Día de las Escritoras 2020. Cinco EscritorAs por cinco librerOs

Hoy, lunes 19 de octubre de 2020, se celebra el V Día de las Escritoras, organizado por la Biblioteca Nacional de España, y, por cuarto año, nos unimos a la fiesta, aunque esta vez de un modo diferente: tras tres años en los que treinta libreras españolas escribieron brevemente sobre treinta escritoras de nuestro idioma, este año hemos pedido que sean ellos, los libreros, los que hablen, y por extenso, de su escritora preferida, saltando las fronteras de la lengua. Y han sido cinco excelentes libreros de Andalucía, Aragón, Castilla la Mancha, Cataluña y Murcia los que han repasado la trayectoria literaria de cinco mujeres. Ellos son Vicente Velasco Montoya, de La Montaña Mágica (Cartagena, Murcia), Sergio García, de Librería Dorian (Huelva), Ezequiel Naya, de Lata Peinada (Barcelona), César Muiño de Librería París (Zaragoza) y Alberto Sánchez de Taiga (Toledo):

Ursula K. LeGuin, Children's Books Winner, 1973

Ursula K. LeGuin, por Vicente Velasco Montoya

Empecemos por el principio: Ursula K. LeGuin no se llamaba a sí misma anarquista porque no sentía que lo mereciese, que no hacía lo suficiente. Y en este punto coincidido al cien por cien con la autora norteamericana, porque ojalá fuese fácil la praxis anarquista. Ella, sin duda, realizó una labor encomiable a través de su obra literaria, encuadrada dentro la ciencia ficción más exquisita que un lector pueda leer.

El bosque de Ile,  Los que se alejan de Omelas o Los Desposeídos son los ejemplos más prístinos para entender este importante marchamo del mundo literario de Le Guin. Pero la autora nuca cejó en su empeño por buscar nuevos horizontes que presentar a sus lectores. Por ejemplo su vertiente pacifista está plasmada en su obra El nombre del mundo es Bosque, haciéndonos sumergir nuestra conciencia en la crueldad de todo tipo de colonialismo, sea del tipo que sea, terrenal o intergaláctico. Y como no el ecologismo más primigenio ya relucía con brillantez en La Rueda Celeste, esa magnífica obra en la que un planeta devastado por el calentamiento global solo puede ser salvado por un puñado de artistas y amantes de la cultura. Toda una exégesis maravillosa que hoy día chirriaría hasta en el corazón del más heterodoxo de los defensores del concepto Gaia.

Y no olvidemos La mano izquierda de la oscuridad, aquella novela en la que abordaba el mundo transgénero con una soltura digna de una mente profética. Reeditada numerosas veces en nuestro país, se convierte (sin ser su mejor obra) en la puerta de entrada para conocer una de las grandes desconocidas dentro panorama literario nacional, más allá de su archiconocida saga de Terramar, de la cual no vamos a entrar en discusión si es o no es la mayor novela del género fantástico de la historia.

Pero acerquémonos al espíritu de Ursula: para Ursula K. Le Guin, toda ficción es metafórica, lo que diferencia a la ciencia ficción de las otras viejas formas de ficción es el uso de nuevas metáforas. Sus obras han sido denominadas como ciencia ficción antropológica. La antropología y la literatura conforman el concepto de “Frontera de relaciones entre autor y lector”, el cual nos hace aprender sobre la importancia de lo no habitual. Un concepto que manejó como nadie y que nos hace empatizar con lo desconocido y darnos cuenta que los alienígenas somos nosotros.

Afrontar nuestra realidad trasmutada en otra a través de la ciencia ficción no es tarea fácil, pero Le Guin es el mayor ejemplo de que este género es muy recomendable para obrar en nuestras consciencias grandes cambios de interrelacionar nuestras premisas culturales. No olvidemos que fue contemporánea de Stanislaw Lem Y Philip K. Dick, autores que generaron su propio universo donde afrontar dudas que iban más allá del existencialismo más ramplón. No en vano, alabó a su contemporáneo (y también genio) Philip K. Dick a través de estas declaraciones: “El hecho de que Dick sea entretenido se basa en que sus relatos mezclan la realidad y la locura, el tiempo y la muerte, el pecado y la salvación, y todo escapa a la mayoría de los críticos. Nadie debería dudar ni tampoco asegurar que tenemos a nuestro propio Borges local”.

