“Orient-Express” de Mauricio Wiesenthal
Es realmente una feliz –felicísima diría yo– circunstancia, encontrarse con esta pequeña joya entre las manos.
A medio camino entre el ensayo y el libro de memorias, conjugando a partes iguales la nostalgia por un tiempo ya definitivamente desaparecido y el amor al lujo –entendido éste no como la ostentación gratuita y sin sentido sino como el disfrute de los pequeños detalles, del buen gusto, del bienestar–, Mauricio Wiesenthal ha escrito un excelente libro sobre el Orient-Express, el famoso tren que durante décadas reinó por derecho propio entre los medios de transporte que permitían viajar de una punta a otra del continente. Un libro que quiere ser también un homenaje sincero y sentido a una Europa que fue y de la que apenas queda nada. El resultado es un libro redondo cuyos personajes son los viajeros que atravesaban grandes territorios en vagones que eran un fiel reflejo de aquella Belle Époque que desaparecería décadas más tarde con la llegada del convulso siglo XX, sus guerras, dictaduras y demás. Un homenaje igualmente a las personas que hacían posible ese sueño que fue el Orient-Express, maquinistas, fogoneros, camareros, cocineros, gentes cuya profesionalidad y buen hacer eran su mejor carta de presentación.
Se trata de un libro escrito desde la erudición de los grandes escritores de la tradición europea, esa que tanto nos gusta. Por sus páginas aparecen referencias constantes a la vida cultural de entonces y sus principales representantes en todos los campos: la música, el cine, las artes plásticas, la literatura, la ciencia… El autor describe multitud de historias a la manera como nos contaban nuestros mayores, amores, desamores, traiciones, huidas desesperadas, historias de amantes, de espías, personajes excéntricos, amantes del arte, de la buena cocina y los pequeños placeres de la vida, por estas páginas se dan la mano personajes tales como Colette y Proust, Sarah Bernhardt y Agatha Christie, Josephine Baker y la Bella Otero, Isadora Duncan y Coco Chanel, Blasco Ibáñez y Graham Greene, Wilde, Zweig, Freud, Diaghilev, Mahler, Debussy, la realeza del momento, Isaac Peral y hasta el loco de Szilveszter Matuska…
Más allá de lo anecdótico, este libro no es solo una reivindicación del tren como medio de transporte tradicional frente a otras modernidades como el avión y el coche, que obligan al viajero a la inmovilidad frente a la comodidad y libertad de tránsito de aquel, sino que además es una reivindicación de este medio, y en concreto del Orient-Express, como representante de toda una tradición cultural y así mismo de una actitud ante la vida. La vida concebida con lentitud frente a la prisa actual –en sus inicios era necesario invertir días en alcanzar destinos que hoy recorremos en escasas horas y que transforman nuestra experiencia viajera–; la vida como acumulación de experiencias sensoriales que requieren tiempo y pausa para ser disfrutadas –el autor describe con deleite los exquisitos platos que se preparaban en las cocinas del Orient-Express: ostras de Marennes, pularda imperial, velouté de langosta, trucha a la Chambord, patatas dauphine, mantequilla de Isigny, codornices asadas, vinos olorosos…–; así mismo reivindica el valor del trabajo manual frente a la producción en cadena, impersonal y utilitaria –Wiesenthal describe cada detalle decorativo de los vagones, las marqueterías de maderas nobles decoradas con exquisitos relieves hechos a mano, las sábanas de hilo en las camas de los compartimentos, el terciopelo prensado de los asientos y los sillones, la vajilla de fina factura…–. Eran otros tiempos y otra forma de viajar. El viajero de los siglos XIX y XX ha dado paso al turista del siglo XXI.
Es cierto que este tren sigue circulando en la actualidad pero el contexto es otro y la intención también. Lo que antaño fue un medio de transporte lujoso ideado para cubrir grandes distancias (de Londres a Estambul, pasando por París, Viena, Milán, Venecia, Rumanía) hoy día, con las múltiples opciones disponibles –que hasta se puede viajar a la luna en cohete espacial– es quizá una reliquia del pasado, un reclamo turístico más, eso sí, sólo apto para bolsillos holgados.
Conviene añadir, por si no se ha adivinado ya, que se trata de un libro entretenidísimo, de esos que se disfrutan desde la primera página hasta la última, sin excepción. Un libro para leer y releer. Un libro que nos lleva de una historia a otra sin descanso, sin paradas, ni falta que hace porque estas historias crean adicción, no cansan, abrir las páginas de este libro es como ir al cine a ver una buena película, excitado por la perspectiva de unas horas de disfrute en las que sólo hay que arrellanarse en el sillón y dejarse llevar… Ya lo adelantamos al principio: este libro es una pequeña joya, una muestra más del buen oficio al que ya nos tiene acostumbrados esta editorial. No se puede pedir más a cambio de tan poco.
Y aquí lo dejamos porque el tiempo apremia, imaginemos un andén cualquiera en la Gare de Lyon a comienzos del siglo pasado, baúles, viajeros, jefes de estación, guardavías, despedidas, abrazos y promesas de carta… les invito a subirse a este tren y a dejarse llevar por el traqueteo… en voiture, s’il vous plait!
Ester Vallejo, Librería Jurídica Lex Nova (Madrid)