“Verraco” de Pinckney Benedict

Verraco

Verraco

Benedict, Pinckney

ISBN

978-84-121128-7-0

Editorial

DIRTY WORKS

Donde comprarlo

[Preludio: He leído la última página del último relato. Devuelvo el libro a su lugar. Uno entre tantos.]

Existen libros que te muestran que todo los que das por sentado es una cuestión de coordenadas de aterrizaje. El peso, a veces aplastante, del entorno en que nacemos, el determinismo de las raíces, la inercia de la cuna. Verraco, de Pinckney Benedict, es uno de ellos, un rosario de relatos que no sólo te sacan de tu zona de confort, sino que se aseguran de golpear de manera precisa y sistemática donde más duele. Una pintura densa y sombría, un lienzo informalista donde los homúnculos de Millares se mezclan con los fósiles de chatarra de la actividad humana, el mordisco de la pobreza extrema y los vástagos de la violencia. Sus historias de estética pauperística no se leen, se mastican. Verraco tiene textura, grano y suciedad. Verraco te lleva de la mano por los mismos paisajes de atávica fascinación por los que transitaron Deliverance y Southern Confort. Los rincones oscuros donde aún resuena la música de los mitos.

El tono tenebroso de todos estos relatos te sumerge en una cultura tan hermética, endogámica y sujeta a códigos propios que, como ya me sucedió con Los huesos de invierno de Woodrell, solamente tomas el papel de observador de una cotidianidad petrificada por un tremendismo salvaje y sangriento y cuyo sistema de valores te es completamente ajeno. Un día a día donde todas las relaciones personales están sujetas al imperio del Far West y a la imposibilidad de generar lazos de amor sanos y duraderos, donde el valor se mide por el calibre que escupe tu revólver. Pero debajo de toda esta dureza se atisban las inseguridades de los protagonistas, la pérdida temprana de la inocencia y la inexistencia de la infancia. Son historias íntimas, pegadas a la piel de sus personajes, que hablan de comunidades humanas abandonadas a un darwinismo tradicionalmente perteneciente a las bestias.

Dos niños de apenas diez años, delgados como palillos, corriendo a través de la espesura armados con sendos rifles, cazando serpientes de cascabel, es la clave del paisaje humano de unos relatos de una ferocidad y una contundencia que en más de una ocasión, y de dos, te pondrán contra las cuerdas como si fueses un púgil sonado. Es la América de los hillbillies y la white trash, una América olvidada y barrida bajo la alfombra, pero que posee una poderosa y singular fuerza narrativa. Es la América de las casas ruinosas, de las caravanas asentadas sobre pilas de ladrillos y de los laboratorios de anfetaminas; la desasosegante franja oriental de las noches alrededor del fuego de la salamandra, los gruñidos del ganado, el barro en las botas y el sudor en los ojos.

Pinckney Benedict teje aquí un puñado de relatos, de una marcada personalidad literaria, con un mismo leitmotiv: el de la vida rural en la zona de los Apalaches, de la que él mismo es oriundo. Es la faja montañosa que vio nacer la música de bluegrass a golpe de banjo y mandolina, el cinturón de óxido poblado por las víctimas del declive económico del medio oeste americano. De este crisol surgen las almas torturadas que jalonan las páginas de Verraco, seres desmembrados por las circunstancias, arrasados por las adicciones e impulsados por ideales trasnochados del honor familiar y de la religión. Todos ellos han caído en la trampa de la falta de expectativas, se debaten como lobos en el cepo, tratando de liberarse, aunque sea, a veces, mordiendo sus propios miembros fracturados.

[Postludio: La lectura ha terminado. El dolor aún permanecerá un tiempo].

 

Sergio García, Librería Dorian (Huelva)