“Diario de una soledad” de May Sarton

Diario de una soledad

Diario de una soledad

Sarton, May

ISBN

978-84-16529-94-0

Editorial

Gallo Nero Ediciones

Donde comprarlo

Déjame confirmarte tus sospechas: el título de esta obra de May Sarton, Diario de una soledad, no engaña. Ciertamente se trata de un diario que transcurre durante un año de su vida, comenzándolo en 1972, y en el que desgrana y observa, cual anatomista, su propio vivir y sentir solitario. Pero has de saber que, pese a lo acotado que pueda parecer todo lo agendado propio de este estilo narrativo, este libro fluye, convirtiéndose en un libro infinito al que asirse recurrentemente. Digamos que no es un libro fácil y ligero, pero sí sencillo; tampoco es especialmente festivo, pero sí luminoso.

Pero… ¿quién es May Sarton? Y es que, aun con un prolífico currículo literario que danza desde la novela al ensayo, pasando por la poesía, el cuento y el teatro, esta autora es prácticamente desconocida por estas latitudes excepto por Anhelo de raíces, obra escrita en 1968 y que fue editada apenas unos años en España por esta misma editorial, Gallo Nero. Nacida en 1912 en Bélgica, Sarton ha de huir de las tropas alemanas al poco, de la mano de su familia, a Estados Unidos. Retornará en su juventud a Europa donde, mientras se codeaba con figuras literarias y del teatro, se gesta su primera novela. Resulta extraordinario descubrir cuán reveladores son algunos de sus escritos y opiniones en torno a la posición de la mujer en aquella época, así como de la vida en pareja, de la homosexualidad y de un mundo con prisa que huía de los placeres reposados de la vida. Entre tanto, Sarton tenía episodios de depresión.

Al respecto, Virginia Woolf, una de las escritoras con las que Sarton se topó en su estancia europea, lamentaba en su ensayo De la enfermedad que el dolor -físico y espiritual- no ocupara en la literatura un lugar equivalente al del amor o las batallas: “no existe registro de todo este drama del cuerpo”. Y es que, cuando el dolor se siente como algo único y la experiencia del sufrimiento es personalísima, resulta consolador saberse en un mismo barco. Y es que, a días ya de la última conmoración del Día de la Salud Mental, es oportuno subrayar lo importante.

En Diario de una soledad, la propia soledad no es planteada como un dilema, sino como una condición o disposición que coloca a la autora en un punto de tensión justa donde la revelación y el análisis toman partido. La soledad no es un territorio libre de anhelos, pero sí lo es para la búsqueda del equilibrio. Es el espacio y el tiempo configurado para observarse, analizar las propias contradicciones y llegar a relativizarse uno mismo. Pues si algo resplandece en la escritura de Sarton es la capacidad para no jactarse ni caer en la autocondescencia. Su lucidez y su capacidad para explorar la experiencia de manera honesta, es su propio -y un poco el nuestro- salvavidas y un punto desde donde brota la luz.

En este espacio para el ser y el sentir, hay lugar para contemplar lo cotidiano y la naturaleza. Sarton halla su religión en el cuidado del jardín y de las flores. La naturaleza, en su pureza y en su constante cambio, nos recuerda que nada permanece igual por mucho tiempo. Las flores cambian mientras se les observa; pierden para luego recobrarse. Una revelación sencilla que nos coloca en una posición de humildad y espera.

En definitiva, lo que pudiera parecer un monólogo -supeditado al formato propio del diario- se convierte en un diálogo. En sus páginas se halla la causa de los quebrantos y las inquietudes de la autora, pero también la cura. Es admirable su don de poner en pie aquello donde la palabra y el lenguaje no llegan. Por extensión, es de reconocer la exquisita y delicada labor de traducción y tratamiento del texto de la mano de Blanca Gago. El sentirse en soledad, en términos absolutos, es saberse que, ante lo importante y en términos objetivos, estamos irremediablemente solos. Pero, a veces, es importante que nos recuerden que alguien se ha sentido igual de expuesto y extraño antes que tú.

Estrella Villalba Ruiz, Librería Saltés (Huelva)