Hace unos días nos sorprendió la noticia del fallecimiento en Almería del traductor navarro Miguel Martínez-Lage, uno de los traductores de referencia en castellano de autores anglosajones tan importantes como Coetzee, Virginia Woolf, Eudora Welty, William Faulkner o, quien fuera su auténtica pasión, Samuel Beckett. Conversador brillante y profesional infatigable, obtuvo el Premio Nacional de Traducción en 2008 por su enorme trabajo al osar acometer las 2.000 páginas de Vida de Samuel Johnson de James Boswell (Ediciones Acantilado).
Martínez-Lage era un defensor convencido de la idea de que todos los clásicos merecen ser traducidos de nuevo cada cuatro o cinco décadas para que todas las generaciones puedan disfrutar de un modo igualitario las obras maestras de la literatura. Por ello, uno de sus empeños más resueltos fue la renovación de las traducciones de los Cuentos Completos de William Faulkner (Alfaguara), así como su magnífica Absalón, Absalón (Ed. Belacqua) que le costó sudor y lágrimas (si de un modo literal hablamos), a pesar de que, como decía él, lo que de verdad resulta difícil es traducir lo malo; lo bueno, sale solo.
En el año 2009 publicó su primer libro como autor: La Coz en Tintero (Ediciones Alfabia), un poemario en el que plasmó su experiencia en los últimos veinte años.
Para terminar este pequeño homenaje, recuperamos unas palabras de Robert Saladrigas en La Vanguardiadel día 18 de abril:
“Le recordaré porque fue uno de los que legitimaron un género literario que lamentablemente, como él decía, no goza de consideración social. Un absurdo, una injusticia. Mi consejo es que cuando abran un libro extranjero, presten atención a la identidad del traductor. Luego traten de disfrutar de la lectura y, si lo consiguen, al concluirla no olviden su nombre. Con eso basta.”
Hace unos días nos sorprendió la noticia del fallecimiento en Almería del traductor navarro Miguel Martínez-Lage, uno de los traductores de referencia en castellano de autores anglosajones tan importantes como Coetzee, Virginia Woolf, Eudora Welty, William Faulkner o, quien fuera su auténtica pasión, Samuel Beckett. Conversador brillante y profesional infatigable, obtuvo el Premio Nacional de Traducción en 2008 por su enorme trabajo al osar acometer las 2.000 páginas de Vida de Samuel Johnson de James Boswell (Ediciones Acantilado).
Martínez-Lage era un defensor convencido de la idea de que todos los clásicos merecen ser traducidos de nuevo cada cuatro o cinco décadas para que todas las generaciones puedan disfrutar de un modo igualitario las obras maestras de la literatura. Por ello, uno de sus empeños más resueltos fue la renovación de las traducciones de los Cuentos Completos de William Faulkner (Alfaguara), así como su magnífica Absalón, Absalón (Ed. Belacqua) que le costó sudor y lágrimas (si de un modo literal hablamos), a pesar de que, como decía él, lo que de verdad resulta difícil es traducir lo malo; lo bueno, sale solo.
En el año 2009 publicó su primer libro como autor: La Coz en Tintero (Ediciones Alfabia), un poemario en el que plasmó su experiencia en los últimos veinte años.
Para terminar este pequeño homenaje, recuperamos unas palabras de Robert Saladrigas en La Vanguardiadel día 18 de abril:
“Le recordaré porque fue uno de los que legitimaron un género literario que lamentablemente, como él decía, no goza de consideración social. Un absurdo, una injusticia. Mi consejo es que cuando abran un libro extranjero, presten atención a la identidad del traductor. Luego traten de disfrutar de la lectura y, si lo consiguen, al concluirla no olviden su nombre. Con eso basta.”
Uno de los libros que más ha gustado desde su aparición ha sido Sukkwan Island, editado por Alfabia. Lo escribe David Vann, natural de Alaska, y lo leemos a través de Daniel Gascón. Por obvio, no solemos dar valor a que cada texto escrito en otra lengua que no sea la nuestra es trabajado, traducido e interpretado para que podamos disfrutarlo como si lo estuviéramos leyendo en su lengua natural. El trabajo del traductor suele ser invisible y, sin embargo, es imprescindible. El propio Gascón nos da su visión sobre esta labor:
“La traducción me parece uno de los mejores oficios posibles. Como escritor, me gusta porque al fin y al cabo lo que haces es escribir. Creo que es una gran escuela: observas con mucho detalle cómo escriben los demás y aprendes sobre tu propia lengua. Es un trabajo minucioso, donde tienes que emplear el ingenio para resolver los problemas más difíciles. Hay ratos de angustia pero, cuando logras salir de uno de esos atolladeros, es muy satisfactorio.
Es un oficio enriquecedor, porque cada libro que traduzco me lleva a otros libros y a otros autores: si es un ensayo histórico, tengo que informarme de cosas de historia; si es un libro de crítica literaria, me da la oportunidad de descubrir otros escritores; si es un texto de ficción, aprendo cosas del lugar donde sucede la acción, de otros libros del autor…
Pero lo que más me gusta es su función transmisora: cuando trabajas con un texto que te gusta y sabes que vas a hacer que pueda leerlo otra gente. Todos hemos aprendido a escribir y a leer gracias a las traducciones. La traducción es esencial para que viajen las ideas. Sin ella, no existiría la cultura, que es una gran conversación. Me encanta poder participar en ella”.
