"La danza de los demonios", de Esther Singer Kreitman

La danza de los demonios

La danza de los demonios

Singer Kreitman, Esther

ISBN

978-84-16461-20-2

Editorial

Xordica

Donde comprarlo

Entre los teóricos de la literatura es un hecho asumido que la novela es el medio más eficaz para contar la Historia, y no por lo que pueda tener de atajo sino por su fuerza simbólica. Pero nos referimos, por supuesto, exclusivamente a las buenas novelas, a las documentadas, a las comprometidas con la realidad, a las honradas, a las conscientes de lo que hacen, y, aunque los historiadores recelan incluso de éstas, lo cierto es que, por ejemplo, Primo Levi o Jorge Semprún ya demostraron en lo que respecta a la literatura concentracionaria que, para intentar entender de verdad lo que sucedió en Auschwitz, hay que recurrir, curiosamente, a la ficción, por lo mismo por lo que sólo en Tolstói leeremos qué sucedía en las trincheras rusas durante la invasión napoleónica, o nadie nos ha metido mejor en la batalla de Waterloo que Stendhal. Es simplemente que poniendo personajes ficticios y situaciones inventadas en contextos trágicamente reales se logran alegorías que explican lo que sucedió de un modo más vívido y nítido que cualquier estudio exhaustivo, estadístico, técnico…
Incluso cuando uno se propone contar su vida, si ésta se ha visto especialmente condicionada por sucesos históricos comunes, conviene que lo haga recurriendo a artificios que, lejos de ser un comodín, o una trampa que pueda justificar peripecias extraordinarias o exageraciones, en el fondo delatan que uno es consciente de que la realidad tal cual no se puede contar, que “las cosas como fueron” siempre quedarán incompletas por inasibles (si es que no distorsionadas por muchos motivos), mientras que en el territorio de la literatura uno es soberano. Es, volviendo al territorio de los campos de concentración, lo que se propuso y logró David Vogel en su testimonial Todos marcharon a la guerra (reseñada en su día en Los Libreros Recomiendan).
Los mismos traductores de Vogel, Rhoda Henelde y Jacob Abecasis, han traducido ahora del yiddish, y de nuevo para la editorial Xordica, otro magnifico ejemplo de literatura testimonial, de autobiografía indirecta, de libro de memorias disfrazado de novela de formación. Ser mujer y ser judía y vivir en el siglo XX fue con demasiada frecuencia una combinación peligrosísima, y aunque la originalmente polaca (pero londinense por adopción y matrimonio) Esther Singer Kreitman no sufrió los peores destinos de su pueblo, sí vivió otras tragedias privadas que cuenta en La danza de los demonios de un modo poderoso e inolvidable. Esther Singer Kreitman era la escritora favorita de su hermano pequeño, el Premio Nobel Isaac Bashevis Singer, según éste declaró en alguna ocasión, y la verdad es que leyendo su propia crónica entendemos por qué, ya que en ella hay esa mezcla de celebración y amargura, de alegría y cabreo, de pasión por la vida y odio hacia todo lo que la obstaculiza sin motivo que ha caracterizado buena parte de ese tipo de relatos personales y, si nos metemos en estudios de género, también la literatura escrita por mujeres.
Singer Kreitman acierta a contar la infancia con ojos de niña (“De pronto llegaban carros desde las aldeas, cargados con todo lo que podía haber en el mundo”…) y la madurez con ojos de adulta, yendo de la sorpresa a la experiencia, de la levedad al dolor, de la frustración por las limitaciones sociales por ser niña a la rabia por las afrentas universales por ser mujer, y ese contar las cosas según la perspectiva de cada tiempo, que podría parecer una obviedad, es algo no tan frecuente y, si se sabe hacer bien, un acierto muy valioso.
Pero como afirma el escritor ecuatoriano Leonardo Valencia en su recién aparecido Moneda al aire, “una novela siempre va más allá de lo que meramente cuenta o promete contar”, y La danza de los demonios, como gran novela que es, también llega más lejos de lo que su propia autora se propuso, y se convierte, emparentada con otras grandes narraciones ajenas, en una pieza que nos faltaba para ampliar el dramático puzle de la Europa de aquel tiempo. El mundo es un lugar descabellado, y tal vez cada día más, pero muchos libros nos recuerdan que aquello de que “cualquier tiempo pasado fue mejor” es muy inexacto. La literatura judía nos habla casi siempre de esto, pero hay obras que, por encima del dolor y del grado insoportable de sufrimiento, logran transmitir una extraña y profunda alegría. Esther Singer Kreitman está en esa lista de un modo sobresaliente, y que su obra, tan mal conocida en España, comience a circular entre nosotros es algo por lo que nos tenemos que felicitar.

Feedback

2 thoughts on “"La danza de los demonios", de Esther Singer Kreitman

    Deja un comentario