Entrevistas

Brenda Navarro: “La escritura es mi espacio de plenitud”

Charlamos con la escritora Brenda Navarro, que tras “Casas vacías” vuelve a sobresaltarnos con una segunda novela, “Ceniza en la boca”

Por

Hace todavía muy poco, en febrero de 2020, la socióloga Brenda Navarro (Ciudad de México, 1982) nos deslumbró con una ópera prima impactante titulada Casas vacías. Aquel libro (recomendado en su día aquí por Ester Gómez, de Moito Conto) recibió todo tipo de aplausos y convirtió a Navarro en una estupenda noticia literaria, un “chivatazo” que corría de boca en boca y pudo llegar a miles de lectores tras ser bienvenida por la crítica (con reseñas entusiastas como la de El País o la de El Mundo).

Ahora, apenas dos años después, Brenda Navarro vuelve a sobresaltarnos con una segunda novela que no sólo no decepciona sino que consigue el salto mortal de ser incluso superior a su debut, en calidad, en fuerza y en alcance. Ceniza en la boca es un testimonio formidable sobre lo que significa la emigración, el desarraigo, el extrañamiento, la añoranza, la permanente sensación de extranjería…, y es ya, también, uno de nuestros libros favoritos de este primer trimestre de 2022. Quedamos con la autora en Madrid, donde reside desde hace años, y le lanzamos ocho preguntas sobre sus dos títulos, y también sobre títulos futuros, o sobre títulos ajenos…

PREGUNTA: Permítenos, por favor, remontarnos al principio, y preguntarte qué hubo antes de Casas vacías: ¿cómo llegaste a la escritura?, ¿fue esa novela tu primer intento o hay cosas guardadas en el cajón?

RESPUESTA: Hay por ahí algunos cuentos publicados en México y España, y sí un intento de novela que creo que he destruido, por si las dudas. La idea era buena, la ejecución no tanto. Estoy contenta de que Casas haya sido mi primer trabajo hecho de forma profesional, porque sí que creo que el trabajo que se hizo cuando apenas era un PDF circulando por internet ya era bastante profesional.

P: Casas vacías ha recibido (y sigue en ello) un montón de justos reconocimientos en forma de reediciones, premios, traducciones… ¿Cómo asistes a tu propio éxito?, ¿cómo lo has vivido?

R: Pensando en mi historia personal, creo que realmente soy de reacción lenta. En diciembre de 2021 fui invitada a Oviedo a una actividad literaria  para celebrar el aniversario de cuando me otorgaron el Premio Tigre Juan en 2020 y no fue sino hasta ese momento que pensé: ¡Vaya, que me han dado un premio literario! Así que este despiste personal me permite lidiar muy bien con esto. Sigo siendo la misma persona que va a comprar al mercado de barrio y se encierra a casa a leer. No siento que mi vida haya cambiado realmente y, además, esto del éxito es relativo.

Cuando una comprende más el mercado editorial piensa que una es afortunada, por supuesto, pero que quizá las condiciones deberían ser distintas no sólo para una, sino para el montonazo de personas que quieren dedicarse al arte y no pueden porque no han tenido acceso o porque no cuentan con las relaciones adecuadas. Entonces ¿éxito respecto a qué? Si veo que la comunidad que trabaja en la cultura no tiene condiciones laborales dignas, incluida yo, ¿cómo puedo creer que hay éxito?

P: No parece que ese clamor te haya presionado mucho a la hora de escribir tu segunda novela. Pareces muy segura de lo que lo haces (y lo decimos, por supuesto, como elogio).

R: Estoy segura de lo que hago porque escribir, antes que una actividad profesional que se inserta de la lógica de la industria editorial, es, por sobre casi todas las cosas, una de las actividades que más disfruto. Lo disfruto mucho, el comenzar a escribir sabiendo que voy a ejercitar la imaginación me resulta fascinante y un lujo, pero además, a la hora de editarlo, de revisar qué me gusta o qué no, también es una gozada porque tengo un montón de referencias culturales y sociales que me inspiran y vuelvo a ellas y las problematizo y luego trato de hacer lo propio.

Todo este proceso es de verdad un gozo y lo hago tan a gusto, tan feliz que me da seguridad. Ya si la novela gusta o no gusta es otro tema, pero el gozo de escribir nadie me lo quita.

P: No te vamos a hacer la pregunta más vulgar de nuestro sector (ya sabes, aquella de hasta qué punto la novela es autobiográfica), pero sí que se nota que no la trama, pero sí lo que la sostiene (esto es, el racismo, la sensación de extranjería constante, el desarraigo, la precariedad laboral…) son cosas que conoces o sobre las que te has documentado con testimonios directos, o que has visto en tu proximidad. Parece que, aunque se haga ficción, es inevitable escribir sobre lo que más nos preocupa o afecta.

