“El pueblo contra los cómics” de Ignacio Fernández Sarasola

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El pueblo contra los cómics

El pueblo contra los cómics

Fernández Sarasola, Ignacio

ISBN

978-84-09-05121-2

Editorial

Tebeosfera

Donde comprarlo

Llega a las librerías el libro El pueblo contra los cómics de Ignacio Fernández Sarasola, publicado por ACT Ediciones (Tebeosfera), “un grandioso ensayo fruto de más de una década de estudio e investigación sobre las campañas anticómic de Norteamérica a Europa.

Pocos saben el odio que se generó hacia los cómics a principios del siglo XX, pero ese odio y la campaña de descrédito que iniciaron algunos personajes de la política y la cultura, educadores reaccionarios, políticos oportunistas y periodistas morbosos, que todavía es palpable hoy en día. Por eso el cómic es visto en ocasiones como un género menor en lugar de ser considerado como una de las formas de expresión artística más completas de todas las que existen, el papel en el que se conviven la literatura y el dibujo, donde dos, tres o cuatro artistas trabajan juntos ofreciendo unos resultados excepcionales. Un género que puede servir de entretenimiento, crítica socio-política o de herramienta educativa, histórica y periodística. Un vehículo perfecto para que los más jóvenes sigan leyendo cuando llegan a esa edad en la que los sesudos informes ministeriales dicen que dejan de hacerlo.

 

En este excepcional volumen de 520 páginas Ignacio Fernández Sarasola nos cuenta “cómo germinó el odio hacia los cómics, los intereses políticos y mediáticos que guiaron la campaña orquestada contra ellos, las mentiras que se esgrimieron, las discusiones que se desataron entre los legisladores y las consecuencias para las industrias de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Francia, Italia y España”.

En la nota que envía la editorial nos cuenta que en El pueblo contra los cómics se narra uno de esos ridículos episodios de la historia del cómic. Cómo sería la fuerza de la imagen, la fuerza del cómic, de la tira, de la viñeta, que “el Senado de Estados Unidos discutió si debían permitirse ciertos contenidos en los cómics que leían los más jóvenes”. Sólo el miedo, la incultura, el inmovilismo o un porque no decirlo, fanatismo laico y religioso (por no dejarme a nadie fuera), puede llevar a un dirigente supuestamente bien formado, a plantearse semejante idiotez. Pero claro, hablamos de un país que persiguió cineastas y actores sólo por pensar diferente, o de un país que les dijo a sus habitantes “no se puede beber”.

Continúa la nota diciéndonos que “desde entonces hemos demonizado la figura de Fredric Wertham (incluso en la portada de este libro), calificamos de ñoños los tebeos publicados bajo regímenes despóticos o estimamos que son instrumentos del Estado en función del mensaje que transmiten”. Y sigue, por completar y aprovechar del todo la contra, que “este prejuicio contra los cómics, que aún existe, procede del rechazo a la literatura popular o las tiras de prensa desde el inicio del siglo XX, generado y alimentado por educadores reaccionarios, políticos oportunistas y periodistas morbosos. Y no ocurrió solo en un país, tuvo lugar casi al mismo tiempo en otras partes del mundo, con diferentes aproximaciones dependiendo de la situación sociopolítica de cada país y del estado de su industria cultural”.