Entrevistas

Cuestionario librero 80: Ismael Grasa

Aquel que comenzara un poema con el verso “Alguien dijo que no era hora para bañarse, y nos bañamos” (en Nueva California: una obra maestra que habría que recuperar) se ha convertido en un hombre de orden, y su bibliografía es el testimonio de esa transformación paulatina desde el joven más o menos rebelde y […]

Aquel que comenzara un poema con el verso “Alguien dijo que no era hora para bañarse, y nos bañamos” (en Nueva California: una obra maestra que habría que recuperar) se ha convertido en un hombre de orden, y su bibliografía es el testimonio de esa transformación paulatina desde el joven más o menos rebelde y desde luego confundido (alguien que viajaba para constatar su desorientación) hasta el hombre de hoy, el profesor atento, el padre volcado, el ciudadano que aspira a una ejemplaridad activa, a una intachable calidad civil que, ante todo, garantice la verdadera libertad de todos. Ese “camino de perfección” ha culminado (de momento) en La hazaña secreta, un breviario (que ya recomendamos aquí) donde nuestro amigo Ismael Grasa (Huesca, 1968) ha sintetizado todo lo que sabe sobre el buen vivir, y lo ha hecho metódicamente, punto por punto, desde lo más cotidiano (hay que hacerse la cama) a lo más general (“la actitud propiamente culta sería la de mantener abierta nuestra curiosidad sin exhibicionismo, apreciando cada cosa del mundo en lo que vale”), con no poca valentía en algunos detalles y, queremos creer, también con un humor solapado, puramente aragonés, que a veces puede costar percibir. La llamada de lo placentero (tan bien contada en sus novelas y cuentos) no ha cambiado en él, sólo se ha refinado. Si uno, con cincuenta años, barre los cristales de las botellas que arrojó a los quince, no lo hace por una rectificación, ni desde luego por arrepentimiento, sino por una natural evolución hacia la sensatez, eso que algunos llaman madurez y que se trata mejor del buen sentido: nos vamos haciendo sencillos, y comprendemos de corazón, es decir sabiamente, a aquel que uno fue décadas atrás. Sucede, simplemente, que en absoluto es más divertido destruir que construir, y se tarda un tiempo en descubrirlo, pero al final se llega. Y nosotros, con el año nuevo, llegamos a buena hora hasta el portal de Ismael Grasa, e incluso hasta su balcón, y allá, con Zaragoza despertando sobre nosotros, le entregamos el “cuestionario librero”, que hoy lleva una pregunta final de Chema Aniés, de la Librería Anónima de Huesca.

[Fotografía: Ismael Grasa, en Zaragoza, 5 de enero de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Me inicié en la lectura con la colección de quiosco RTV Salvat que iba comprando semanalmente mi padre, supongo que pensando en sus hijos, y que llegó intacta a mis manos. En ella leí Un viaje frustrado, de Josep Pla, que, como decís, “me envenenó”.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

Por mi carácter creo que tengo algo del Bartleby de Melville, pero al final trato de que no absorba la melancolía. No sé quién decía eso de que es mejor escribir que no escribir cuando se puede escribir, lo cual se puede aplicar a cualquier ámbito. Después de todo, creo que la vida es combatir la nada.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Suelo ir con algún libro ya en la cabeza, aunque también me gusta encontrar por azar libros en las mesas o en las estanterías, lecturas con las que no contaba. El diálogo que quiero con el librero es el que él propone en sus mesas y expositores, no otro (al menos dentro de la librería).

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

No es valentía, porque no me siento en ninguna obligación con las lecturas. Pero hace tiempo que quiero hacerme con Vida de Samuel Johnson, de Boswell, y con los diarios de Léautaud.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

La verdad es que en estos últimos meses no se han dejado de editar y recuperar textos que habría aconsejado aquí, de Camus, de Simone Weil, de los ensayos de Iris Murdoch, o la labor que están haciendo desde Página Indómita. O la recuperación que ha hecho Caballo de Troya del libro de Chusé Izuel.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

No escribo en los libros, no subrayo o cosas así (aunque luego no tenga inconveniente en tirar libros a la basura). Durante el año pasado hice un listado de los libros que fui leyendo, y creo que esto será para mí ya un hábito en adelante, porque me ha gustado mucho tener a la vista aquellas obras a las que dediqué mi tiempo. Puedo hacer así mi propio balance mental, con mis preferencias, igual que hacen cada final de año los suplementos culturales.

Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…

Informado, discreto y dispuesto al humor. Ordenado en su cabeza pero no más de la cuenta en su librería, de modo que pueda tener lugar en ella el descubrimiento.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

Que el interior se parezca a una cabeza interesante. Me refiero a que haya en ella asociaciones sugerentes, libros viejos o en idiomas distintos mezclados con las novedades, y síntomas de que aquello es algo que está vivo y que respira.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.

De entre los recientes, se me ocurre Ganarse la vida, de David Trueba, o el libro de relatos Juegos de niñas, de José María Conget. Y de entre los clásicos me quedaría con las novelas y ensayos de Natalia Ginzburg, como Las pequeñas virtudes, aunque traeré también aquí el volumen de cuentos reunidos de Carlos Castán, que acaba de publicar Páginas de Espuma, en la medida en que podemos considerarlo ya un clásico.

[Y la pregunta 10 la lanza Chema Aniés, de la Librería Anónima (Huesca):]

“Desde De Madrid al cielo a La hazaña secreta has publicado una docena de libros muy variados, has llevado a tus lectores de viaje, nos has hecho entrar en el aula, viajar a Sicilia o a China, hemos conocido tus episodios personales y tu pensamiento abstracto. Así es que es difícil prever por dónde vas a ir, en qué andas ahora ¿nos puedes dar una pista?

Hola, Chema. Tengo ganas de poder ir a Huesca y visitar vuestra librería. Desde hace unos años tengo varios escritos en marcha, biográficos y filosóficos, de modo que voy llenando un cajón del que espero que un día pueda salir algo publicable. Es muy raro que un escritor deje de escribir, porque la escritura tiene algo de adictivo, y es un modo de vivir –y no me refiero aquí a lo económico–. Suena a broma, pero es característico de los escritores del silencio que no suelan dejar de publicar, o de intentarlo, de hacer ruido. Yo me conformo con buscar cierto clasicismo.