“En esta casa” de Alberto Conejero

En esta casa

En esta casa

Conejero, Alberto

ISBN

978-84-121526-0-9

Editorial

Letraversal

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De la poesía se podría decir exactamente lo que Alberto Conejero (Vilches, Jaén, 1978) dice de sí mismo: “yo soy aquello / que aún no existe y sin embargo / me aguarda desde siempre / confiando”. La poesía no existe: es una quimera, un horizonte, un ideal al que apenas nadie se ha aproximado: lo que hacemos es buscarla, arañarla, y a eso lo llamamos “poesía”, como si ese proceso se hubiera culminado. Igual que los viajeros dicen que la meta está en el camino, en la poesía el tesoro está en la búsqueda, el tesoro es el mapa. No sabemos qué podría haber más allá.

Por otra parte, quienes al final merecen ser deslumbrados son aquellos que más lo han anhelado. En ese sentido el dramaturgo, poeta y crítico Alberto Conejero parece infatigable, incluso iluso en su desproporcionado afán de vida y de plenitud (desproporcionado en cuanto a que la vida no suele poder estar a la altura de ciertas exigencias). En su primer libro, Si descubres un incendio, se recordaban con explícita nostalgia “los días en que el amor estuvo / y nosotros con él en esta casa”. No sé si es de estas tres últimas palabras de donde procede el título de su segundo poemario, publicado a comienzos de 2020 como primer título de la nueva editorial malagueña Letra Versal, pero ya se apuntaba allí una decepción, el reverso de lo que fue perfecto, la herida que sigue a la alegría con naturalidad perfecta. Nadie debería declarar una guerra sin tener asumido que la puede perder, y la guerra que, en cierto sentido, Conejero parece haber declarado a la realidad (o cuando menos a cierta realidad) es una guerra perdida, una guerra ideal. Para empezar las guerras con la memoria de otras guerras (“Vais comprendiendo qué significa julio / qué significa España”…, dicen los primeros versos de En esta casa), pero también con el tiempo, con el desamor, con la indiferencia universal ante las cosas relevantes, o con uno mismo y con sus contradicciones.

Y sin embargo, y eso es lo que importa, el balance de la poesía de Conejero, al menos hasta hoy, con sus dos primeros libros, no es en absoluto amargo. Es, como mucho, melancólico, pero alguien definió la melancolía como “la alegría por estar triste”. Simbólico pero cercano, Conejero va levantando una poesía observadora, hipersensible y llena de buenas citas que dejan una sensación de serenidad laboriosa, de conformidad rebelde, si se pueden admitir esas paradojas. Entre la obediencia ante las cosas inevitables y la oposición a las injusticias evitables, su palabra retumba desde tiempos muy anteriores a él mismo, consciente de la Historia y de la cultura, testigo de la tradición y, en cierto modo, su continuador, su prolongación. Y en la balanza, sin ignorar las agresiones del tiempo o de los otros, vence la gratitud, como cuando dice (en un arrebato muy “lorenzolivaniano”) que “no es esta sombra / derrota de la luz sino su indicio”.

[Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan‘]

 

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