“¡Toc! ¡Toc!”, una idea feliz

La memoria de la literatura infantil y juvenil está comenzando a ser no ya estudiada y analizada desde ámbitos académicos, si no a ser expuesta y difundida para su puesta en valor por su papel en la generación de experiencias lectoras pero también, y sobre todo, para disfrute y enganche de nuevos públicos. Es lo […]

Por en Buenas prácticas

La memoria de la literatura infantil y juvenil está comenzando a ser no ya estudiada y analizada desde ámbitos académicos, si no a ser expuesta y difundida para su puesta en valor por su papel en la generación de experiencias lectoras pero también, y sobre todo, para disfrute y enganche de nuevos públicos.

Es lo que acaba de suceder en Santander, donde una exposición conmemorativa sobre los 50 años del álbum ilustrado nos ha deslumbrado por su selección y hechuras.

Niños, familias y todo tipo de públicos han vivido una preciosa experiencia con “¡Toc! ¡Toc! 50 años de álbum ilustrado”, un recorrido histórico entre 1970 y 2020 por un formato que ha influenciado nuestra forma de leer y nuestra mirada, y que constituyó un homenaje a los pioneros del álbum, como Bruno Munari o Maurice Sendak. 

Esta exposición ha supuesto, además, un ejemplo de buenas prácticas en la colaboración entre sector público y privado, que queremos destacar dentro del Laboratorio de Buenas Prácticas, proyecto desarrollado por el Grupo Kirico, con ayuda del Ministerio de Cultura.

En la organización de esta muestra confluyeron las ideas y los intereses de la Librería Gil de Santander, que trabajó muy estrechamente con Miguel Losada del estudio de diseño gráfico Pizzicato, de la Biblioteca Central de Cantabria y de la Dirección General de Acción Cultural, resultando una de las exposiciones más visitadas y disfrutadas en la trayectoria de la biblioteca.

Quizás, como decía Alexia Luiña, directora de la Biblioteca Central de Cantabria, es que “conectaba con todo tipo de público. Por una parte, no suele haber exposiciones para niños y, cuando las hay, no llegan a los adultos. Como planteaba un recorrido histórico, había adultos que podían acordarse de su infancia, otros descubrían datos y detalles que desconocían y, como era muy interactiva, muy participativa, consiguió llegar a todas las edades.”

DEL CONFINAMIENTO A LAS PUERTAS ABIERTAS DE MUNARI

Mariola Campos es librera y apasionada de la literatura infantil. Lleva catorce años trabajando en la sección infantil de la Librería Gil de Santander, alimentando un blog y, durante la pandemia, cuando todos estuvimos tres meses encerrados en casa, empezó a pensar qué proyectos podrían hacer.

“Me di cuenta de que había una serie de fechas coincidentes entre los clásicos de la LIJ y comencé a hacer una selección de álbumes ilustrados, de autores pioneros”, explica. 

Mariola recuerda que “la idea inicial era hacer una exposición en la librería, con un contexto de fechas y autor, pero como había salido una selección inmensa, primero 200 álbumes que más tarde se quedaron en 100, nos dimos cuenta de que era un proyecto muy ambicioso, muy bonito, que requería algo más, que tuviese una visibilidad especial.” 

Y es ahí, en esa búsqueda de un mayor relieve, cuando se plantea la colaboración de las instituciones públicas. Mientras que Mariola fue la comisaria, de las gestiones administrativas se encargó Paz Gil, quien planteó el proyecto a la Dirección General de Acción Cultural y esta a su vez, a la Biblioteca Central de Cantabria.

“Llevamos años colaborando con las bibliotecas y hemos visto cómo las bibliotecas han tenido la deferencia de mencionar a la librería en los premios María Moliner, lo que supone un empujón y un reconocimiento. Este ha sido un proyecto que ha contado con la implicación de los organismos. Para la librería supone un esfuerzo, son muchas más horas de trabajo, y este tipo de proyectos los puedes asumir cuando tienes un respaldo económico porque te tienes que adaptar a los trámites y ritmos de la administración. Aunque, al principio, lo más difícil fue convencerles de la necesidad de invertir los 15.000€ del coste de la exposición, se ha comprobado que ha merecido la pena. Ha sido increíble la participación de familias y colegios”, considera. 

Para Alexia Luiña, uno de los aspectos más interesantes ha sido el cruce de públicos entre librería y biblioteca.

“Ha habido gente usuaria de la biblioteca que luego ha ido a la librería y al revés. Las dos partes tenemos beneficios en este tipo de colaboraciones. Es una forma de aprovechar el trabajo que hacemos las dos instituciones, que somos diferentes, es una forma de complementarnos y no solaparnos.

