Entrevistas

Cuestionario librero 101: David Rodríguez [La Estrella de David]

Aunque en alguna entrevista anterior el músico David Rodríguez ha mostrado su desconfianza o su fatiga ante el término “indie”, lo cierto es que, para entendernos, eso es lo que hace, y lo hace como pocos. Ha desarrollado varios proyectos personales: el primero, Beef; el último, La Estrella de David (con el que en 2018 […]

Aunque en alguna entrevista anterior el músico David Rodríguez ha mostrado su desconfianza o su fatiga ante el término “indie”, lo cierto es que, para entendernos, eso es lo que hace, y lo hace como pocos. Ha desarrollado varios proyectos personales: el primero, Beef; el último, La Estrella de David (con el que en 2018 ofreció Consagración, un disco memorable), y últimamente se ha aliado con nuestra admirada Maria Rodés en una aventura de naturaleza pop que dará lugar a un prometedor disco en otoño (del que ya se han adelantado los cortes “Hacer el amor” y “Zombi”). En algún videoclip o alguna entrevista Rodríguez hablaba en su casa, y allí lo vimos flanqueado por copiosas estanterías, algo que se confirma en sus redes sociales, donde se le ha avistado rodeado de las obras completas de Josep Pla, de libros de la editorial Acantilado, de varias tomos de la legendaria colección “Guías de España” de la editorial Destino o del Madrid de Andrés Trapiello… Pero no hacía falta llegar tan lejos en la investigación para intuir que detrás del músico se agazapaba un gran lector: sus letras, como suele suceder entre los mejores practicantes de su género, rebosan poesía tras su aparente intrascendencia, parecen querer decir poco pero están llenas de sugerencias, fingen descuido pero están hechas de tradición y experiencia, arrastran y prolongan la cultura y, en fin, responden a cierto gamberrismo ilustrado, una actitud que, sin contradicción, reconcilia la indolencia con el estudio, el encogerse de hombros con el sumergirse en los libros. Catalán de Sant Feliu, pero afincado en el barrio de Hortaleza, quedamos con David Rodríguez por Legazpi, exactamente en la glorieta de San Víctor, uno de los lugares más ocultos y curiosos (y, de paso, barceloneses) de Madrid. Y la última pregunta de este cuestionario librero la lanzan Bea Fernández y Rafa G. Rivas, de Sputnik (León), una librería muy especial donde Rodríguez, por cierto, una vez tocó.

[Fotografía: David Rodríguez, en Madrid, 6 de mayo de 2021. Fotografía de Juan Marqués.]

¿Cuál fue el libro que inoculó en ti el veneno de la lectura?

Caigo ahora en que, cuanto más viejo, más lector soy. No me puedo poner místico ahí porque la única razón por la que leo más que nunca es, seguramente, porque es de las cosas que más me entretienen, lo que más me saca de mí mismo. También que, si me encuentro leyendo algo que me gusta mucho, es más llevadero el sentimiento de culpa que me provoca ser el campeón mundial de la procrastinación. Incluso, si digo a los demás que leo, piensan que no estoy perdiendo el tiempo. Es un error que crean eso pero allá el prójimo… Siempre he sido de obsesiones, aunque la de la lectura la vivo como una obsesión más mansa. Cuando era adolescente andaba obsesionado con los tebeos; de joven, con el pop rock y esas cosas; de madurito, con el cine… y ahora, ya madurazo, leo mucho. Los primeros que me sacudieron fuerte podrían ser La metamorfosis, de Kafka, y 1280 almas, de Jim Thompson. Siempre me tiró el buen rollo.

¿Hay algún personaje de novela al que te gustaría parecerte (o te hubiera gustado cuando lo leíste)?

No recuerdo haber pensado nunca “joder, quiero ser como este fulano” con respecto a un personaje de algún libro que estuviera leyendo pero, a toro pasado, quizá me gustaría ser como Ukridge, el personaje de Wodehouse. Cumplo dos terceras partes porque soy pobre y soy vago, pero me encantaría, como él, ser también optimista. Eso salva vidas.

