“Sobre literatura y vida” de Antón P. Chéjov

Sobre literatura y vida

Sobre literatura y vida

Chéjov, Antón P.

ISBN

978-84-8393-266-7

Editorial

Páginas de espuma SL

Donde comprarlo

Hablemos hoy de Chéjov, que es algo que todo lector que se precie debería hacer con cierta frecuencia. Sin ánimo de frivolizar, diríamos que en las librerías, más que una sección de “Clásicos” deberíamos tener, como en las tiendas de ropa, una de “Básicos”, y allí estaría siempre nuestro viejo e infalible amigo Antón P. Pues un clásico, más que alguien que te lo explica todo, es alguien que te invita, o incluso te obliga, a replanteártelo todo.

Páginas de Espuma, que ya lleva publicados dos volúmenes de la obra breve completa del autor (los tramos que corresponden a 1885 y 1886, sus fecundos años de debut, en los que se contabilizan casi seiscientos relatos, y la obra entre 1887 y 1893), publica ahora uno de esos útiles libros misceláneos en los que, tomando fragmentos de aquí y de allá (entre los cuales hay incluso testimonios de terceros), se reconstruye con buena nitidez el pensamiento de un autor. En este caso, Jesús García Gabaldón ha prescindido de la narrativa y del teatro de Chéjov y ha buceado en su inmenso epistolario, así como en los cuadernos personales, editados dentro de la monumental edición rusa de la obra completa (en la que las cartas, por cierto, ocupan doce volúmenes). Además, el editor coloca al frente una brevísima pero ajustada reflexión general sobre la importancia de Chéjov, y una cronología sucinta de sus cuarenta y cuatro años de vida. En Chéjov todo fue breve, excepto su talento y su producción total.

Lo que al cabo obtenemos es, como decíamos, una condensación de la filosofía literaria de Chéjov, expresada por él mismo a sus interlocutores. Lo que en sus cuentos sólo insinuaba (sin permitirse jamás, como es bien sabido, digresiones metaliterarias o expresar claramente su propia perspectiva ideológica sobre las cosas) aquí se deja decir directamente. Su obsesión por retratar la vida real de hombres comunes, ya fueran éstos zares o fogoneros, se apoya en unas intenciones eminentemente morales: reflexionar sobre lo que somos, o ver en escena a personas que son y sienten como nosotros, es algo que nos hará pararnos a pensar sobre nuestras existencias, nos ayudará a entender lo bueno y lo malo, y de ello se derivará que nos propongamos ser mejores. Ésa sería la cadena esencial. Pero, como decía Emily Dickinson, a la verdad no hay que llegar de frente, sino dando rodeos: eso es la literatura.

“Odio la mentira y la violencia en todos sus modos”, afirma, alineándose espiritualmente con Tolstói, al que admiraba por encima de todos los autores (“cuando en la literatura existe un Tolstói, es más fácil y agradable ser literato”). Anhela ser más indiferente a las cosas, o eso dice, pero en el fondo se ve tremendamente implicado en su sociedad, sufre ante las injusticias, reflexiona sobre qué puede hacer él para suavizarlas, consciente de que “Quien no consigue algo con ternura tampoco lo conseguirá a la fuerza”, Y, en lo estético, también es mucho más sutil que cuando afirma, que “divido las obras en dos clases: las que me gustan y las que no me gustan. No tengo otro criterio”, callando que hay muchas condiciones y casi preceptos que determinan si una obra le gusta o no.

En este libro se recoge un poco, así, la trastienda creativa de Chéjov, la sala de máquinas, el profundo pozo teórico del que saldrá, cristalina, el agua de la creación. Es, pues, un libro para los más curiosos, para los siempre incisivos, para los eternamente sedientos.

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