Mientras que la trayectoria de la Librería Gil ha aportado un extra en la difusión, convocando a un público muy heterogéneo, la dinámica de la Biblioteca, con visitas escolares y la presencia de personas mayores y familias, ha sido un excelente complemento.

Además, la exposición contó con talleres, visitas de profesionales de las bibliotecas de la provincia y dentro de la sección infantil, las bibliotecarias crearon un centro de interés y un catálogo digital con los libros de la exposición que están presentes en el fondo, organizados por edades.

“Ha sido una situación inédita. Hay días que nos hemos sentido desbordados con tanta gente”, recuerda Alexia.  

UN RECORRIDO INTERACTIVO

Esta exposición se concebía como un homenaje a los creadores de álbum ilustrado. Tanto a los autores, que fueron muy valientes y arriesgados, como a los editores que los apoyaron y a los traductores que nos han permitido leerlos en nuestras lenguas. 

Aunque el grueso de la muestra contenía obras publicadas entre 1970 y 2020, ordenadas cronológicamente en los distintos paneles de madera, había una sección propia para los precursores, como Bruno Munari, en quien se inspiraron las puertas que niños y mayores tenían que abrir para descubrir las distintas sorpresas; y también Judith Kerr (“El tigre que vino a tomar el té”), Maurice Sendak (“La cocina de noche”) o Leo Lioni (“Frederick” o “Nadarín”). 

Además, había obras de Tomi Ungerer, Adela Turín, Janosch, Rosemary Wells, Arnold Lobel, William Steig, Shel Silverstein, Anthony Browne, Eric Carle, Margaret Wise Brown Kitty Crowther, David McKee, Tomie de Paula, Janosch, Oliver Jeffers, Quentin Blake, Jan Falconer, Gabriela Keselman, Asun Balzoa, Javier Sobrino, Margarita del Mazo y Guridi.

Mientras los más pequeños abrían puertas, leían los libros de cabo a rabo o interaccionaban con los personajes de los photocall, los adultos podían descubrir multitud de anécdotas relacionadas con los autores, y situarlas en su contexto histórico: álbumes llevados al cine, la primera ilustradora española, el primer protagonista de color…

Además, con la colaboración de Maleni Gil, integrante de la librería y coleccionista de libros pop up y ediciones especiales, la exposición se complementaba con vitrinas con algunas de estas joyas editoriales; y se incluía también un homenaje a la autora Susanna Isern, residente en Santander.

LA IMPORTANCIA DE LA COLABORACIÓN

¡Toc! ¡Toc! ha sido una experiencia excitante pero breve.

Su desmontaje fue el pasado 30 de abril, y la Biblioteca Central de Cantabria trabaja ahora en el calendario de itinerancia de la exposición, todavía no definido, con la adaptación de los distintos módulos a los espacios de las bibliotecas municipales de la región.

“Como ha tenido mucha repercusión, nos la han pedido también de Santiago de Compostela, Canarias y Castilla y León”, comenta Alexia, quien prevé que cuando todo termine, “reutilizaremos algunos paneles de los personajes de los libros para decorar la sección infantil”. 

Otra idea que ya están llevando a cabo es la extensión a las escuelas a través de maletas viajeras para “prestar lotes en conjunto a colegios o a otras entidades sin ánimo de lucro para que vayan rotando entre los alumnos y que conozcan obras referentes en literatura infantil.” 

Desde la Librería Gil también piensan en cómo seguir disfrutando de ¡Toc! ¡Toc!, quizás a través de la impresión de un catálogo que no tuvieron tiempo de elaborar ni de imprimir, y dado que “la relación es buena y hay que estimularla más”, como dice Paz Gil, ya están pensando en nuevos proyectos, tal vez sobre cómic o clásicos ilustrados. 

El ejemplo de esta muestra como colaboración entre librería y biblioteca también ha sido destacado por el Consejo de Cooperación Bibliotecaria, quien afirmaba que “fomentar la animación a la lectura y aumentar el número de lectores y lectoras nos beneficia a ambas. Por lo tanto, las bibliotecas deberíamos estar receptivas a las propuestas que nos puedan llegar de las librerías del entorno.”

Y añadía: “queremos poner énfasis en la importancia de las alianzas de las bibliotecas con otros agentes del sector, como un medio fundamental para identificar nuevas audiencias y, por tanto, potenciales usuarios y usuarias para nuestras bibliotecas”.

Sonia Domínguez / Fotos: Ana Martín