Entrevistas

Cuestionario librero nº 17: Elvira Navarro

La buena noticia es que se ha pasado el Estado de Alarma escribiendo varias horas al día. La mala es que escribe una página y rompe tres. Mientras tanto, ha seguido asesorando y corrigiendo a sus alumnas/os (ella fue la descubridora y editora de Gabriela Ybarra) y, desde que comenzó la superstición de las fases, […]

La buena noticia es que se ha pasado el Estado de Alarma escribiendo varias horas al día. La mala es que escribe una página y rompe tres. Mientras tanto, ha seguido asesorando y corrigiendo a sus alumnas/os (ella fue la descubridora y editora de Gabriela Ybarra) y, desde que comenzó la superstición de las fases, caminando muchos kilómetros por los campos de Madrid y publicando en sus redes un considerable herbario. Autora de cinco libros (el último fue la formidable colección de cuentos La isla de los conejos), Elvira Navarro es una de las escritoras con más personalidad de la narrativa española actual, y una de las más realmente libres, y libre sin histrionismos calculados, sin estridencias “mediáticas”, sin más argumentos que sus narraciones.

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Patatita, de Pilar Molina Llorente. Mis padres me lo regalaron por Reyes cuando tenía siete años. Yo no leía, y ellos tampoco, así que no sé por qué se les ocurrió colar un libro entre los regalos. Quizás para celebrar que había aprendido a leer, lo que para mí fue costoso porque no prestaba atención en clase. Llegué a EGB sin saber ni una sola letra; si no aprendía, me harían repetir curso. El caso es que empecé Patatita por la noche, antes de dormir, y no pude soltarlo. Va de un niño gitano que lleva una vida itinerante en un circo, con sus padres, y justo antes marcharse, el niño pierde a su perro, Caldero. Pasa toda la noche buscándolo. Aquella historia me fascinó. Me encantaban los animales y quería salvarlos a todos, ¡no podía dormirme sin que Patatita hubiese encontrado a Caldero!

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Mientras leía Los Cinco de Enid Blyton quise ser Jorgina, pero de niña mis heroínas fueron Madonna y Dian Fossey. Luego nunca me he querido parecer a ningún personaje, aunque sí me habría gustado vivir sus vidas. Durante un tiempo deseé con intensidad experimentar una transfiguración semejante a la de Kit en El cielo protector, de Paul Bowles.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Soy caprichosa e intuitiva en la elección. A veces me dejo guiar por libreros en cuyo criterio confío. Lo que más me gusta de una librería es que tenga fondo, pero hoy en día eso es casi utópico.

Sé valiente: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Muchísimas. Por ejemplo, la Divina Comedia.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Siempre es dificilísimo encontrar los cuentos de Julio Ramón Ribeyro. De vez en cuando sacan una antología, o sus cuentos completos, pero se agotan enseguida y luego pasan años hasta que vuelven a editarlos. Con suerte, rebuscando por ahí, te haces con la típica guía de lectura donde algún experto comenta algunos cuentecillos.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Inconfesable no tengo ninguno. Doy todos los que no voy a releer, hago apuntes y dibujos en sus páginas y últimamente les pego una pegatina molona cuando los termino.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Recuerdo a la librera de la París-Valencia de Gran Vía Marqués del Turia, en Valencia, que cuando yo era una cría me dejaba pasar las horas sentada en el suelo junto a una montaña de cómics de segunda mano, leyendo los que me diera la gana. Nunca supe cómo se llamaba. Carlos Pardo sigue siendo para mí un librero ideal, aunque ya no ejerza. Siempre me atendieron con mucha sabiduría y don de gentes Curro, que trabajaba en Tipos Infames, y Manuela, de Los Editores, que acaba de cerrar. Elvira Lozano de La Pantera Rossa, Paco de Cálamo, Susana de Diagonal y Lucy de Bartleby & Co hacen que me sienta como en casa. Xavi de Nollegiu es lo más parecido a Superman que conozco. Y admiro a Lola, de la Alberti, y tantos otros que llevan décadas al pie del cañón dando lo mejor. Todos estos libreros y libreras, y muchos otros que me dejo en el tintero, conforman mi ideal de librero.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Un buen fondo. Y en realidad, aunque me gusta que el librero o librera sean leídos y sepan aconsejarme, me conformo con que no me hagan sentir que estorbo.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

Crimen y castigo o cualquiera de las grandes novelas de Dostoiveski: El idiota, Los demonios… Dostoievski es capaz de llevar hasta las últimas consecuencias a personajes muy distintos. Te hace caminar con las razones de todos esos personajes. Eso está al alcance de muy pocos escritores, esa capacidad de explorar hipótesis, visiones del mundo, de argumentar en todos los sentidos y de que sea posible todo a la vez. En cuanto a libros recientes, me voy a un par que leí antes de la pandemia. He sido incapaz, por razones que se me escapan, de leer novedades durante el confinamiento, pero poco antes del encierro me gustaron muchísimo Estamos en el borde de Caroline Lamarche, editado por Tránsito, y Nuestra parte de noche de Mariana Enriquez, que es el último Premio Herralde.

[Y la última pregunta de hoy la lanza Alodia Clemente, de La Rossa (Valencia), desde el barrio de Benimaclet]:

En La trabajadora ya hablaste de algo que se ha puesto tan de moda en estos tiempos que nos han tocado vivir como son los “malestares cotidianos” y también está de fondo o en primer plano en “La isla de los conejos” ¿Crees que hay algo de exorcismo o de esperanza al tratar estos temas en la literatura contemporánea?

La literatura siempre se hace cargo del tiempo que le toca, incluso aunque no lo quiera o crea que está huyendo de su contexto. Pero éste se filtra con sus conflictos. El Lazarillo de Tormes ya es una novela sobre malestares cotidianos. No es algo nuevo, aunque quizás cada época experimenta la formulación de los mismos problemas como algo novedoso. Y no sólo cada época, también cada generación. Yo creo que la literatura es exorcismo y esperanza, y además desesperanza y recreación en la miseria. Los libros pueden ser cualquier cosa, pues reflejan y exploran, e incluso reformulan y amplían, la experiencia, el mundo.

[Fotografía: Elvira Navarro, en Alcobendas (Madrid), 18 de junio de 2020. Fotografía de Juan Marqués.]