¿Qué decir más? Podríamos estar escribiendo un extenso artículo, un gran libro sobre su figura y su obra, pero lo más recomendable es invitar, como librero que soy, al público a leer su obra. Y explicarle las razones por las que debe hacerlas, que no son pocas.

Pero digamos una: si quieres conocer a la especie humana no dejes de leer a Ursula K. Le Guin.

Por Vicente Velasco Montoya, de La Montaña Mágica (Cartagena, Murcia)

Encuentra y lee aquí los libros de Ursula K. LeGuin.

 

Shirley Jackson, por Sergio García

Shirley Jackson murió en 1965, a los 49 años, agorafóbica, y víctima de su dependencia al alcohol y a los fármacos. Acabó perdida por entre los recovecos de su propia mente. Una mente rota y fragmentada, como una prolongación de la arquitectura escheriana de la casa que imaginó en su ahora célebre La Maldición de Hill House. Pasillos interminables y recursivos, puertas que se abren a un muro, escaleras que suben para no volver a bajar… Si empiezo por el final, es porque es tristemente poético que Jackson acabara sus días al igual que muchas de las protagonistas de sus relatos y novelas.

Protagonistas siempre femeninas, infinitamente complejas, poliédricas, de mentes   esquirladas y torturadas. Son mujeres enfrentadas a la locura que llevan consigo, y también a la de una sociedad alienada. Mujeres, en definitiva, superadas por los ideales de belleza y perfección a los que se ven sometidas, pero, sobre todo, mujeres dueñas de su propia vida y dotadas de una capacidad inmensa para hacerte ver que su visión del mundo es también la tuya propia.

La deuda que el género gótico y de terror ha contraído con Shirley Jackson es la misma que las estrellas o el agua tienen con el hidrógeno: sin él serían algo truncado y fallido.

Es el terror de Shirley Jackson un terror urbano, y ausente, salvo excepciones, de un componente sobrenatural. El terror, nos dice Jackson, se desarrolla tras los muros de yeso de casas y mansiones, en las relaciones familiares y en la crueldad de los niños. Cárceles voluntarias donde sacamos a pasear al animal que llevamos dentro. Un terror que deviene en actos de violencia sobre suelos de linóleo de una cocina nueva, o en los patios soleados de vecindarios apacibles.

El terror de Jackson no es el de los saltos en la butaca, ni el de los espectros acechando agazapados en las sombras; es, en cambio, un terror sutil, como un latido subterráneo, como una corriente de agua sucia que lo permea todo, se filtra en tu cerebro y diluye la razón.

El terror, nos dice Shirley Jackson, está en nosotros.

Por Sergio García, de Librería Dorian (Huelva)

Encuentra y lee aquí los libros de Shirley Jackson.

 

María Luisa Bombal, por Ezequiel Naya

Se dice que Rulfo confesó que Comala está inspirado en La amortajada, que Borges, cuando Bombal le contó su proyecto de escritura, juzgó imposible mezclar el realismo con lo fantástico pero luego, al leer la obra terminada, opinó que se trataba de un libro que nadie olvidaría.

Sería bueno que, por una vez, esta clase de citas “de autoridad” no hicieran falta, que pudiéramos hablar de la obra de María Luisa Bombal restituyéndole el valor que le corresponde: como quien inició los temas de la literatura latinoamericana que atraviesan la obra de otros tantos que escribieron siguiéndola y que, por los motivos de injusticia a esta altura ultraconocidos, siempre han tenido más destacado lugar que ella.

Bombal fue la primera en saber y mostrarnos que, en este mundo, todo lo vivo convive con lo de antes, que estamos hechos de la misma materia que en un momento, quizás, da un salto hacia el otro lado, pero que no se pierde, que lo fantasmal es apenas un modo en que se presentan nuestras obsesiones.

En Lata Peinada tenemos una sección que llamamos “Joyitas”: libros raros, descatalogados, primeras ediciones. Supimos tener dos ediciones hermosas de La amortajada, dos de La última niebla, sus dos novelas más destacadas. Ahora, felizmente, están en casa de lectores que las atesoran.

Por Ezequiel Naya, de Lata Peinada (Barcelona)

 

Ana Alcolea, por César Muiño

Pronto van a cumplirse los veinte años de vida de un título ya imprescindible en la literatura juvenil en español: El medallón perdido. Digo yo que habría que celebrarlo por todo lo alto, ya que ese libro nos hizo descubrir a una de las autoras que más han hecho por propagar el hábito de leer. Resulta curioso comprobar que, ahora mismo, habrá profesores de Literatura que utilizan como lectura obligatoria para sus alumnos alguno de los libros de Ana Alcolea que ellos mismos tuvieron que leer en su adolescencia. ¡Así cualquiera! Es ir a lo seguro. Libros bien escritos y que a la vez proporcionan placer a la lectura. Yo mismo, en mi librería, cada vez que vendo un “medallón perdido” hago la misma advertencia: léetelo como si no fuera obligatorio.

