Hay otras lecturas, además de Harry Potter
Vacaciones de libro (sin Potter)
 Por
 asombroso que pueda parecerles a los que no frecuenten esta sección de
 literatura infantil y juvenil, hay vida más allá del último Harry
 Potter. Incluso en verano. Por eso, hemos seleccionado seis novedades
 para lectores de 3 a 14 años, de los viajes maravillosos de un hada al
 mejor Lorca o al terror…
 Vacaciones de libro (sin Potter)
  
 
 Por
 asombroso que pueda parecerles a los que no frecuenten esta sección de
 literatura infantil y juvenil, hay vida más allá del último Harry
 Potter. Incluso en verano. Por eso, hemos seleccionado seis novedades
 para lectores de 3 a 14 años, de los viajes maravillosos de un hada al
 mejor Lorca o al terror según Ana Juan.
 La
 afirmación “el niño es un lector exigente” no es más que una
 generalización que en pocos casos se cumple. A decir verdad, carece de
 la experiencia necesaria y, a menudo, su fascinación por un detalle es
 razón suficiente para califique a cualquier libro como su favorito.
 Pero también es cierto que los chavales no tienen muchas de los
 prejuicios del lector adulto: no sobrevaloran la originalidad, prestan
 especial atención a la cadencia del lenguaje y ponen constantemente a
 prueba el libro en sus relecturas.
Té de Palacio, de Nicolás Arispe
 (Libros del eclipse. 24 págs. 9,25 euros. A partir de 3 años) es un
 conseguido álbum en el que todos sus componentes encajan con presión y
 nada sobra. La concisión no limita unos personajes sólidos, bien
 definidos y cercanos. El dinamismo de la ilustración le da profundidad
 a una historia que, para una mirada adulta, sería anecdótica: el
 injusto arrebato de un niño-rey. El texto rimado acentúa la hilaridad e
 invitan a ser leído una y otra vez.
La magia de la ilustración
 La
 ilustración para niños es un terreno propicio para artistas que deseen
 crear universos estéticos propios en los que habiten personajes
 singulares, se construyan atmósferas fantásticas y se transmita al
 lector una sensación que reúna fascinación y magia. Ilustradores como
 Rébecca Dautremer, Quint Buchholz o Emmanuelle Houdart son exponentes
 de un trabajo virtuosista en el que se diluyen las fronteras entre
 ilustración y pintura. En las imágenes de Los viajes maravillosos del hada Lilú, de Houdart (Kókinos.
 44 pp., 14 euros. A partir de 7 años) hay un sincretismo en el que se
 armonizan el exotismo oriental, el onirismo surrealista y la melosidad
 de las tarjetas Hallmark. Cautiva con eficacia y consigue verdaderos
 adeptos. Ilustradora que dará mucho que hablar, la recomendamos
 especialmente a los lectores que busquen propuestas comerciales de
 calidad.
Siempre Lorca
 La musicalidad del
 lenguaje, el florecimiento de la imagen poética o el asentamiento en la
 memoria de la obra literaria son experiencias que la poesía genera en
 el niño. Se equivoca quien hace hincapié en develar el sentido profundo
 de las metáforas o se limita a explicar el poema desde la biografía de
 su autor. Estas aproximaciones sólo producen en los niños extrañamiento
 y el equívoco de que la poesía es algo difícil (por no decir
 incomprensible) a la que sólo se llega desde la reflexión racional.
 Ciertamente, entre la poesía y el lector infantil hace falta una
 mediación. Pero una mediación mediocre tendrá efectos negativos y
 reforzará estereotipos y prejuicios. Para hacer una selección, para
 ofrecer unas imágenes que no desvirtúen el texto hace falta la
 sensibilidad de un maestro y la autocrítica de un poeta. El trabajo que
 el ilustrador Javier Zabala ha hecho para Santiago, de Federico García Lorca
 (Libros del zorro rojo. 24 pp, 12 euros. A partir de 8 años), es uno de
 los libros más hermosos de poesía para niños que han pasado por
 nuestras manos. Sus páginas recogen esas impresiones y paisajes que han
 nutrido la mirada de un artista y que se reflejan en el papel con la
 sobriedad asentada de la fútil belleza recordada. El empleo que hace de
 impresiones, papeles recortados y prologados trazos de tinta aguada
 enfatiza en la concreción táctil que tiene el espacio poético de Lorca.
 Su personal lectura no “facilita” sino participa del atractivo y la
 proximidad del texto. Zabala no traduce un “¡Niños chicos, cantad en el
 prado, / honrando con risas al viento!” sino nos lleva a escuchar esa
 voz y a sentirnos compelidos.
La auténtica dieta mediterránea
 Aguas
 de encuentro entre Asia, África y Europa, mar interior que ha bañado el
 surgimiento, expansión y declive de pueblos y culturas, el Mediterráneo
 no sólo ha sido un espacio privilegiado para el comercio y la guerra
 sino también para el intercambio, transmisión y apropiación de un
 legado tradicional oral.
