Entrevistas

Cuestionario librero 47: Lola Mascarell

Desde luego, no se puede decir que aquello de que Valencia es “la tierra de la luz” sea publicidad engañosa. Es realmente una zona que te deslumbra desde que se vislumbra, y la sensación cuando se entra en ella en tren, o en coche, es la de estar metiéndote en el corazón mismo de una […]

Desde luego, no se puede decir que aquello de que Valencia es “la tierra de la luz” sea publicidad engañosa. Es realmente una zona que te deslumbra desde que se vislumbra, y la sensación cuando se entra en ella en tren, o en coche, es la de estar metiéndote en el corazón mismo de una luz nítidamente distinta, con más vatios pero también más elegante. Y eso, claro, se multiplica en el campo, a pocos minutos o pocos kilómetros de Valencia. En la Pobla de Vallbona se crio y vive la poeta Lola Mascarell, profesora y autora de tres libros (Mecánica del prodigio, Mientras la luz y Un vaso de agua) que se incorporan a lo mejor de la mejor vertiente de la poesía de su tierra, esa que precisamente celebra la luz (y todo lo que ésta implica), la que es consciente de estar habitando algo así como una sucursal del paraíso: es la línea que va de Francisco Brines a la propia Mascarell, pasando por Eloy Sánchez Rosillo, Antonio Cabrera, Vicente Gallego, Antonio Moreno o Susana Benet, y que tiene en Juan Gil-Albert o César Simón antecedentes sobresalientes. Hemos venido hasta la Pobla de Vallbona porque nos gusta encontrarnos con cada cual en su territorio más querido, en algún espacio especialmente estimado o frecuentado, y, como además nos complacen los tópicos, casi lo previsible, le entregamos el “cuestionario librero” entre naranjos, con pregunta final de Almudena Amador, librera en la Llibreria Ramon Llull (Valencia): “Voy de paso por sendas y caminos, / de paso entre las rocas, de prestado / por estos caminales / repletos de memoria y de pisadas. // Voy tratando de asir alguna cosa, / una rama de árbol, / una breve emoción, algún recuerdo, / un pájaro, una piedra, una pisada, / una mínima prueba que me deje / saber que estuve aquí, sólo de paso, / y que nada era mío”.

[Fotografía: Lola Mascarell, en Pobla de Vallbona (Valencia), 26 de octubre de 2020. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

No recuerdo un libro en concreto, sino una niña leyendo a todas horas. Debajo de la colcha con la linterna encendida, tumbada al sol en el jardín, sobre la alfombra del cuarto un domingo por la mañana… Ahora bien, si tuviera que citar culpables con nombre y apellido, supongo que citaría la colección completa de El barco de Vapor, los libros ilustrados con poemas de Gloria Fuertes que me regalaba mi abuela o las aventuras de Celia escritas por Elena Fortún y que llegaron a mis manos en su primera edición de las manos de otra gran lectora, mi tía Fina. Si tuviera que elegir un solo título, me decantaría por La historia interminable de Michael Ende, pues fue el primer libro serio que leí siendo consciente de que estaba leyendo un gran libro.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Siempre quise ser Jo, como en el poema de Aurora Luque, porque al igual que ella siempre quise ser escritora por encima de cualquier obstáculo o adversidad. Creo que la lectura de Mujercitas, de Louisa May Alcott, ejerció en mi vida un papel fundamental. La representábamos a la hora del patio en el colegio y los personajes tenían su propia vida y andanzas más allá de la novela. Muchos años después, al acabar el instituto, cambié ese personaje de escritora pertinaz y valiente por el de escritor bohemio que vive en una gran ciudad. Había leído Rayuela y supongo que quería ser una mezcla de Horacio y de La Maga. Después se han ido sucediendo cientos de personajes, porque leer es dar rienda suelta a ese afán de ser otro que late agazapado entre nuestros deseos más hondos. Jugamos a ser otros sin atrevernos a dar el paso. Solo un orate como Don Quijote se atreve a llevar ese deseo a la vida, y mira cómo le sale.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Normalmente los libros se van enlazando unos a otros sin que yo sepa bien qué mecanismo interviene. Igual que las cerezas al sacarlas del cesto. Las recomendaciones de los amigos, las reseñas, las afinidades electivas… También los consejos de los libreros o las mesas de las librerías que frecuento pueden ser un buen oráculo, sobre todo si no se limitan, tal y como hacen algunas grandes superficies comerciales, a ser contenedores de las novedades más rentables del mundo editorial.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

