El niño que robó el caballo de Atila es una novela física, cruda, un relato cargado de simbología. La nueva obra de Iván Repila pertenece a mi alma. Imagino a Tom Sawyer sentado a la orilla del río, contándole a un entregado Huckleberry, la trágica historia de estos dos hermanos que se cayeron en un pozo. El inolvidable Gonzalo Canedo se ha despedido de la mejor manera posible, el sentía la literatura y lo demuestra en su apuesta por Iván Repila. Si algún profesor está pensando en que obra recomendar a sus alumnos de bachillerato que no lo dude. Iván ha construido un viaje iniciático en el interior de un pozo, un destello inolvidable que les hará reflexionar y sentir.
Escrito como si de un diario se tratase, Jugar el juego de las formas es un libro indispensable para conocer la obra del ilustrador Anthony Browne.
De una manera sencilla y directa el artista narra sus vivencias desde que era un niño hasta ser un reconocido autor. A lo largo de sus páginas, se podrán encontrar las respuestas a decenas de preguntas que uno como lector se hace constantemente sobre el trabajo de Browne, como por ejemplo ¿por qué dibuja tantos gorilas?
El propio Anthony Browne dice: “Uno de los aspectos más interesantes de trabajar en este libro ha sido averiguar cuántas memorias de mi infancia influyeron en mi propio trabajo, a menudo sacando a la luz cosas que pasaron y que casi había olvidado por completo. Mi selección de ilustraciones refleja estas memorias, pero la intención principal de este libro es compartir mi placer por el juego de las formas y mi apasionada convicción en la fuerza del arte para enriquecer nuestras vidas.”
Ganador del prestigioso premio Hans Christian Andersen en el año 2000, Anthony Browne es considerado uno de los principales creadores de álbumes ilustrados del mundo. Ha publicado más de cincuenta títulos y ha sido traducido a más de quince idiomas.
Acusado de plagio tras el éxito de Una tumba para Boris Davidovich, llevado al paroxismo por la inteligencia comunista, Danilo Kis escribió su «libro de la redención». En él nos conduce hacia una metáfora global, la de la lección de anatomía desarrollada como símil del Arte. Festín sangriento en el que el arte triunfa sobre la banalidad y las ideologías totalitarias, Danilo Kis se nos muestra como un cirujano inclinado sobre el cadáver del kitsch artístico e ideológico.
Una apasionada y a la vez escéptica reflexión sobre Europa. Con un análisis firmemente afianzado en la historia, Tony Judt pone en entredicho la viabilidad de una Europa unida y responde a las constantes inquietudes sobre qué países deberían integrarla, la abrumadora presencia de Alemania o el opresivo peso del pasado.
Si el «mito» de Europa es demasiado abstracto para atraer una auténtica lealtad popular e incluso nos impide encontrar soluciones a problemas concretos, argumenta Judt, todos saldremos ganando si somos capaces de examinarlo con espíritu crítico. En este provocador ensayo, surgido de un debate que resulta hoy tan vigente como el día en el que fue escrito, el historiador británico invita a la reflexión, fundiendo pasado y presente para mirar con decisión al futuro.
Un año después de la aparición del primer tomo, nos llega la conclusión de la obra más arriesgada de David Rubín hasta la fecha, y también la más lograda, aunque La tetería del Oso Malayo ya había dejado el listón muy alto. Se trata de El Héroe, una recreación muy personal del mito de Heracles (o Hércules) en el que la fantasía mitológica se mezcla con otros géneros como la ciencia-ficción o los tebeos de superhéroes.
Si el primer tomo se centraba en la infancia y juventud de Heracles y en la realización de los nueve primeros trabajos, en este segundo nos encontramos con el héroe adulto en el momento más álgido de su fama. Además encontrará la felicidad y la estabilidad al lado de una mujer con la que formará una familia. Pero esto no puede durar: la diosa Hera odia al bastardo de Zeus y no descansará hasta convertir su vida en un infierno. Heracles, lleno de amargura y odio, intentará desaparecer, pero a nuestro héroe aún le quedan trabajos por hacer.
Así, nos encontramos con un tomo mucho más oscuro que el primero y también más épico, puesto que los enemigos cada vez son más duros y las misiones más complicadas. Las escenas de acción y las batallas, narradas con gran pericia, abundan, pero también queda espacio para explorar el lado más intimista del héroe, consiguiendo un retrato muy logrado de sus emociones y sentimientos.
Como ya apuntábamos, partiendo de la mitología (en este tomo nos encontraremos con personajes como Prometeo, Caronte o Medusa), Rubín construye un auténtico tebeo de superhéroes, y uno excepcional además, en el que sin abandonar su estilo personal se perciben influencias de los autores que más admira, desde Kirby a Tezuka, y homenajes como el que hace al Snoopy de Schulz.
Nos encontramos ante una obra mayúscula, con la capacidad de atraer a un público muy variado, como sólo pueden hacer las buenas historias. Eso sí, un público adulto, ya que debajo de esos colores pop nos encontramos con un relato lleno de dureza y con escenas de sexo y violencia muy explícitas.
El niño que fue David Rubín puede estar orgulloso de lo que ha conseguido el adulto.