Entrevistas

Cuestionario librero 40: Ignacio Peyró

Ignacio Peyró (Madrid, 1980) es un verdadero caso, un fenómeno de la naturaleza (pero es que ya sabemos, desde Ortega, que la naturaleza del hombre es la cultura). Con sólo tres libros lo hemos de subir al pedestal más alto de la no-ficción nacional, siendo tres libros de tres vertientes genéricas distintas: Pompa y circunstancia, […]

Ignacio Peyró (Madrid, 1980) es un verdadero caso, un fenómeno de la naturaleza (pero es que ya sabemos, desde Ortega, que la naturaleza del hombre es la cultura). Con sólo tres libros lo hemos de subir al pedestal más alto de la no-ficción nacional, siendo tres libros de tres vertientes genéricas distintas: Pompa y circunstancia, en 2014, fue un diccionario muy personal sobre Inglaterra (y un libro –no nos cansaremos de decirlo–, realmente memorable, fulgurante), en 2018 nos sirvió su Comimos y bebimos. Notas de comida y vida, que recuperaba la riquísima (nunca mejor dicho) tradición española de literatura gastronómica, y ahora ofrece Ya sentarás cabeza, sus diarios entre 2006 y 2011, es decir, desde que saltara a las aguas del alto periodismo hasta que le pescaran en las redes de la trastienda política (de la que da buena cuenta hacia el final, con indiscreción elegantísima). Curtido en cien proyectos periodísticos, desde Ambos Mundos a The Objective, y colaborador habitual en otros cien, Peyró es también traductor y prologuista de Kipling, editor de Augusto Assía, etcétera, y aún tiene algo de tiempo para dirigir el Instituto Cervantes de Londres. Hoy responde a nuestro “cuestionario librero”, con pregunta final de Vicente Velasco Montoya, de La Montaña Mágica (Cartagena, Murcia):

[Fotografía: Ignacio Peyró, por los acantilados de Dover. Fotografía de N.H.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Hubo otros antes y por eso llegué a este, pero las aventuras de Durrell –Gerald– en Corfú y Mi familia y otros animales fueron de los primeros en ofrecerme esa maravilla que da la literatura y muy pocas cosas más: un golpe de risa sincera.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Es muy llamativo cómo, a veces, más que con un personaje, uno puede identificarse con un narrador: pienso, por ejemplo, en el Villalonga de Mort de dama. Personajes, en puridad, solo hay uno, y está ahí solo para que sepamos lo mucho que nos falta para llegar a él –don Quijote, claro.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Hay librerías que son tentación tras tentación. Si tropiezas y te caes sobre un libro, sabes que va a ser estupendo.  La buena librería, en todo caso, se define tanto por la literatura buena que uno encuentra como por los libros sin interés que no encuentra.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Siempre se me  atravesó Rayuela y –en general– casi todo Cortázar. Creo que llegué a una mala edad, algo mayor ya.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Me gustaría ver reeditadas las memorias de Marcela de Juan, la española china, pero llevo años batallando en vano, por lo que ya empiezo a dudar si serán tan buenas  como las recuerdo.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Los libros, como la ropa, hay que habitarlos, poseerlos. Son de papel, no de bronce. Uno puede escribir en los márgenes, uno puede subrayar, etc. Cuando pasan los años esos rastros de lo humano suelen ser más elocuentes que lo escrito -hay más vida en el margen que en el texto.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

El que ve por dónde vas: si quieres charla, si tienes la tarde misantrópica, etc. Algunos benditos libreros me han dejado en su establecimiento más horas gratis que un hotel cobrando. A la librería vas a veces sin mucho dinero y hay que saber escoger y necesitas tu tiempo. Esa paciencia es maravillosa. A la vez, los hay que saben tentarte magníficamente. El único librero imperdonable es el que parece que le da lo mismo vender Flauberts que alcachofas.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Una cosa que no tiene que tener: hilo musical. Una librería sin más ruido que el silencio lector –alguien que coge un libro o mete la nariz en él– es sin duda uno de los placeres salvadores de este mundo.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

Pues ya que salió al principio, Mort de dama. Y, como entronca mucho con Villalonga, la conversación con Llop que han mantenido Daniel Capó y Nadal Suau, que acaba de publicar Elba y que nos recuerda a qué extremos de civilización puede llegar una cultura literaria.

[Y la pregunta 10 la lanza Vicente Velasco Montoya, de La Montaña Mágica (Cartagena, Murcia):]

“Como gran conocedor del mundo cultural anglosajón, ¿cree usted que se están ejecutando las acciones necesarias para fomentar la lectura de autores españoles en la Islas Británicas?”
Hay buenas ayudas para la traducción, que con la participación de España como país invitado en Fránkfurt van a estar especialmente bien dotadas. A la vez, la entrada de nuestros autores en el mercado británico ha sido siempre muy dificultosa. Únicamente unos pocos –Marías y Cercas– tienen una base lectora bien asentada. Esto está empezando a cambiar y hay además un interés por la literatura en catalán, por ejemplo. Hasta ahora, además, del ámbito hispanohablante, atraía más lo latinoamericano. A la vez, como decía –y como muestra la reedición de clásicos como Barea–, en los últimos años se vuelve a detectar un interés mayor.