En este 2010 se han editado un buen número de títulos que son fruto del trabajo de los dos últimos años de trabajo de Daniel Gascón. Algunos de ellos son, sin duda, las mejores publicaciones llegadas a las librerías:
El infierno de los jemeres rojos (Asteroide), de Denise Affonço
Sukkwan Island (Alfabia), de David Vann
Diez pequeños indios (Xordica), de Sherman Alexie
Amor, pobreza y guerra (Debate), de Christopher Hitchens
El dios que no nació (Debate), de Mark Lilla
Mosquitos (Alfabia) de William Faulkner
El motín de Moti Guj (Rey Lear), de Rudyard Kipling
Guerrilleros (Mondadori), de V. S. Naipaul
Eva Cosculluela de la librería Los portadores de sueños (Zaragoza) nos alumbra más sobre este escritor y traductor:
“Traduce del inglés y del francés. Daniel además está ahora mismo en un momento excelente: acaba de publicar en Alfabia su libro de cuentos La vida cotidiana, por el que lo han elegido Nuevo talento FNAC, y en diciembre se ha estrenado en cine una película cuyo guión es suyo, Todas las canciones hablan de mí, dirigida por Jonás Trueba. Y lo mejor de todo es que sólo tiene 29 años, no me preguntes cómo le da tiempo a todo”.
Gracias a traductores como Daniel Gascón podemos leer todo tipo de libro, independientemente de en qué lengua esté escrito. Es una gran profesión que tenemos que cuidar y admirar, ya que los lectores estamos tan en deuda con los traductores que nunca se lo podremos agradecer lo suficiente.
¡Suerte Daniel con el libro La vida cotidiana! Seguro que toda la experiencias de la traducción habrán fructificado en una gran creación.
Las Librerías tenemos nuestro Club Kirico, que se ocupa de recomendar los libros de los primeros lectores, aparte de muchísimas iniciativas en torno a la literatura infantil y juvenil. Y como ahora son las mejores fechas para regalar libros nos han preparado la mejor selección de libros infantiles ilustrados. No os la perdáis.Libros infantiles ilustrados para regalar
Tenía que pasar. Entre las nuevas editoriales que han aparecido en los últimos años algunas como Salto de página están apostando por nuevos valores buscando los clásicos del mañana. Es un esfuerzo complicado pero imprescindible. Y por ello, apostaron por El hermano de las moscas de un novel llamado Jon Bilbao, firmando una especie de La metamorfosis de Kafka pero con implicación familiar, con el compromiso del cuidado. Una novela fascinante que va creciendo en reconocimiento. Y mejor suerte aún tuvo con Como una historia de terror, en la que Bilbao cambia de género y tratamiento de su narrativa, y desde el relato supo llegar a un buen montón de situaciones caracterizadas por la incertidumbre. Al igual que su libro anterior, ganó un buen montón de premios. Entre ellos, el Premio Ojo Crítico de Narrativa 2008. En este 2010 continúa con el relato en Bajo el influjo del cometa y ha ganado el Premio Tigre Juan, manteniéndose en Los Más Recomendados durante 150 días, el periodo máximo acordado por los Libreros, con la idea de permitir nuevos accesos entre las nuevas ediciones. ¡Enhorabuena a Jon Bilbao y a Salto de Página!
En este 2010 Mondadori ha publicado Verano y reeditado Infancia y Juventud, potenciado la presencia en las librerías de unos de los autores indiscutibles de la literatura contemporánea: J.M. Coetzee. Nacido en Sudáfrica en 1940 ganó el Premio Nobel en 2003. Su narrativa cuenta con un buen número de obras maestras que de manera continuada, como un percutor, presenta el dolor de la relación del hombre con la sociedad. Desgracia, su segundo premio Booker, suscita en Pablo de Librería Muga la siguiente reflexión:
“un escritor con el don de la palabra precisa y el verbo perfecto. Siempre te deja clavado y reflexionando al terminar de leerlo”.
Las ya comentadas Escenas de una vida en provincias, compuestas deInfancia, Juventudy, ahora, Verano es uno de los proyectos biográficos más excelentes que podemos encontrar. Las dos primeras mostraban los dos pasos importantes que denotan sus títulos: la primera en su Sudáfrica natal y Juventud, en la que rompe sus ataduras familiares evadiéndose en Londres. Para Manuel de Librería Sintagma con Verano consigue cargar de significados y sentido (o sinsentido) estas escenas biográficas:
“ Verano supone un viaje aterrador a través de un libro biográfico. Mientras lees te preguntas continuamente cuál es el motivante del creador para querer ofrecernos esa imagen concreta. Verano es un desgarro continuo. Vemos un corazón mutilado y cuesta asimilar su fortaleza con esta confesión”.
