“Detendrán mi río” de Virginia Mendoza Benavente

Detendrán mi río

Detendrán mi río

Mendoza Benavente, Virginia

ISBN

978-84-17678-70-8

Editorial

LIBROS DEL KOL

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“Queda inaugurado este pantano”…: ni siquiera la guerra logró deshabitar Cauvaca. Sí lo hizo, en cambio, el agua.

En las orillas del río Guadalope, cerca de Caspe (Zaragoza), existió Cauvaca. Un terreno fértil, sin cementerio, en el que nacieron y murieron niños, habitaron familias, arraigaron tradiciones y se forjaron sueños. Las paredes que cobijaron cada una de sus historias duermen hoy para siempre bajo las aguas del Embalse de Mequinenza.

Detendrán mi río, de Virginia Mendoza (Libros del KO), es la memoria de Cauvaca y de sus gentes. Se trata de una novela concienzudamente documentada que reconstruye la vida en esta huerta aragonesa desde principios del siglo XX hasta su fin en 1967, año de la inundación. Un lugar marginado al que apenas había llegado el progreso, cuyo destino cambió de pronto, y para siempre, de la mano de ingenieros, topógrafos, planos, obreros, hijos de obreros y hormigón.

Por estas páginas desfilan recuerdos e historias, impregnados de cultura popular pero también enmarcados en su contexto histórico más amplio. De este modo, Virginia Mendoza nos habla, por ejemplo, de cómo el hundimiento del Lusitania significó un antes y un después en la vida de un puñado de familias aragonesas que, por aquel entonces, ni siquiera habían nacido.

Una novela breve que se impone como un homenaje a aquellas familias que, si buscan su hogar, ya sólo encuentran agua:

«A Mercedes los ojos se le fundieron con el cielo y con el agua, sobre todo con el agua. Pasó en lancha sobre los lugares en los que solía correr, labrar, sembrar, recolectar, nadar y desplazarse en pontón. Vio lo que ya no estaba. Vio la torre de su infancia y juventud. Vio los hermanos que nunca crecieron. Vio el árbol que su madre quiso arrancar. Vio la fontaneta de la que nunca, ni siquiera bajo el pantano, dejó de brotar el agua. Vio todas las serpientes que no llegó a cazar. Vio la escuela en la que dijo a la maestra que se cortara la mano. Sopló el cierzo y el sombrero que llevaba Mercedes echó a volar y fue a parar al agua.

—Pero solo perdí el sombrero en el embalse. Nada más.»

Alfredo Quirós, librería Cervantes (Oviedo)