R: He estado leyendo sobre el proceso de imaginación dentro de los mecanismos cerebrales y la forma en que las sinapsis se van creando cuando, digamos, haces pensamientos abstractos e intentas conectarlos con otros que ya tienes en tu memoria y en cómo eso abre más sinapsis y más caminos para que la imaginación se amplíe, y me parece una cosa totalmente fascinante en términos biológicos. Así que, por esto es que siento que soy una  férrea defensora de la ficción como uno de los puntos culminantes de la imaginación, porque la creación de mundos inexistentes (aunque se parezcan mucho a la realidad) es una gran cosa que no hay que desdeñar ni un segundo.

En este sentido, no recuerdo haber tenido ningún pensamiento tipo: Pero… ¿esto se parece a la realidad? ¡Pues no lo sé y no me interesa en términos de verosimilitud de mi obra! Si mis personajes los siento vivos dentro su ficción, todo O.K. Pero también creo que si voy a gozar de escribir, si voy a generar un trabajo arduo dentro de mi cerebro, no voy a desperdiciar la oportunidad de hablar de temas que me interesan personalmente. Si no es el arte, o en este caso la literatura, el espacio donde pueda hablar de lo que me interesa, ¿entonces dónde? Cuando algún artista dice que el arte no tiene que ser político, pienso que en realidad lo que está diciendo es que él o ella no tiene interés político y ya sabemos lo que significa nombrarse neutral.

P: Me temo que muchos españoles, quizás no exactamente por racismo pero sí por otro tipo de prejuicios, tenemos la sensación de que al llegar a Europa, cualquiera que venga de fuera ha de sentir alegría o por lo menos alivio. Damos por hecho que todos los que vienen lo hacen porque están deseándolo, cuando a veces se hace por pura obligación, a regañadientes, con enorme dolor de dejar atrás el sitio donde querrían permanecer.

R: Según entiendo, España es la entrada a Europa y la mayoría de las personas que desean venir a este continente, por las motivaciones que sean, piensan que España es sólo un lugar de paso y que después podrán moverse a algún otro país que les resulte más atractivo en términos personales o económicos. Lo que pasa con España –y también con México– es que geopolíticamente les ha tocado ser la frontera y el control migratorio, por eso muchas personas terminan por quedarse aquí. No tienen otra opción.

Ahora bien, está el lado opuesto de esta situación y es el de todas estas comunidades de clase media alta y alta que ven a España como su gran playa y vienen a comprar casas para pasar su jubilación en un lugar que para sus estándares es mucho más barato, simpático y cómodo. Hay, pues, dos posibles respuestas, pero yo además agregaría otro matiz: nadie cree que no es acogedor, solemos creer que somos “buenas personas, buenas sociedades”, la clave está en qué tan dispuestas estamos en escuchar la crítica y hacer algo con esa crítica.

P: Aunque escribas sobre cosas tan dramáticas y duras, se nota que disfrutas escribiendo, que es un refugio hospitalario para ti. ¿Es así?

R: Si escribir fuera un refugio hospitalario, ya me hubiera ido corriendo del ejercicio de escribir. Es que, como te decía antes, para mí escribir es gozo pleno. Es como el placer sexual: ya sea en solitario o en compañía, sabes que lo que buscas es el placer y para mí eso es escribir. Mi espacio de plenitud.

Ahora bien, ¿por qué escribo cosas tan dramáticas? Uf, quizá escribo las novelas que busco y no encuentro. Quizá lo que soy es una lectora dramática y no me he logrado salir de esto a la hora de escribir. Lo intentaré, eso sí, por probar nuevas cosas.

P: ¿Tienes ya ideas o incluso borradores de novelas futuras?

R: Estoy trabajando en dos proyectos de forma paralela. Pero estoy en el momento de leer, ver películas, conocer qué se está haciendo en otros espacios artísticos, etc. Es una especie de momento de hambre en el que me quiero devorar todo para ir hilando lo que se reflejará en el papel. Tomo pocas notas, todo lo voy construyendo en la mente.

P: Y por último, la pregunta que hacemos siempre: ¿qué libros, entre los publicados últimamente, nos recomendarías especialmente?

Tengo la fortuna de que me envían muchas novedades, pero como hay una larga pila de libros, cuando empiezo a leerlas ya no son tan novedades. Pero acabo de terminar Marranadas, de Marie Darrieussecq (editorial Tránsito) [recomendado aquí por Alodia Clemente, de La Rossa], y me ha dejado muy inquieta. Lo digo como un halago. Y éste no es novedad y acabo de buscarlo en internet para saber si hay una traducción en español y no la hay, pero ¡necesitamos que alguien traduzca, por favor, Then we came to the end de Joshua Ferris! Me lo recomendó un profesor de literatura inglesa, y madre mía, qué gozada.

[Preguntas y fotografía de Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan’]