Reto de la lectura (Guillermo Martí Peris – Las Provincias.es / Valencia)

No se trata de una tarea sencilla para docentes y discentes, y hay que huir de las recomendaciones simples y de las soluciones hechas, a pesar de que caeremos en ello. Resulta paradójico que una ley con categoría de orgánica, como es la LOE, deba recomendar la necesidad de leer, cuando debe ser, de por sí, un objetivo inherente a la educación. La recomendación que ofrece en el artículo 19.3, en primaria, es muy concreta al respecto: ‘A fin de fomentar el hábito de la lectura se dedicará un tiempo diario a la misma’. Y por si no quedara claro, en el 19.2, al referirse a ciertas competencias, como la expresión oral y escrita, y la comprensión lectora, entre otras,…

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No se trata de una tarea sencilla para docentes y discentes, y hay que huir de las recomendaciones simples y de las soluciones hechas, a pesar de que caeremos en ello.

Resulta paradójico que una ley con categoría de orgánica, como es la LOE, deba recomendar la necesidad de leer, cuando debe ser, de por sí, un objetivo inherente a la educación. La recomendación que ofrece en el artículo 19.3, en primaria, es muy concreta al respecto: ‘A fin de fomentar el hábito de la lectura se dedicará un tiempo diario a la misma’. Y por si no quedara claro, en el 19.2, al referirse a ciertas competencias, como la expresión oral y escrita, y la comprensión lectora, entre otras, señala que ‘se trabajará en todas las áreas’. Y, además, nos insiste con algo parecido en el artículo 26.2, cuando clarifica principios pedagógicos para la educación secundaria obligatoria.

Algo debe estar funcionando mal cuando un alumnado sometido, como mínimo, a 10 años de escolaridad obligatoria, arrastra un importante déficit lector. Para subsanarlo, la Ley Orgánica de Educación (LOE) no se conforma con estas recomendaciones, quiere hacer frente al problema con un plan integral de fomento de la lectura, desde las primeras etapas, en todas las áreas, y con la dotación de la biblioteca escolar en todos los centros.

También resulta extraño, no por ello menos encomiable, que una ley que regula la educación como norma básica dedique un artículo completo a las bibliotecas escolares. El artículo 113 regula las bibliotecas y concreta su existencia, su dotación, periodo de implantación, objetivos, funciones y acuerdos con otras instituciones. Machaconamente repite: ‘Igualmente, contribuirán a hacer efectivo lo dispuesto en los artículos 19.3 y 26.2 de la presente Ley’.

Si el objetivo es afianzar al alumnado en estas competencias básicas, la preocupación por la lectura en todas las áreas y la utilización de las bibliotecas es fundamental, pero también la actuación temprana de apoyo en el primer momento en el que se detecten dificultades es el método más eficaz para evitar el fracaso escolar en etapas posteriores. Que se lee poco en nuestro país es de dominio público, que los niños y los adultos acuden poco a las bibliotecas, que se leen pocos periódicos, que se utiliza poco este recurso en algún área, que se ve más la televisión o se utilizan más los videojuegos, también. Pero lo que debe preocuparnos en estos momentos es la actitud de las familias y de los centros. Si los educadores/as, los padres y las madres no tenemos una mínima capacidad para sentir placer y gusto por la lectura, será muy difícil que consigamos este objetivo en nuestros hijos y nuestros alumnos.

Si hasta ahora los defensores de la Ley están a favor de esta postura y los detractores señalan que es ‘algo bueno de la LOE’, debe preocuparnos cómo se ponen en marcha estas medidas de fomento de la lectura, para evitar que sea peor el remedio que la enfermedad. Creo que debemos huir de una lectura burocrática, que nos haga desertar de los libros en cuanto salgamos de la escuela, y aproximarnos a una lectura creativa, que, por el contrario, nos haga surgir el gusto y la afición. Un camino para conseguir este objetivo puede ser: primar los cambios metodológicos de los enseñantes, abrir espacios a la imaginación creadora y que el fomento se realice desde la cotidianidad de la escuela y la familia. Como conclusión, quiero resaltar que poder leer, como competencia, contribuye decisivamente a la autonomía de las personas, pero otra cosa es querer leer o reforzar el valor de liberación que puede tener la palabra, y en esta última labor debemos colaborar conjuntamente todos: familias, centros, entornos y las distintas Administraciones.