“Panza de burro” de Andrea Abreu

Panza de burro

Panza de burro

Abreu, Andrea

ISBN

978-84-121353-3-6

Editorial

Editorial Barrett

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Andrea Abreu López (Tenerife, 1995) publicó el año 2020, de la mano de Sabina Urraca, en la colección “Editora por un libro” de la editorial Barrett, su primera novela bajo el título Panza de burro.

Conozco a Andrea desde hace bastantes años, cuando era una universitaria recién llegada a La Laguna, una poeta en ciernes, una lectora ávida, una joven organizadora de excelentes actos culturales. La he escuchado recitar su poesía y la de otras poetas, he compartido con ella múltiples lecturas, algún charco y muchas charlas. Por eso cuando me habló de la historia que iba a publicar estuve atenta y aposté sin miedo por ella, segura de que sería una buena y singular novela.

En estos momentos Panza de burro ha salido en las listas de mejores libros del año que terminó en numerosos medios informativos, a Andrea la han tupido a entrevistas, y la novela ha sido objeto de reseñas halagüeñas en las mejores páginas culturales de nuestro país. La obra será traducida a diversas lenguas y se han vendido los derechos para filmar una película y yo, que me alegro inmensamente del justo reconocimiento que ha tenido la novela, pienso que poco o nada se puede añadir a lo ya escrito, mientras siento que hay algunos aspectos que no han sido suficientemente tratados y, ni corta ni perezosa, me dispongo a exponer mi lectura, que no es, en absoluto, una lectura objetiva.

Se ha escrito mucho sobre “lo canario” en esta novela, sobre la manera en que la autora introduce formas sintácticas características de algunas zonas del archipiélago, sobre el numeroso vocabulario del habla isleña que aparece en la obra (fisquito, chafalmeja, pollaboba, etc.), sobre la subversión de normas gramaticales básicas, sobre el uso anómalo de los signos de puntuación. Todos estos aspectos formales, excepto el hecho de que una editorial peninsular apueste por una obra plagada de “canarismos”, no son novedosos y, de hecho, sería interminable la lista de obras de distintos tiempos y lugares que se han escrito experimentando con lo formal. Sin embargo, es importante señalar estas cuestiones porque, en Panza de burro, la experimentación formal y el contenido de la novela están tan bien enlazados que parece imposible contar esta historia de otra manera, lo que da cuenta de la madurez literaria de esta joven autora y de su extraordinario historial como lectora.

Las cuestiones en las que siento que puedo aportar algo tienen relación con la historia, una historia aparentemente sencilla que, se ha dicho numerosas veces, cuenta el verano de dos niñas cercanas a la pubertad en un pueblo de interior permanentemente cubierto por la “panza de burro”. Pero detrás del relato minucioso de la relación entre la narradora (sin nombre en la obra, y siempre apelada como “shit” por su amiga) e Isora, su amiga adorada, hay mucho más. Hay temas latentes y explícitos que hacen que la narración, siendo tan concreta, se sienta como universal y que lectoras y lectores de muy diversas edades, condiciones sociales, lugares de nacimiento, etcétera, nos sintamos plenamente identificadas.

Están las clases sociales y el peso que tienen en la vida de las personas.

Están la crueldad y la homofobia características de estos ambientes.

Están el descubrimiento de la sexualidad, los primeros besos (entre las dos amigas) y el miedo al futuro.

Están los problemas de alimentación, por pobreza y por ignorancia, y su relación con los mitos sobre el cuerpo de las mujeres.

Está el machismo incesante que provoca en las mujeres deudas que nunca podrán cubrir, palizas, desprecios y violaciones (la narradora es violada por un niño de su edad mientras su amiga Isora está voluntariamente con otro chico).

Está la urbanización implacable de las zonas turísticas.

Está, en definitiva, la vida. Por eso creo, siento, que Panza de burro es una novela maravillosa. Porque Andrea Abreu, contando lo cotidiano con precisión, con fechas, con músicas, con edades, con descripciones detalladas del barrio, con nubes, con sopas de col, logra transmitir el sentimiento, el asombro, el miedo vital que todas, que todos, hemos vivido en el momento de abandonar la infancia. Por eso siento que esta novela es excepcional, porque consigue llevar a quien la lee a sus propios recuerdos de un momento vital inolvidable: la entrada en la adolescencia.

Izaskun Legarza Negrín, Librería de Mujeres de Canarias (Santa Cruz de Tenerife)

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