Tengo la estantería llena de lecturas insoslayables. Esta primavera, durante el confinamiento, me propuse solucionar una de ellas: La Iliada. En concreto la versión rítmica de Agustín García Calvo. No la acabé. Empezaron a abrirnos las puertas, a dejarnos salir al campo. Sigue siendo una lectura insoslayable todavía pendiente junto al Ulises de Joyce, casi todo el teatro de Shakespeare, de Lope, numerosa poesía medieval, un gran porcentaje de la literatura rusa, americana, francesa, inglesa, africana y todos los libros insoslayables que se han citado en anteriores entrevistas. En realidad hay más lecturas insoslayables pendientes que lecturas realizadas.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Sé poco de libros extranjeros y rarezas, pero sí que me gustaría que se reeditaran constantemente esos libros excelentes de poetas necesarios que poco a poco van desapareciendo de los estantes de las librerías porque ya no son novedad. La poesía, la de verdad, no la de pantalla y pandereta, es una rareza en los estantes de las librerías, es un fenómeno fugaz en los tinglados editoriales. Una desconocida. Yo procuraría reediciones constantes y atractivas de la obra de algunos poetas esenciales que ya no están con nosotros como Antonio Cabrera, Miguel Ángel Velasco o Isabel Escudero, por citar tres muy cercanos.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

Todos los vicios son bastante confesables: subrayar, guardar recuerdos entre sus páginas, hacer dibujos en los márgenes, escribir poemas en las páginas de cortesía o marcar el lugar donde interrumpí mi lectura doblando una esquina. Si lo que quieres es que te cuente algo más punitivo, te diré que tengo en mi biblioteca un ejemplar nunca devuelto desde los tiempos del instituto. La destrucción o el amor y Espadas como labios, de Vicente Aleixandre. Lo tomé prestado siendo muy joven de una biblioteca escolar que quizás ya no existe. No me siento orgullosa. Por eso quizás me encargo gratuitamente de organizar la biblioteca escolar del instituto en el que trabajo. Intento pagar mis deudas.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Ni demasiado hablador, ni demasiado distante; que me acompañe en la búsqueda, pero sin entrometerse; que sepa dónde están los libros y las relaciones que existen entre ellos; que sepa recomendar sin imponer. Y sobre todo, me gustan los libreros a los que les puedes preguntar sin sentirte pequeño. Mi peor experiencia librera fue en un establecimiento cuyo dueño juzgaba desde su mostrador mi ignorancia literaria y adolescente. Yo acudía allí a comprar los libros típicos que se leían a los quince años y él me miraba con desprecio y desdén mientras me decía que allí no se vendía esa clase de libros. Era una librería preciosa, pero me daba tanto miedo entrar en ella que dejé de ir.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Una selección de libros personal y bien pensada por parte del librero. No debe ser un almacén de novedades arrodillado a los intereses del capitalismo editorial. Personalidad, encanto, gusto por los libros y alguna que otra sonrisa. Una buena luz, un trato amable y comprensivo. Y si puede ser, un rincón como el que tienen Almudena y Paco en la Librería Ramón Llull dedicado a literatura y naturaleza.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.

Entre los recientes recomiendo mucho el último libro de Antonio Moreno, Visita de año nuevo, un diálogo con su madre desde la memoria y la ausencia, un paseo por los lugares perdidos, por las escenas borradas que, partiendo de un sentimiento elegíaco, consigue transformarse, a ojos del lector, en un canto a la vida. Entre los clásicos recientes elegiré Walden, de Thoreau por lo necesario que resulta hoy en día para comprender cómo se nos está yendo el mundo de las manos

[Y la pregunta 10 la lanza Almudena Amador, de la Llibreria Ramon Llull (Valencia):]

“¿Qué poetas, novelistas y pensadores/as le han influido en su poesía y en su escritura en general?”
Bueno, de algún modo, más que poetas, novelistas y pensadores/as en concreto (una lista imposible de hacer en el espacio de una entrevista), hablaría de esos escritores en general a cuya familia siempre he querido pertenecer. Creo que la influencia más importante en mi escritura ha sido la creencia absoluta y rotunda de que quería pasar la vida escribiendo, que quería ser como esos escritores a los que leía con arrobo desde la infancia, desde Elena Fortún hasta Homero, fuera quien fuese cualquiera de ellos.