“El valle de las mariposas” de Inger Christensen

El valle de las mariposas

El valle de las mariposas

Christensen, Inger

ISBN

978-84-17517-99-1

Editorial

Editorial Sexto Piso

Donde comprarlo

En 2014 la editorial Sexto Piso publicó Alfabeto, un libro de 1981 de la poeta danesa Inger Christensen, a la que sólo se la conocía en España por su discreta presencia en algunas de las antologías de poesía nórdica que con meritoria tenacidad, casi tozudez, ha ido publicando Francisco J. Uriz durante las últimas décadas. Al reseñarlo en su día comenté que Alfabeto era algo definitivamente distinto, mágico y libérrimo, desatado y contenido a la vez, un texto con algo de mantra que presentaba “estribillos” más o menos sutiles, ecos que iban y venían rebotando por el libro y que daban pie incluso hablar de los “temas” abordados en aquellos versos, entre los que estarían los políticos y sociales, es decir históricos, y los naturales o biológicos, es decir filosóficos (o incluso religiosos), pero al final todos mezclados, superpuestos y casi confundidos en un poema con clara vocación de totalidad que sin embargo, y afortunadamente, nunca renunciaba a una preciosa modestia esencial que era doméstica y telúrica a un tiempo, y que, ambiciosa y humilde, intimista y comprometida, oscilaba con acierto y equilibrio entre lo privado y lo colectivo.

Era y es, en fin, un libro que, por sí solo, bastaría para desmentir el descrédito que, no totalmente injustificado, viene viviendo la poesía últimamente, pero lo que no sabía cuando apareció es que Alfabeto venía a ser en cierto sentido la condensación o tal vez la reelaboración de otro poema mayor que Christensen había publicado doce años antes, en 1969, con una repercusión inmediata y clamorosa en su país. Ese extenso poema, titulado simple y misteriosamente Eso, fue también editado por Sexto Piso en marzo de 2015 en heroica edición bilingüe y, leyéndolo, comprobamos que, en efecto, con él la poeta ofreció un primer texto de ambición universal e intemporal que, como magníficamente y sin ninguna exageración explicaba el texto de la solapa, “es una cosmogonía que, a medida que surge, va creando el mundo; es un himno que celebra todas las cosas que existen sobre la tierra; es un tratado poético sobre el origen del lenguaje y del ser; es una reflexión sobre la sustancia misma de la que está forjada la realidad y sobre la percepción que tenemos de ella; es una crítica a las instituciones mentales y políticas que rigen la vida humana”…

Ahora, cinco años después, la misma editorial ofrece las postrimerías de la obra de Christensen, sus dos últimos proyectos (Poema sobre la muerte y El valle de las mariposas, de 1989 y 1991, respectivamente), precedidos de sus libros de 1969 y 1979: Escaleras de agua y Carta de abril, traducido todo por Daniel Sancosmed Masiá.

La poesía de Christensen es fascinante siempre, y Escaleras de agua es, realmente, una buena introducción: allí todo comienza con lo que parece una especie de inventario de las plazas de Roma, para derivar en un poema radicalmente subjetivo, con estructura musical de repeticiones y variaciones, en el que se desmonta el lenguaje y, con él, la realidad. Carta de abril es, en mi opinión, la pieza más magistral de este volumen, una obra que reivindica las “ocurrencias / en un mundo de resultados” y hace que, a través de estribillos y circularidades, parezca fácil escribir poesía sublime: “Quién sabe / si la granada / sabe en su fuero interno / que se llama / de otra manera. / Quién sabe / si yo / quizá me llamo / de otra manera / distinta a mí. / Pienso, / luego soy parte / del laberinto. / Palabras de consuelo / y esperanza de encontrar una salida”… En el Poema sobre la muerte no se hace otra cosa que constatar su inefabilidad, y el ya epilogal El valle de los mariposas es una corona de sonetos “encadenados”, como si justo al final de su vida, al final de su poesía, Christensen decidiese regresar a cierto “orden”, dado que no hay nada más ordenado, cuadriculado e inapelable que morir. Pero lo importante es la lección general, que en verdad convierte a esta mujer en una de las cimas de la poesía universal del pasado siglo, y, entre todos los aciertos, entre todo el talento, entre todo el trabajo, la Carta de abril queda como ejemplo definitivo de cómo la poesía puede conseguir que lo cotidiano se haga trascendente, inextricable y maravilloso: “escribo un poema / en el reverso de un dibujo / que representa algo / que no entiendo”…

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan

Be the first to write a comment.

Deja un comentario