"Después de mil balas", de Izet Sarajlić

Después de mil balas

Después de mil balas

Sarajlic, Izet

ISBN

978-84-322-3306-7

Editorial

Seix Barral

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Alguien podría pensar que el hecho de que una editorial tan importante como Seix Barral haya decidido editar una amplia antología de un poeta como Izet Sarajlić (1930-2002) desmiente, en cierto sentido, buena parte de lo que Sarajlić temía y afirmaba sobre el futuro de la cultura, pero yo creo que es al contrario, pues el bosnio fue siempre un hombre esperanzado, casi optimista, a veces hasta candoroso, en el mejor sentido de la palabra (no ingenuo, sino inocente): “A pesar de las críticas que recibe cada día, especialmente por parte de quienes tienen más éxito, la vida se ha vuelto incomparablemente mejor y más brillante”.
Hace unos años nos impactó la antología Una calle para mi nombre, a la que después siguió un libro más monográfico sobre Sarajevo. En esos libros, especialmente en el primero, se leían poemas de una sencillez absoluta y de una eficacia refulgente, desnudos pero perfectos, sin ninguna decoración pero impactantes, crudos y hermosos, doloridos pero con fe. Sus poemas parecen fáciles, pero desde aquí desafiamos a cualquiera a que intente imitarlos con éxito: es imposible. Sus poemas finales o algunas reflexiones metapoéticas eran de una fuerza insuperable, y en ello contaba su deliberadísima economía de recursos, o el valerse de estructuras poéticas bastante desacreditadas por fáciles (como la anáfora), pero que él reinventaba y enaltecía. Uno de sus poemas de viudez nos ofrece un ejemplo impresionante de ello:
 
Todas vuelven de algún lugar.
Zelja de Regensburg.
Sanja de Trieste.
Asja de Mallorca.
Daniela de Túnez.
Nieves de Roma.
Mirka de Budapest.
Sandra Lucic de Tucêpi.
Nusa Kajetan del mercado.
Zaga del hospital.
Lucy de clase.
Todas vuelven de algún lugar.
Sólo tú no vuelves.
 
Es injusto que Sarajlić haya pasado a ser algo así como “el poeta de la guerra”, el que con más hondura y desgarro abordó ese tema, o que el título de esta nueva antología sea el que es, porque se trata de un poeta que debería haber podido contar y cantar otras cosas, y en cierto sentido lo hizo. Su poética nuclear, al cabo, es la de muchos otros poetas que tuvieron que vivir situaciones literalmente insoportables: el mundo es un estercolero, y en él suceden cosas verdaderamente inhumanas, insufribles…, pero es precisamente por eso por lo que hay que celebrar y agradecer la vida, disfrutar lo que tenemos, cuidar nuestra parcela de tiempo y espacio, mimar lo nuestro…
En su prólogo, el escritor Erri De Luca afirma que “en un poeta busco, exijo, que su vida esté a la altura de sus páginas. De un escritor en prosa me trae al fresco si es un canalla o un santo”: esa postura es discutible pero también bonita, porque da cuenta de una buena forma de leer poemas, confiando, simplemente, en la sinceridad, en la autenticidad o, mejor, en la pura verdad de lo que se escribe y se lee en los versos: la poesía no puede ser mentira, y si lo es cualquier buen lector lo detecta a los pocos segundos. En ese sentido la de Sarajlić es deslumbrante, por transparente, pero también por genuina.
 

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