“Preciadas cartas. 1932-1979” de Gabriela Mistral, Victoria Ocampo y Victoria Kent

Preciadas cartas (1932-1979)

Preciadas cartas (1932-1979)

Mistral, Gabriela / Ocampo, Victoria / Kent, Victoria

ISBN

978-84-17950-37-8

Editorial

Editorial Renacimiento

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Si entendemos la literatura como el conjunto de aquellos textos que contienen un especial poder significativo, una capacidad de preservar para el futuro algo relevante o revelador de un tiempo, de una sensibilidad, de una experiencia colectiva o privada…, hay pocas dudas de que la epistolar es probablemente la línea literaria más expresiva, la más directa, la más próxima a la realidad. Y, curiosamente (y como sucede en el caso de los diarios íntimos), es cuando no estaba en la voluntad de los escritores de cartas el escribir algo duradero cuando la literatura suele irrumpir con más fuerza, ya sea en un dato decisivo sobre algún acontecimiento histórico, ya en un detalle cotidiano diminuto. En literatura la subida al poder de Napoleón no es necesariamente más relevante que un cambio de macetas. Y allí están las cartas para atestiguarlo. Las cartas como refugio inesperado de la Historia, de la poesía y de la crónica de la intimidad.

También en ese sentido es la correspondencia cruzada entre tres personas tan principales como Gabriela Mistral, Victoria Ocampo y Victoria Kent (más otras amigas intermitentes que se van sumando a sus vidas) un verdadero festín de noticias, pistas, complicidades y testimonios importantes. Ya los textos preliminares (casi doscientas páginas) en los que las editoras del volumen -Elizabeth Horan, Carmen de Urioste Azorra y Cynthia Tompkins- despliegan semblanzas particulares de cada una de las tres escritoras adelantan ya (y a veces completan) muchas de las cosas que vamos a leer, a veces sugeridas o veladas, en las cartas, bien contextualizadas e interpretadas. Directamente comprometidas con diferentes tipos de libertades, la chilena, la argentina y la española se buscaron y se estimaron durante décadas, y recurrieron unas a otras en momentos difíciles (no tanto para ellas como para otras y otros) para aprovechar posibilidades diplomáticas, interceder por personas en peligro, solicitar textos de todo tipo o, en fin, hacerse favores. Conscientes de los papeles más o menos privilegiados que la Historia les había concedido, jugaron sus cartas con habilidad y éxito. Aparte estaba el afecto personal, que aquí vemos crearse y crecer, aunque el círculo de secretarias, amigas y novias se va ampliando y complicando. Detalles interesantes, aquí y allá: Mistral se atribuye en algún momento “alegría izquierdista”, Kent declara al comienzo de la Segunda Guerra Mundial que “llegado el caso, para los españoles de mi significación, será un deber ponerse al servicio de Francia por lo que la causa de Francia significaría en esos momentos para el mundo”… y Ocampo, a la altura de 1953, no quiere ni oír mencionar a Perón, lo cual es imposible por omnipresente.

En febrero de 1939 Mistral declara a Ocampo que “siempre creo que estoy tocando fondo en la pesadilla española, pero siempre quedan heces más profundas. Usted ha visto a los comodones, a los cuidados Ortegas, a los Barojas en pantuflas, a los Marañones parteros de princesa. Pero hay otra lonja en emigrados” (p. 347)… Es un detalle significativo sobre cómo se interpretaron “en directo” los diferentes destierros (y, después pero demasiado pronto, el regreso a España de Ortega, tan amigo de Ocampo, daría también pie a irritados ríos de tinta), y hubiera merecido una nota al pie algo menos disparatada que la que aquí leemos.

Las implicaciones de estas cartas. como bien explican sus editoras, llegan mucho más lejos de lo que aquí se puede apuntar. Al margen de la Historia colectiva, las intuiciones y conclusiones sociológicas que se pueden sacar cómo se vivía (o se asistía a) la homosexualidad femenina en tres contextos diferentes, o sobre la vida carcelaria en dos, o sobre la dimensión simbólica que podía llegar a adquirir una poeta premiada… son múltiples pero nítidas. Hay muchas “novelas” detrás de estas cartas, diseminadas en tiempos, espacios y circunstancias muy diversas. Testimonio directo, pues, no de un tiempo, sino de muchos, sucesivos pero también solapados por la personalidad y la sensibilidad de las protagonistas.

[Y esta misma tarde, en la librería Los Editores, habrá una lectura dramatizada de algunas de estas cartas]

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