Ana Cristina Herreros nos propone en Cuentos populares del Mediterráneo, (Siruela.
 232 pp, 19,90 e. A partir de 9 años) un viaje de cabotaje por cuentos
 recogidos en diversos idiomas. Cada uno lleva impreso las
 peculiaridades de sus contadores y, al mismo tiempo, encarna un
 sustrato común que sugiere su universalidad. Su trabajo toma como punto
 de partida recopilaciones realizadas entre el XIX y el XX. Pero la
 atenta búsqueda y selección, la justificada y conseguida reescritura es
 refrendada por sus méritos como narradora oral. Selección que tiene la
 virtud de recordarnos cuentos ya conocidos, descubrirnos versiones
 exóticas de historias que creíamos nuestras y fascinarnos con otras
 nunca escuchadas, es un valioso medio para llevar a los más pequeños el
 espesor de las historias que han surcado los mares y reinos.
Esclavitud y confesión
 En
 la literatura infantil se le suele dar más importancia al qué se cuenta
 que al cómo se cuenta. La certeza de que lo importante es la trama se
 impone así en los niños desde pequeños. El conservadurismo que rodea al
 editor, al padre y al maestro, al escritor y al lector en cuanto a que
 la prosa debe ser lo más clara y simple posible no sólo limita los
 niveles de calidad de la producción literaria sino también alimenta una
 creciente y generalizada autocensura que se vincula directamente con la
 proliferación de la paraliteratura.
Qué blanca más bonita soy, de Dolf Verroen
 (Lóguez. 68 pp, 10,5 e. A partir de 11 años) aborda un tema infrecuente
 en la literatura para jóvenes: la esclavitud; desde una óptica inusual:
 la mirada del amo; y con un objetivo estrictamente literario que supera
 el interés por la denuncia o por la lección pedagógica. Oraciones muy
 cortas, capítulos concisos, acciones súbitas transmiten la intensidad y
 virulencia de los sentimientos de una narradora que vive en un entorno
 donde la parsimonia y el tiempo muerto consumen el día a día. La
 apuesta por un tono intimista, por la confesión del opresor, actúa
 sobre el lector que descubre la banalidad del mal. Novela
 extraordinaria, muy distinta a los libros que acostumbran leer los
 chavales, ejemplifica muy bien cómo la forma narrativa determina el
 contenido y cómo la “buena literatura” puede estar al alcance de
 cualquiera.
El terror es una experiencia que parece alejarse del
 hombre a medida que crece. Vivimos un tiempo en que esta sensación ha
 sido desacralizada y su administración constituye otro dominio en el
 que el hombre actual ha mostrado sus habilidades con lamentable
 eficacia. Sólo queda en la infancia un reducto de la aprehensión y
 fragilidad que componen el temor, de la irracionalidad y parálisis que
 envuelven al miedo. Son pocas las personas que han pasado la
 adolescencia y siguen sintiéndose cautivadas por aquello que produce en
 ellos fascinación y rechazo.
De miedo
 Desde la portada negra de Demeter, de Ana  Juan (Edicions
 de Ponent. 271 págs. 21 e. A partir de 13 años), una calavera blanca
 anuncia el peligro que encierra el libro y tras ella una oculta sirena
 seduce al advertido lector. Pasada esta frontera inicial, la única
 presencia de color la hallamos en el rastro de sangre que marca, en las
 guardas, un mapa. Este goteo traza el recorrido en el que se
 retrotraerá la obra para explicar el misterio que anuncia el
 incomprensible suceso que abre la historia. A Bram Stoker
 viene a decir la dedicatoria. Algo de lectura iniciática se trasluce en
 esta referencia que lleva a Ana Juan, con inigualable maestría, a
 emprender el descenso a un inframundo y la expiación de sus terrores en
 una obra sorprendente.
Tiniebla, oscuridad y sombras, escasas
 luces que amplifican la atmósfera siniestra, rostros escondidos tras su
 desdicha o iluminados por la muerte hacen palpable la invisible fuerza
 que atraviesa las páginas de este libro. De la evidencia a lo
 desconocido, de la aprensión racional a la locura, la narración se va
 apropiando de los sentimientos y temores del lector. La inmediatez con
 la que nos aproximamos; el ritmo narrativo, que varía de la celeridad
 de los acontecimientos al detenimiento de los momentos de expectativa;
 el vigor expresionista y delicadeza gótica; hacen de este álbum una
 obra que trascenderá como uno de los libros mejores conseguidos y más
 diáfanos de una de las mejores ilustradoras españolas.
  Gustavo PUERTA LEISSE
 En: El Cultural de El Mundo.
 30-7-2007
 