“Los deslumbramientos, seguido de Recapitulaciones”, de Ángel Guinda

Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones

Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones

Guinda Casales, Angel

ISBN

978-84-121535-0-7

Editorial

Olifante Ediciones de Poesía

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Qué profunda, y qué caudalosa, y qué voluptuosa es la poesía de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948), y qué vocación tiene de totalidad. Protagonizada por una especie de hedonismo existencialista, o de fatalismo epicúreo, sus versos nos han ofrecido siempre una visión trágica y gozosa de la vida, una conciencia de la muerte que hace más apremiante todavía la necesidad de vivir.

Que la muerte es desde siempre la presencia más constante y poderosa en la obra del zaragozano es una obviedad para sus lectores, pero se trata de una “muerte viva”, una muerte vivida con una intensidad casi exagerada, desaforada, una muerte tan “ávida” como la vida de aquel título suyo de 1980. “Si me quitan la vida escribiré con la muerte”, decía un tremendo verso suyo de Poemas para los demás, todo un posible epifónema para su obra, y allí se declara abiertamente lo que queremos decir: la muerte en Ángel Guinda no es inercia, el silencio metafísico es un aullido, el cese de la vida es un comienzo, no en el sentido religioso, sino, muy al contrario, en un sentido explícita y militantemente pagano, pero un paganismo rebosante de trascendencia.

Si todo esto era así en sus libros todavía juveniles, cuando la vida bullía y la escritura de Guinda se revolcaba en placeres que quedaban registrados en versos de pura celebración de los sentidos y los sueños, ahora, en sus libros últimos, lo que nos encontramos es lo mismo pero en otro tono, como en su magistral Espectral, un libro de poesía alucinada y de resultado un tanto alucinante, o en su nuevo libro, que habla de “recapitulaciones” en el mismo título. La poesía comprometida, que era otra de las líneas habituales en Guinda (y donde a veces se incurría en la irregularidad a costa de la generosidad de hacerse expresiva, deliberada portavoz de una comunidad, poesía de combate o incluso de pancarta), se retira aquí para sumergirse de nuevo en la meditación filosófica, manantial en donde la poesía del autor ha encontrado siempre sus mejores palabras, sus hallazgos fulgurantes. Lo que recibimos agradecidos hoy y leemos con conmoción es otro libro de plenitud, de paisajes simbólicos, de grandeza privada y colectiva. La obra de un poeta, vista en perspectiva, es algo así como la biografía de una conciencia, y en ese sentido la obra poética de Guinda (que reclama con cierta urgencia una edición conjunta, completa) es un clamor de voces en el que destaca la suya, poderosa y honda, donde el individualismo ha logrado hacerse alarido común:

 

Todo a mi alrededor está agitado,
pero yo estoy tranquilo
ante este mar que me esperaba
tanto tiempo sin mí,
yo sin él tanto tiempo.
Mi mundo, mar en calma,
tan grande es como el mundo
y aún más hondo.
La serenidad es un estado del ánimo,
conciencia de viajar a uno mismo despacio.
Y haber llegado ya es alcanzarse.

 

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan

 

 

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