"Introducción al límite" de María Alcantarilla

Introducción al límite

Introducción al límite

Alcantarilla Ramos, María

ISBN

978-84-17453-17-6

Editorial

Fundación José Manuel Lara

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Tal vez la principal fatalidad de la poesía es que busca con cierta desesperación algo que no sabe lo que es, que necesita algo incierto, que vive anhelante de algo indeterminado. Es difícil salir al encuentro de algo que no ha sido definido, y ese apetito, por definición, nunca se sacia. Así de despistados andamos desde la Antiguëdad, haciéndonos preguntas, tratando de comprender los diferentes procesos, de desmenuzar el tiempo personal y colectivo, de desentrañar cómo funcionan los afectos y los desafectos, o cómo las cosas progresan y se corrompen, o cómo… Mejor o peor instalados en la realidad, con mayor o menor tendencia a la serenidad o al agobio (y, con ellas, a apaciguar o enervar a sus lectores), los poetas rastrean lo que ven y lo que imaginan, lo que saben y lo que recuerdan, sintiéndose incompletos hasta dar con la palabra que pueda, provisionalmente, tranquilizarles y comunicarnos. Gentes de corazón insuficiente o, al contrario, sobrados de intensidad, tratan de explicarse y de explicarnos cosas, de revelar verdades importantes, de tocar el corazón del misterio. Hay quien piensa que hay demasiados premios de poesía, pero nosotros pensamos que, muy al revés, son muy pocos para tanto afán…
En fin, hablando ya muy en serio, hace dos años el Premio Hermanos Argensola, del Ayuntamiento de Barbastro (Huesca), reveló a una poeta sevillana de 1983 al premiar su segundo libro, La edad de la ignorancia. María Alcantarilla había debutado en 2014 con Ella: invierno, un libro que ya barajaba la prosa y el verso y que mostraba a una poeta muy particularmente consciente de lo que se traía entre manos, y que instaba en cierto modo, pero también explícitamente, a “decidir entre la vida de verdad / y la no vida”, asunto que es nuclearmente poético, acaso el centro mismo de la cuestión. Pero en La edad de la ignorancia las cosas, aunque sólo aparentemente, se relajaban y se coloreaban un punto, se amplificaban y se hacían menos apremiantes, más laxas y amables: “Qué importa ser mayor o ser un niño / si al cabo la verdad siempre nos busca, / nos anda persiguiendo hecha una sombra, / una voz, / un día de lluvia; / qué importa la tristeza de ser tú / si esa verdad te grita la alegría / y a cambio no te pide nada más, / sólo que existas”.
Ahora la poeta insiste con un nuevo libro, y desde el primer poema leemos un “Incluso a media voz, suena el silencio” que da una de las claves de lo que encontraremos después: los muebles de la tradición poética quedan bien guardados en los versos de María Alcantarilla, que sin embargo está también muy bien instalada en la melodía contemporánea, eslabón autoexigente de esa cadena que sabe que la poesía es, a un tiempo, una tarea imposible y una tarea necesaria. La aceptación de la vida como es y, con ella, de la muerte, alcanza en este libro una conformidad que es casi, no diremos que lasciva, pero sí desde luego reconfortante en su paz, en la insinuación de unos ciclos que, aunque “No hay luz que sepa estar eternamente”, apuntan hacia un nuevo concepto de eternidad, a través de la regeneración. “La enfermedad no existe”, llega a afirmarse, y hay algo netamente estoico en la actitud invencible de quien ha acertado a colocarse en ese punto, no por inexperiencia (la edad de la ignorancia quedó atrás), sino, al contrario, por intuición de algo que es atemporal, como la propia palabra que intenta expresarlo. El concepto habitual de tiempo sale bastante lesionado de estos poemas, que casi lo desprecian, lo desdeñan, se desentienden de sus tradicionales tiranías. La degeneración se alza, provocativamente, como nueva oportunidad: “Quizá la enfermedad sea otro lenguaje. / Quizá aquel hombre sepa / que ha llegado el momento / de intentar aprender un nuevo idioma”. No alejada de la metapoesía o de la filosofía del lenguaje, Alcantarilla pone muy cerca lo que se dice de lo que se siente o de lo que, secretamente, se sabe, casi con la fe de un creyente. El cómo se vive y el cómo se dice todo eso que se va viviendo son hermanos, hilos que inevitablemente se trenzan.
2019, en lo que a la poesía se refiere, comienza, pues, por todo lo alto. Ojalá sea un año para aprender y disfrutar.

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