/as que rompen la paradoja, más aún si son capaces de compaginar esa actividad con una vida afectiva o social relevantes. En ese caso, definitivamente hablamos de otra clase de seres humanos.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Orden y poesía. Orden para contrarrestar el desorden de mi cabeza; poesía porque la artimaña cromática de las ediciones de Defreds, Elvira Sastre, Marwan y compañía no vale para cubrir esa sección. Entiendo que hay que comer, pero también el espíritu merece su pequeña ración de pan.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

Por clásico entiendo que el autor ya no puede conceder entrevistas. Siguiendo esa lógica te diría las Máximas de François de La Rochefoucauld y En nombre de nada de César Simón. De publicación muy reciente y cuyos autores/as podrían responderte a casi cualquier pregunta te diría Ni siquiera los muertos de Juan Gómez Bárcena, La invención de España de Henry Kamen, Panza de burro de Andrea Abreu, En esta casa de Alberto Conejero y El lugar de las palabras de María Gómez Lara.

[Y la pregunta 10 la lanza el poeta y periodista Antonio Lucas:]

“¿Qué estrofa clásica asociarías a un kayak, tú que eres profesional de esa disciplina deportiva?”

Me alegra mucho que esta pregunta me la haga alguien tan vinculado al mar como Antonio Lucas, el cual ha curtido su piel y su ánimo en largas travesías por el mar del Norte. Él sabe bien que el mar es el que dicta la norma y que al individuo no le queda otra que copiar procurando no equivocarse. Las estrofas que trae el mar son imprevisibles; lo que al amanecer parece tan dócil como un pareado puede convertirse pocas horas después en un soneto de rimas endiabladas. Por eso, remar se parece mucho más a escuchar que a saber escribir.