“Almanaque de la intemperie” de José Luis Rodríguez García

Almanaque de la intemperie

Almanaque de la intemperie

Rodríguez García, José Luis

ISBN

978-84-121120-6-1

Editorial

papeles mínimos ediciones

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Los alumnos que, allá en torno al 2000, rondábamos la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza nos colábamos más de una vez, en plan “oyente” o con espíritu polizón, en las clases de José Luis Rodríguez García (León, 1949), pues, aparte de su fama como profesor, era el autor de poemas que veinte años atrás, con la intermediación de Gabriel Sopeña, se habían convertido en canciones míticas en la ciudad. A mí, por generación, me decía más “Debes saberlo” que “Cass”, me impresionaba más “la alquimia de los diccionarios” que “la última estrofa de Dylan”, aunque hoy, releyendo Tan sólo infiernos sobre la hierba (el libro de 1981 donde estaba el poema “Cass”), confirmo que allí estaba ya todo lo que hoy sigue funcionando, menos juvenil, más descarnado, pero igual de poderoso y significativo, en Almanaque de la intemperie. Entre el primer libro citado (que no fue exactamente el primero de su obra) y el que comentamos hoy (que, seguramente, no es el último), los lectores habituales de Rodríguez García hemos encontrado verdaderos hitos de la buena poesía, como las primeras páginas de su novela Manos negras, o aquella certeza de que “hasta enfermar es hermoso en esta vida” (en un poema de Luz de Géminis), o aquella declaración de que “odié hasta lo increíble hablar de mí mismo” (algo tan poco de moda en la literatura…) en el Elogio de la melancolía

Llegados a 1993, y a su libro En la noche más transparente, comprendía que “Llego a la edad / en que recordar es solemne. / Ahora tiene el pánico / sentido. / Esperada aflicción para mí: soñé ser marinero y amigo, / o lagarto bajo un sol magnífico, / pero soy, tan apenas, quien evoca / lo que quiso ser”… Ése ha sido el tono desde entonces (y el que había sido hasta entonces, en realidad, en sus poemas de más juventud): escamado con la inflexibilidad del paso del tiempo y con las  cosas del capitalismo (no era raro que fuera un repartidor de cocacolas quien atropellara a “la chica más guapa de la ciudad”), soñador incurable, buscador de ternura (“Acaso el espacio más amado por los hombres”, según se aventuraba en otro poema de Los ojos verdes del búho), oscilando entre la gloria y el existencialismo… sus poemas han sido siempre de una extraña regularidad en forma (que no en extensión) y sobre todo en tono: los versos parecen ser el resultado de la nostalgia de lo nunca sucedido, del estupor producido por lo que quedará para siempre pendiente de ser realizado, una mezcla de imaginación y anhelo, con mucha evocación de ciudades como sinécdoque de todo lo evocable, de amores imposibles o aun indeseables, de aventuras y de tesoros a medio enterrar. A veces se extravía en la cultura (todos sus libros rebosan alusiones a filósofos, escritores, músicos…), como ancla segura para ir intentando entender la propia vida, y lo aparentemente autobiográfico, tímidamente consignado, muy intermitentemente dicho, funciona ante todo como un impulso eficaz para seguir fantaseando. Un pequeño vistazo a la realidad multiplica las ganas de seguir inventando.

En este nuevo libro, editado de forma virtuosa por Papeles Mínimos, volvemos a los poemas más bien extensos, anafóricos, digresivos, acumulativos, enumerativos a veces, liberados y, sobre todo, liberadores. Alguien podría leer aquí un ensayo de claudicación o de despedida por parte de alguien que “va llegando a una edad”, pero lo cierto es que Rodríguez García siempre escribió sobre estas cosas, y siempre lo hizo de este modo. Siempre hubo un poso de amargura que queda amortiguado con una mirada a los tejados, siempre hubo insatisfacción y no sé si alegría, pero sí desde luego la obviedad de que la vida sigue (y qué bonito que el último poema de este libro se titule “Penúltimo poema”, anunciando un futuro tan incierto como probable), aunque siempre se tuvo muy en cuenta la muerte. En este libro, además, el autor se apunta al famoso “tema de España” (insólito en su poesía, si no me equivoco), con un poema ambiguo pero más bien duro, y vuelve a haber poemas de amor difuso, “monólogos” de personajes inventados, una rectificación del mundo y una confirmación de la vida, el buen propósito de perseverar, que no de perdurar.

La obra poética de José Luis Rodríguez García es una de las más originales, libres y constantes que conocemos, el fruto de una insistencia, de una ilusión que, precisamente, se ve reforzada al verse escrita: su poesía no es la constatación de una felicidad, sino felicidad en sí misma por el simple hecho de poder decirse, desarrollarse, desplegarse, toda una vida paralela que calienta o consuela o completa la vida bipolar, magia y tristeza, que tenemos por aquí.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

 

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One thought on ““Almanaque de la intemperie” de José Luis Rodríguez García

  1. Muchas gracias Juan!! Es una reseña maravillosa, todo un recorrido por la poesía de JLRG. Agradecido!

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