Clyo Mendoza, refundar el desierto

Después de la novela Las niñas prodigio (Fulgencio Pimentel), de Sabina Urraca; el poemario Galgos (La Bella Varsovia), de María Martínez Bautista; el poemario Fuegos (La Bella Varsovia), de Ismael Ramos, y la novela Feria (Círculo de Tiza), de Ana Iris Simón, se incorpora a la nómina del Premio ’Javier Morote’, creado para reconocer la […]

Después de la novela Las niñas prodigio (Fulgencio Pimentel), de Sabina Urraca; el poemario Galgos (La Bella Varsovia), de María Martínez Bautista; el poemario Fuegos (La Bella Varsovia), de Ismael Ramos, y la novela Feria (Círculo de Tiza), de Ana Iris Simón, se incorpora a la nómina del Premio ’Javier Morote’, creado para reconocer la obra de voces muy jóvenes, la novela Furia (Sigilo/ Almadía), de la escritora mexicana Clyo Mendoza.

Clyo Mendoza Herrera (Oaxaca, 1993) fue becaria en la Fundación Antonio Gala de Córdoba y es autora de los libros de poemas Anamnesis (Cuadrivio, 2016) y Silencio (Fondo Editorial del Estado de México, 2018), por el que obtuvo el Premio Internacional de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz.

Furia, que recibe el premio ‘Javier Morote’ de 2021 a propuesta de la librera Bea Fernández, de Sputnik (León), es, según el acta del jurado, “una novela muy orgánica y sensorial, dura y poética, de ambientes polvorientos y desesperados pero también redentora. Es un Pedro Páramo del siglo XXI, una distópica revisión de Rulfo que sale en busca de la magia herida y de los restos de verdad que puedan quedar tras la experiencia de la violencia extrema”.

Lázaro y Juan, dos soldados de bandos opuestos se convierten en desertores de una guerra especialmente desdibujada y absurda y huyen juntos para compartir el peligro, la clandestinidad, las noches y sus cuerpos. No saben que ambos son hijos de un mismo hombre, Vicente Herrera, un comerciante de hilos que, quizás tras otras batallas, se fue al pueblo de Boca de Perro, en medio del desierto, para compartir la deshumanizada vida de alcoholismo, brutalidad y sometimiento de las mujeres que con una inmemorial impunidad se da en aquellos lugares.

“Quería encontrar a mi padre, dice para sí mismo Lázaro. Me habían dicho que era soldado y que se había ido a la guerra”…: no es el único pasaje explícitamente rulfiano de una novela en la que, efectivamente, ir a la busca del padre implica ir en busca de la propia identidad, de la propia memoria, de la propia patria… y sirve además para reparar la voz y las vidas de las mujeres silenciadas, ultrajadas o asesinadas. Si Comala era un pueblo habitado por muertos, Boca de Perro es su antesala, el último rincón del mundo de los vivos, cuando ya casi no lo están, y es allí donde finalmente acude Juan en busca de su padre, es decir, en busca de respuestas, llevando siempre a rastras, como una insoportable condena, “la tristeza de no querer a nadie”.

El abandono, la crueldad, la soledad más completa y el silencio más absoluto son los protagonistas de una novela soberbiamente escrita, llena de fuerza, y estupendamente resuelta.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan’