“Bohemios del valle de Sesqua” de W.H. Pugmire

Bohemios del valle de Sesqua

Bohemios del valle de Sesqua

Pugmire Wilum Hopfrog

ISBN

978-84-122813-1-6

Editorial

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“El miedo es una de las emociones más antiguas y poderosas de la humanidad, y el tipo de miedo más viejo y poderoso es el temor a lo desconocido”… Esta cita de Lovecraft resume a la perfección el núcleo candente en torno al cual gravita su propia obra. Para el autor de Providence, el terror venía dado por la creación de una atmósfera determinada como principal impulso narrativo, una atmósfera que transitaba entre lo onírico y lo malsano, más que por el entramado argumental o los personajes. En sus decenas de relatos, el terror se aleja del género humano y su planeta insignificante y sus panteones, para ir directamente al encuentro de la otredad, de lo weird, del horror cósmico de un universo hostil e infinito.

Wilum Hopfrog Pugmire, décadas después, recogió el testigo de Lovecraft y supo entender como pocos el sentido de su obra. Su mayor tributo fue la creación de un universo ficticio similar al que construyó el escritor de Providence, poblándolo con la misma extrañeza y las mismas tinieblas, con los mismos sueños y los mismos nombres malditos. Si Lovecraft pergeñó el Valle de Miskatonic y todas las ciudades ficticias que lo jalonan (Dunwich, Innsmouth…), Pugmire materializó su propio rincón encantado, un lugar donde vertió su amor por la poesía y por las figuras de Oscar Wilde, Baudelaire, el propio Lovecraft o Arthur Machen. El Valle de Sesqua se convirtió en ese rincón mágico, que transporta los recuerdos y los sueños del tiempo. En este paraje que atrae a los locos y los ceba con su alquimia impía, el autor hizo transitar personajes inmensos y rotos, así como a los avatares de dioses nacidos del acto de apareamiento atroz de estrellas negras y lunas muertas. Simon Gregory Williams, William Davis Manly o Sarah Paget-Lowe son sólo alguno de esos personajes, sonámbulos en la vigilia, náufragos sin mar. Escucharon la canción del valle y, como Odiseo de regreso a Ítaca, no podían hacer otra cosa que ir en pos de su voz.  Los encontrarás a los pies del monte Selta, resplandecientes de júbilo, atrapados en las ensoñaciones de Sesqua, un ente vivo que sueña y respira, un portal a realidades más antiguas que en la que vivimos. Los encontrarás arrodillados, oferentes como bestias domesticadas, lamiendo las manos del Hombre Oscuro Nyarlathotep, sellando pactos más antiguos que el orden de los mundos.

Pero Pugmire no fue sólo un pastiche de Lovecraft, sino que supo dotar a su obra de un aliento único, poético e intensamente musical. Libre de todos los prejuicios que asolaban la obra de este, los relatos de Pugmire te impregnan con una sensualidad casi empalagosa, se te pegan como el sudor en verano, te embrujan como una bruma que te besa en los ojos y te abre la puerta de los abismos.

Sus mitos no hieden al miasma de la tumba y el túmulo, sino al romero de los montes, a beleño y mandrágora. Brillan con las tradiciones gitanas y las canciones antiguas chilladas al alba en idiomas alienígenas, con las verbenas salvajes donde los vivos bailan con los muertos. Sus historias son magia negra y el reverso repujado de una carta de tarot.

Sergio García, Librería Dorian (Huelva)

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