La literatura de Bilbao

Hace unos meses, ante el imponente mar de Plentzia, estuvimos contando olas junto a ese genio de la fotografía que es Ricky Dávila, como hace su alter ego Remo Vilado en uno de los pasajes más mágicos de su novela Tractatus Logico-Photographicus. La fotografía contada a los atunes, una locura maravillosa que ha hecho que […]

Por en Ciudades Literarias

Hace unos meses, ante el imponente mar de Plentzia, estuvimos contando olas junto a ese genio de la fotografía que es Ricky Dávila, como hace su alter ego Remo Vilado en uno de los pasajes más mágicos de su novela Tractatus Logico-Photographicus. La fotografía contada a los atunes, una locura maravillosa que ha hecho que haya que colocar libros de Dávila no sólo en nuestras estanterías de filosofía de la imagen, sino en las de la mejor literatura. Él dirige en Bilbao el Centro de Fotografía Contemporánea (donde también imparten clases Inma Barrio o Ernesto Valverde, tan conocido por asuntos futbolísticos), pero en paralelo está levantando un proyecto literario híbrido y experimental que va a dar lugar a muchas sorpresas.

Desde esa playa bajamos a la ciudad, pero lo hicimos parando en Algorta para visitar a Unai Elorriaga, uno de los narradores españoles más singulares y libres, y que tiene nueva novela inminente en la colección de narrativa que la también vizcaína (de Santurce) Edurne Portela está coordinando para la editorial barcelonesa Galaxia Gutenberg. Y en ese desplazamiento pasamos por barrios, puertos y urbanizaciones que todo buen lector conoce bien: nadie que haya leído El comensal, la obra maestra de Gabriela Ybarra, habrá olvidado los pasajes que en esa novela nos trasladan al barrio de Neguri, en Getxo, y al cruzar el Puente de Vizcaya, en Portugalete, era imposible no acordarse de los recuerdos que sobre ese impresionante ingenio escribió Santiago Lorenzo, hijo de esa zona y Premio Las Librerías Recomiendan de ficción por Los asquerosos.

En Bilbao nos esperaba Galder Reguera, que por entonces disfrutaba todavía los ecos de su conmovedor Libro de familia, y que ahora acaba de ver rescatada su novela-crónica Hijos del fútbol. Galder nos recibió en la privilegiada sede de su trabajo (es responsable de actividades de la Fundación Athletic Club), la Casa de Ibaigane, un edificio cuyos secretos, relacionados con la familia de navieros Sota, se han contado recientemente en Los Sota. Esplendor y venganza, un libro apasionante del donostiarra Eugenio Ibarzabal (que ve estos días publicada su novela El marido de la inglesa que vivía en la casa del danés).

En la Plaza Mayor quedamos con la vitoriana Katixa Agirre, que vive y escribe en Bilbao desde hace mucho (es allí donde, aparte de libros para niños, escribió sus dos celebradas novelas, Los turistas desganados y Las madres no), y de paseo con ella atravesamos también el barrio de San Francisco, unas calles con las que están familiarizados los lectores de Jon Arretxe (sobre los inmigrantes de esa zona escribió, por ejemplo, en Juegos de cloaca), pero también quienes conozcan los libros de otro gran representante bilbaíno de la novela negra vasca, el recientemente fallecido José Javier Abasolo (quien, por ejemplo, en El juramento de Whitechapel contó los años londinenses de Sabino Arana, y cómo coincidió allí con la ola de crímenes de un tal Jack el Destripador…).

En el parque de Doña Casilda nos encontramos con Pedro Ugarte, autor de cuentos realmente magistrales (los últimos, de momento, los publicados en Antes del Paraíso), y en la plaza que la ciudad dedica a uno de sus escritores principales, Miguel de Unamuno, nos vemos con el asturiano Jon Bilbao, al que traemos aquí no por su apellido sino porque vive y trabaja desde hace años en un estudio del Casco Viejo.

Por seguir explorando Vizcaya, en Durango nació Anton Arriola, que en 2021 ofreció en El ruido de entonces un impactante testimonio sobre el asesinato de su vecino de la infancia, el ingeniero José Mari Ryan, pero quien quien quiera hablar con Nerea Riesco sobre su nueva novela, La ciudad bajo la luna, tendrá que viajar a Sevilla, donde la escritora vive desde los dieciocho años, mientras que, por su parte, en Santander vive el vizcaíno Félix G. Modroño (está muy reciente su Sol de brujas), en Berlín la poeta y cuentista Izaskun Gracia Quintana, y, aparte de la citada Gabriela Ybarra (que acaba de ver su único libro adaptado al cine), en Madrid viven Jon Juaristi (se reedita estos días, veinticinco años después de su primera aparición, su libro más conocido, El bucle melancólico. Historias de nacionalistas vascos), Espido Freire, la historiadora Nere Basabe (autora también de dos novelas), Juan Carlos Márquez, que todavía tiene muy recientes los afilados cuentos de Autoficción, o Guillermo Aguirre, que nos deslumbra desde hace pocas semanas con Un tal cangrejo. Y allí vivía también, hasta su reciente fallecimiento, el muy querido Fernando Marías.

Y, curiosamente, no se puede ni empezar a pensar en la literatura de Bilbao sin trasladarse unos pocos kilómetros hacia el sur, y cruzar la frontera con Álava para llegar a Llodio, donde nació y vive Txani Rodríguez, quien es un poco el corazón de la literatura vizcaína de hoy, en el sentido de que une a todos, conoce a todas, ayuda a muchos…, que han ido pasando por sus programas de radio o por sus columnas periodísticas. Ella disfruta aún del éxito de Los últimos románticos, y es una activa y generosa comentarista de libros ajenos.