¿Cómo eliges tu siguiente lectura? ¿Qué peso tiene la selección de la librería o la recomendación del librero / de la librera en tu decisión de compra?

Suelo obsesionarme con algún tema o escritor y de ahí tiro, no hay más. A menudo, también de las recomendaciones de algunos amigos. Pero, ya sabemos, hay libros, canciones o películas que a mis amigos les tocan no sé qué resorte y a mí plin. Y viceversa. Qué misterio habrá, que diría Raphael.

Sé valiente, por favor: ¿qué lectura “insoslayable” tienes todavía pendiente?

El Quijote, por supuesto. Y, en mi absurdez, me leí estudios sobre la obra de Martín de Riquer y de Riley pero El Quijote no me lo leí.

¿Sabes de algún libro extranjero que habría que traducir con urgencia, o alguno descatalogado o muy desconocido que haya que reeditar para bien del mundo?

Sería feliz si Anagrama acabara la tarea que empezó de traducir todo lo de Jeeves y Wooster de Wodehouse al español. Anagrama o quien sea. Me encanta Wodehouse, ya dije antes. Tendré unos sesenta volúmenes de sus cosas, entre novelas y compilaciones de cuentos. Una de las tardes más felices de mi vida fue cuando, hará ya unos veinte años, aparecieron en la desaparecida librería de viejo de la calle Canuda, en Barcelona, un montón de libros suyos de la colección Al Monigote de Papel, de Plaza y Janés.

Algún vicio inconfesable sobre libros (subrayar, tirar a la basura, robar, gastarte lo que no tienes, esconder los libros que compras para que no te riñan en casa, hacer listas y hasta estadísticas con los libros que lees, leer hasta el ISBN y el colofón…)

No. Sólo el vicio absurdo y contemporáneo de comprar libros que, a la media hora de adquirirlos, sé que no voy a leer en un futuro inmediato. También yo tengo esa pulsión de disfrutar escogiendo en qué gastar el dinero. Y en gastar el dinero después. Tampoco estoy libre de esa minusvalía.

¿Qué tiene que tener una librería para que te apetezca volver a ella?

No soy fan de ninguna librería, la verdad. Me ha gustado siempre mucho chafardear en chamarilerías y librerías de viejo y tenía predilección por la Llibreria Canuda en Barcelona, que cerró hará cosa de diez años. Ahora, cuando me gusta alguna novedad, suelo encargarla en la librería de mi barrio, Mar Negro, en el barrio de Hortaleza, por aliviar un poco mi conciencia comprando en un comercio de proximidad. Esas cosas.

Recomiéndanos, por favor, un clásico (o varios) y un libro reciente.

De clásico voy a decir la perogrullada de los Ensayos de Montaigne, que vale que es un libro de autoayuda para enteraos, pero es que me gusta mucho. Creo que la clava a menudísimo.
Un libro reciente: diría Ya sentarás cabeza, de Ignacio Peyró. Me encanta la limpieza de su escritura, los momentos en los que se pone reflexivo y cómo describe un Madrid pijo que me pilla lejos pero del que me encanta saber. Y es muy gracioso cómo, siendo unos dietarios escritos por alguien entre los veinte y los treinta años, se recrea en una nostalgia de la niñez y la juventud. Es muy Pla y para mí eso es mucho.

[Y la pregunta 10 la lanzan Rafa G. Rivas y Bea Fernández, de Sputnik (León):]

“Sabemos que lees mucho y te gusta la buena literatura, cosa que se refleja en tus letras. Observamos también que algunos músicos del mundo independiente se han inspirado abiertamente en autores como Faulkner, Carver o Loriga para frases o títulos de sus canciones. ¿Qué escritor o escritora fetiche, o qué libro en especial, te ha iluminado de algún modo en alguna composición? Confiesa.”

Pues sí, por supuesto que he fusilado cosas, siguiendo la tradición de los cantantes de pop-rock. Para el último disco confieso haber estirado un verso del poeta Fonollosa, que me gusta mucho y al que conocí, claro, por el disco de Albert Pla. “No merece la pena esforzarse”, era el verso. También, en otra letra que se me atascó, recuerdo haber echado mano de El libro de los muertos, de los egipcios.