Nos gusta Ana Alcolea porque ha tenido que llegar una pandemia para que pudiera tomarse un descanso de unos meses tras años y años de viajes, firmas, presentaciones, encuentros y charlas en bibliotecas, institutos, ferias del libros y salones de actos en general en este continente y en el que está al otro lado del charco. Y es que Ana tiene vocación y es trabajadora, ambas cosas muy necesarias para lograr contagiar el buen vicio de la lectura. El papel que desempeña Ana en sus visitas a institutos quedó muy bien reflejado en la presentación del libro El secreto del Galeón a cargo de Nerea Marco (de “El Templo de las Mil Puertas“), que empezó diciendo que antes de conocer a Ana Alcolea, cuando visitó su instituto, ella estaba convencida de que todos los escritores estaban muertos.

Nos gusta Ana Alcolea porque sabe hacerse querer y logra arrancar complicidades por parte de todos. Cuando se trata de ella, da lo mismo que seas editora, profesor, bibliotecaria, librero, o ilustrador: todos, absolutamente todos nos vemos, diría que obligados a cumplir esa misión que ella tiene tan clara, y que no es otra que poner buenas historias en manos de lectores. Y no es nada fácil lograr tan buenos vínculos.

Nos gustaría que, de Ana Alcolea, se reeditase Su Bajo el león de San Marcos, su primer libro para no tan jóvenes, una excelente novela de intriga que pasó un tanto desapercibida en las mesas de novedades de las librerías. Nos está gustando El brindis de Margarita, que acaba de publicarse y que ahora mismo estamos leyendo.

Lo que más nos gusta de los libros de Ana Alcolea son dos cosas: la primera es la emoción, y es que estamos seguros de que no hay impostura ni trampa, y que la autora siente lo que dice en cada una de las líneas de sus novelas. Lo segundo es el viaje. El viaje como elemento indispensable para sacar, expulsar al mundo al individuo protagonista y enfrentarlo a los demás y a la soledad, los propios miedos… y a la vez regalarle todo lo que el viaje significa en cuando al conocimiento y comprensión de lo que nos rodea.

Espero que, ya que se nos pidió que pensásemos en alguien para este 19 de octubre, Día de las Escritoras, se haya entendido bien el porqué de haber elegido a Ana Alcolea.

Por César Muiño, de Librería París (Zaragoza)

Encuentra y lee aquí los libros de Ana Alcolea.

 

Clara Campoamor, por Alberto Sánchez

Hasta hace muy poco tiempo, hablar de “Campoamor” en la literatura española implicaba, automáticamente, pensar en ripios, bigotes decimonónicos y rimbombancia (aunque lo cierto es que don Ramón es mucho mejor poeta de lo que el tópico ha querido caricaturizar). Pero de un tiempoa  esta parte, y gracias sobre todo a la reivindicación de algunos escritores y editores, y muy especialmente a la publicación del sorprendente y magistral La revolución española vista por una republicana, la Campoamor que ahora más cuenta es doña Clara, la primera diputada de España, la mujer humilde que llegó hasta el Congreso a fuerza de inteligencia, tenacidad, valor y brillantez. A ella se debe la conquista final del sufragio universal en España, la primera ley del divorcio y, en fin, no sé si uno de los primeros ejemplos de feminismo activo y constructor, pero desde luego uno de los primeros ejemplos realmente decisivos en ese camino de todas (y de todos).

Ya en su trabajo como abogada hizo temblar varios prejuicios, pero fue en la política donde su voz cambió las cosas de un modo visible. Y en la literatura: la editorial sevillana Renacimiento, sobre todas, ha ido publicando sus obras, como el ensayo que escribió sobre su antecesora Concepción Arenal, artículos de prensa sobre el voto femenino o sobre temas diversos (en La mujer quiere alas y otros ensayos), como el insólito de La mujer en la diplomacia. Una pionera de verdad (y una pionera de la verdad). Ésa sí que es una lectura “obligatoria”.

Por Alberto Sánchez, de Librería Taiga (Toledo)

Encuentra y lee aquí los libros de Clara Campoamor.