Entrevistas

Cuestionario Librero nº 4: Isabel Bono

Desde hace unos pocos años comienza a ser un secreto a voces que la malagueña Isabel Bono es una de las poetas más talentosas, expresivas y verdaderas de la actual literatura española (y su libro Lo seco fue en 2018 finalista de los premios del Gremio de Librerías de Madrid). Tras debutar en la narrativa […]

Desde hace unos pocos años comienza a ser un secreto a voces que la malagueña Isabel Bono es una de las poetas más talentosas, expresivas y verdaderas de la actual literatura española (y su libro Lo seco fue en 2018 finalista de los premios del Gremio de Librerías de Madrid). Tras debutar en la narrativa con la extraordinaria novela Una casa en Bleturge (Premio Café Gijón), pocos días antes del comienzo del Estado de Alarma se distribuyó por las librerías su Diario del asco (ya reseñado en ‘Las Librerías Recomiendan’), que, pese a las circunstancias, va encontrando y sorprendiendo a lectores. Isabel Bono es muy parecida a su escritura: una mezcla espontánea, natural y muy bien lograda de humor y dolor, de disfrute sabio y de conciencia del vacío, de inspiración divertida y de trastienda un tanto nihilista. Aquí responde a las nueve preguntas del “Cuestionario librero”, más la pregunta número 10, lanzada por su amiga Elvira Lozano, poeta y librera de La Pantera Rossa (Zaragoza).

  • ¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?
  • Más que un libro fue ver a mi padre irse a la cama cada noche con un libro. Dice que, para imitarlo, yo cogía un libro de cocina más grande que yo misma y lo seguía hasta el dormitorio. Después vino un cuento infantil que me emocionó hasta el punto de hacerme llorar (y avergonzarme de haber llorado: ¡el poder de los libros!). Y con diez años o así, recuerdo cómo me absorbió La tía Tula.

 

  • ¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?
  • Son dos. Winnie, la protagonista de Los días felices, de Beckett, porque es infatigable. A pesar de estar hasta el cuello (literalmente), ni se queja ni se rinde. Y ojalá algún día llegara a ser como Rosewater de Dios le bendiga Sr. Rosewater, de Vonnegut. Un empresario que tiene como lemas “Ama sin ayuda de nada sobre la tierra” y “Aunque no os amen y os olviden, sed razonables” es para canonizarlo.

 

  • ¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?
  • Desde que empecé a leer me dejo llevar por la propiedad transitiva: Si a A le gusta B y a B le gusta C, a A le gustará C. Así voy leyendo en cadena los escritores que les gustan a los escritores que me gustan. No falla. También me dejo guiar por los amigos que me conocen. Como soy un poco “hurón”, ningún librero ha llegado a conocerme demasiado (culpa mía).

 

  • Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?
  • No creo en lecturas insoslayables. Hay que leer lo que uno crea que le va a emocionar/acompañar. Nunca leería algo sólo porque me dijeran que “hay” que leerlo o por quedar bien. Por ejemplo, se supone que hay que leer El principito. Me lo regalaron, lo empecé, me aburrí en la página 10. Fin de la historia.

 

  • ¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?
  • Pues habría que traducir las novelas de Askildsen (creo que las tiene, pero aquí sólo se han publicado sus cuentos). Y no estoy segura de si se ha reeditado Viajes morrocotudos de Juan Pérez Zúñiga (es uno de esos libros que mi padre se llevaba a la cama, supongo que para tener sueños morrocotudos).

 

  • Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)
  • 1) Tirar nunca (la única vez que me plantee separarme fue cuando mi marido dijo en la mudanza que iba a tirar algunos de sus libros). 2) Antes hacía una lista de los libros que leía y cuántos al año (ya no). 3) Nunca he robado un libro. 4) En una primera lectura doblo esquinas (si lo que me ha gustado está de la mitad hacia arriba de la página, la esquina superior; si está en la otra mitad, esquina inferior), apunto esas frases en una libreta (“la libreta de los resúmenes”, se llama), y al cabo del tiempo me gusta releer las páginas con las esquinas marcadas para jugar a reconocer qué frase me llamó la atención, la compruebo en la libreta (coinciden en un 99%) y me quedo supersatisfecha pensando: ¡Qué coherente soy!

 

  • Define tu perfil de librero/a ideal: tímido/a, parlanchín/a, con un ordenador en la cabeza, sabelotodo, a la última, clásico/a…
  • No había caído en la timidez, pero que sea algo tímido me gusta, sí. Que notes que quiere recomendarte algo, pero no se atreve. Parlanchín nunca, sabelotodo y/o a la última tampoco. Prefiero las librerías de viejo y a los libreros que tienen un viejo en la barriga. Prefiero que conozca a Wenceslao Fernández Flórez que al último youtuber. En resumen: prefiero un librero culto que informado.

 

  • ¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?
  • Que no parezca un supermercado, y notar que el librero ama los libros. Iba a decir que tenga polvo y esté una mijita desordenada para llevarme sorpresas. Pero suena un poco raro, ¿no?, ¿quedo muy friki si lo digo?

 

  • Por último, recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios), y un libro reciente.
  • De los recientes, West end, de José Morella, es impecable. No sé si entrados en el siglo XXI, Beckett es un clásico. Si lo fuera, mi clásico favorito sería Molloy. Si todavía no lo es, entonces me quedo con dos: Las aventuras de Pinocho y Humillados y ofendidos. ¡Lo tienen todo!

 

  • Y la pregunta número 10 la lanza la poeta y librera Elvira Lozano, de la La Pantera Rossa (Zaragoza):
  • “Quiero preguntar a Isabel cuál es su palabra favorita y si la ha usado en algún poema”.
  • Pues nunca me había parado a pensarlo, pero de repente se me ha aparecido Rabelais: “Para todos tus males te doy la risa”. Así que me quedo con esa: Risa. Que curiosamente (me fijo ahora) la he usado muy poco en poemas. En éste, por ejemplo, me gusta especialmente porque aparece mi risa favorita, la de mi madre:
    buscando cierta oscuridad
    desde dentro de un armario
    cerrados los ojos
    escuchaba la risa de mi madre
    el viento en la chimenea
    el eco de un martillo
    un dedal rodando bajo la cama
    el crujir de la madera bajo mis muslos
    palabras que se perdían
    y me buscaban
    los sonidos, cualquiera
    siempre encontraron un lugar donde vivir
    a mi lado
    ahora no sé qué fue del silencio
    si alguna vez lo hubo