“De la música minúscula” de Guillermo Lorenzo
La búsqueda incesante de la belleza, como la de la felicidad, el amor o la verdad, es un ideal perseguido a lo largo de los siglos por todas las sociedades. En el camino, indagamos en el arte, en la cultura, y abrazamos la respuesta que en ella encontramos. Pero esta, transformada ahora en bien de consumo, se convierte en víctima de artistas que sueñan con reunir su primer millón de dólares, de productoras cinematográficas, de agentes literarios, de grandes discográficas o de grupos editoriales sedientos de sangre que, con una sonrisa pretenciosa y los colmillos afilados, se frotan las manos. Y, sin embargo, la belleza permanece. En el sonido vibrante de un bajo al inicio de una canción, en el movimiento bailarín de una cámara en un plató de rodaje, en la batería que redobla in crescendo hacia el estribillo, en la voz en off que se superpone majestuosa, en el punk, en las risas enlatadas, en el amor, en la disonancia, en la sensualidad, en la sangre, en la muerte. Belleza.
De la música minúscula , de Guillermo Lorenzo, es un viaje a la belleza de la música que se escribe con letra minúscula. Esa música ajena a cualquier idea de competencia o de superioridad estética, que no siempre llena estadios, esa cuyos artistas (tal vez cultos pero no necesariamente de culto) no precisan grandes ovaciones. Música que puede componerse en casas okupas y hacer vibrar las paredes endebles de garitos underground. Sus páginas nos llevan del proto-punk de Modern Lovers a los inicios del flamenco rompedor de Camarón, del indie de Pete Astor al post-punk de R.E.M., de la electrificación del folk de Dylan al rock experimental de Radiohead. Este repaso a sus canciones, conciertos y anécdotas es una oda a la iconoclastia frente a la idolatría. Y Guillermo Lorenzo, que asocia la belleza con la sorpresa, nos sorprende con un texto que, a medida que avanza a golpe de intertextualidad y humor, se transforma en música.
En Andarse por las tramas, publicado simultáneamente, y en la misma colección de la editorial Eolas, Javier García Rodríguez explora la belleza en las series de televisión. Allí donde, aparentemente, nadie la buscaría. Ni el seriéfilo que busca entretenimiento ni tampoco el analista. Pero la mirada que ofrece Javier García Rodríguez, arquetipo de ambos perfiles, se revela a ratos académica, a ratos poética, siempre audaz y divertida, y rebosa respeto y admiración por la fragmentación del séptimo arte en temporadas y capítulos. Veranos azules, hospitales centrales, cárceles de periferia, mentes criminales… El autor, a través de artículos, poemas, reflexiones anotadas y conversaciones transcritas, nos ofrece un viaje por las series de toda una vida. Y en ellas encuentra y celebra «la belleza del trabajo en equipo, la muerte del autor, el adelgazamiento del yo, la reescritura». I’ll be there for you…
Ambos libros se miran y se sonríen, se invitan a una caña en algún garito de rock y se van por las tramas. Recrean ese placer estético que hechiza, que fascina, que conmociona los sentidos. Y nos regalan a los lectores el deleite de unirnos, con ellos, a la exploración y el consecuente disfrute de la belleza, pues, como dice Guillermo Lorenzo en De la música minúscula, “existen muchos, muchísimos tipos de belleza posibles. Renunciar a ella es, supongo, una opción vital legítima. Abrazarla, en cualquiera de sus formas, es la mejor opción para alcanzar, aunque sea intermitentemente, un sentido pleno de la vida”.
Natalia González Menéndez, Librería Cervantes (Oviedo)