“El fantasma y la señora Muir” de R.A. Dick

El fantasma y la señora Muir

El fantasma y la señora Muir

Dick, R. A.

ISBN

978-84-17553-75-3

Editorial

Impedimenta

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Dice el diccionario de la Real Academia Española, en una de sus diversas acepciones, que “fantasma” es “la imagen de una persona muerta que, según algunos, se aparece a los vivos”. Esos “a los que se aparece” tendrían la facultad, el poder, la sensibilidad extraordinaria de ver lo que la inmensa mayoría de los humanos no ve, y en lo que, por tanto, no cree.

Cuando una novela anuncia ya desde el título el protagonismo evidente de un fantasma, nos advierte del carácter fantástico de la misma, lo que puede provocar cierto reparo o un rechazo inmediato a los alérgicos al género. Ni fantástica ni gótica, a pesar de, o mejor expresado, precisamente por el fantasma del que trata esta novela: un fantasma de ojos azules, malhumorado y estirado, pero de corazón afable.

La otra protagonista es la señora Muir, que se nos presenta como una mujer menuda y apocada al principio de esta hermosa historia. Al quedar repentinamente viuda y con dos hijos pequeños, la joven Lucy Muir atisba, en el breve paréntesis de soledad concedido por el duelo, la posibilidad de una forma de vida distinta, más acorde con su forma de ser y sentir. Hasta entonces, Lucy se había visto arrastrada por las decisiones indiscutibles de suegra y cuñadas respecto a cada aspecto de su vida. Convertirse en la esposa del único hombre de la familia hacía de ella una intrusa que debía ser instruida y manejada con rectitud, a lo que su juventud y carácter dulce no oponían resistencia.

Tras la muerte de su marido, decide tomar las riendas de su futuro con un ímpetu y una determinación inusitadas que, probablemente, tengan más que ver con el ansia de rebelión contra su familia política que con sus aún inciertos intereses. Resuelve así abandonar la casa familiar ante la escandalizada oposición de sus cuñadas, como primer paso para afrontar una nueva vida de independencia. Se traslada con sus hijos a una casita sospechosamente barata en un pueblo costero de la que el agente inmobiliario se empeñaba en apartarla, sin éxito. Porque Lucy ya ha comenzado a hacer valer sus opiniones, a imponerse con el esfuerzo que sea necesario. Desde que entra en la casa, el fantasma del difunto capitán Gregg, dueño anterior de la propiedad, aparece con frecuencia interfiriendo en sus quehaceres y también en sus pensamientos, a pesar de las reprimendas y la inicial irritación de la viuda, hasta que, poco a poco, se establece entre ambos una relación extraña como sólo puede ser la relación entre un mortal y un espíritu. El fantasmal capitán cuida a su manera de la señora Muir y ésta acepta sus consejos y puntos de vista, a regañadientes a veces, pero sabiendo en el fondo la honestidad con la que se los ofrece. Lucy Muir representa a la mujer valiente y decidida que, rompiendo rígidas y absurdas normas sociales, se atreve a dirigir su vida salvando los obstáculos con los que se encuentran las mujeres de su época en un mundo hecho por y para hombres. Ella y su hija Anna defienden su libertad incluso en contra de Cyril, el hijo y hermano con aspiraciones eclesiásticas, de moral retrógrada, cargado de viejos prejuicios y convencido del papel secundario e insignificante de la mujer. La relación con Lucy va apaciguando el carácter exaltado del capitán Gregg y sólo al final de la historia advertimos cómo un fantasma puede esperar, con eterna paciencia, la llegada de su amada.

Resulta imposible acercarse a esta novela sin tener en cuenta las referencias de la maravillosa película de J.L. Mankiewicz a la que dio pie. Con cierto recelo, además, si se conserva el muy grato recuerdo de Gene Tierney y Rex Harrison, y el poco margen a imaginar rostros y lugares. Pero enseguida se disipan las dudas; de forma espontánea, el lector se relaja y convierte la lectura en un agradable disfrute, en el reconocimiento de una escritura fresca y libre de prejuicios, irónicamente osada y deliciosa. (Y si todos los fantasmas fueran así, de porte y maneras parecidos a los de nuestro capitán, quién no querría ser uno de esos elegidos a los que, de vez en cuando, se les aparece uno).

Olivia Lahoya Cuende, Librería Estudio (Miranda de Ebro, Burgos)

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