Los Libreros hemos perdido a uno de nuestros referentes contemporáneos. Pocos autores como José Saramago han disfrutado del aprecio de una enormidad de lectores siendo fiel a una obra con pretensiones culturales y caracterizada por la responsabilidad social. Cada título que nos presentaba era recibido con uno de los primeros puestos en la lista de los más vendidos, acompañado por críticas excelentes de los periodistas y tratado con el cariño librero que nos producen los creadores de hondura.
Es obligatorio que le dediquemos estas líneas. Que recomendemos algunos de sus libros.
Después de dos primeras novelas (la segunda de ellas inédita aún), pasan 29 años hasta que Saramago retoma la necesidad de escribir, y en esta segunda etapa es con Levantado del suelo en 1980, con la que Saramago publica uno de sus mejores libros y una de las preferidos para Fernando Valverde, el librero de Jarcha en Madrid.
Pese a diferentes episodios de desacuerdos y angustia con dirigentes portugueses, nadie mejor que José Saramago difundió la cultura lusa en el mundo de las letras. Pedro González, librero de Hipérbole en Ibiza, nos deja flotando impresiones del recuerdo de su lectura:
“Saudade, alma del portugués. Palabra llena de melancolía y recuerdo en El año de la muerte de Ricardo Reis. Pessoa recuerda Lisboa. Saramago nunca escribió mejor. Hipérbole recomienda una de las novelas más tristemente gozosas del escritor portugués”.
Para muchos, su mejor novela es Ensayo sobre la ceguera de 1995, recomendada de manera continua por Manuel García, librero de Sintagma en El Ejido (Almería), en la que demuestra otra vez más que la literatura con mayúsculas puede coquetear con los géneros y trascender los apartados estancos en los que a veces se sitúan. Y sólo dos años después nos entrega Todos los nombres, el libro preferido por Óscar Sancho, librero de Cultura en Las Rozas (Madrid) y que es el último título antes de llegar en 1998 al mayor reconocimiento público que puede conseguir un escritor: el Premio Nobel de Literatura.
Entre sus libros que no son de ficción Pepe Guerrero, librero de Prometeo (Málaga), nos invita a conocerle con Las pequeñas memorias, publicadas en 2006 ,y lo hace con la emotividad que pueden despertar los homenajes que le brindaremos sus lectores:
“Sus libros nos dejan el alma humana al descubierto. A poco que rasquemos en la piel nos enseña cómo somos. En su libro Las pequeñas memorias vemos la de él: tan humana, tan sencilla, tan cargada de sentimientos. Para el que aún no haya leído a Saramago, yo le recomendaría empezar por este sencillo libro”.
Los Libreros hemos perdido a uno de nuestros referentes contemporáneos. Pocos autores como José Saramago han disfrutado del aprecio de una enormidad de lectores siendo fiel a una obra con pretensiones culturales y caracterizada por la responsabilidad social. Cada título que nos presentaba era recibido con uno de los primeros puestos en la lista de los más vendidos, acompañado por críticas excelentes de los periodistas y tratado con el cariño librero que nos producen los creadores de hondura.
Es obligatorio que le dediquemos estas líneas. Que recomendemos algunos de sus libros.
Después de dos primeras novelas (la segunda de ellas inédita aún), pasan 29 años hasta que Saramago retoma la necesidad de escribir, y en esta segunda etapa es con Levantado del suelo en 1980, con la que Saramago publica uno de sus mejores libros y una de las preferidos para Fernando Valverde, el librero de Jarcha en Madrid.
Pese a diferentes episodios de desacuerdos y angustia con dirigentes portugueses, nadie mejor que José Saramago difundió la cultura lusa en el mundo de las letras. Pedro González, librero de Hipérbole en Ibiza, nos deja flotando impresiones del recuerdo de su lectura:
“Saudade, alma del portugués. Palabra llena de melancolía y recuerdo en El año de la muerte de Ricardo Reis. Pessoa recuerda Lisboa. Saramago nunca escribió mejor. Hipérbole recomienda una de las novelas más tristemente gozosas del escritor portugués”.
Para muchos, su mejor novela es Ensayo sobre la ceguera de 1995, recomendada de manera continua por Manuel García, librero de Sintagma en El Ejido (Almería), en la que demuestra otra vez más que la literatura con mayúsculas puede coquetear con los géneros y trascender los apartados estancos en los que a veces se sitúan. Y sólo dos años después nos entrega Todos los nombres, el libro preferido por Óscar Sancho, librero de Cultura en Las Rozas (Madrid) y que es el último título antes de llegar en 1998 al mayor reconocimiento público que puede conseguir un escritor: el Premio Nobel de Literatura.
Entre sus libros que no son de ficción Pepe Guerrero, librero de Prometeo (Málaga), nos invita a conocerle con Las pequeñas memorias, publicadas en 2006 ,y lo hace con la emotividad que pueden despertar los homenajes que le brindaremos sus lectores:
“Sus libros nos dejan el alma humana al descubierto. A poco que rasquemos en la piel nos enseña cómo somos. En su libro Las pequeñas memorias vemos la de él: tan humana, tan sencilla, tan cargada de sentimientos. Para el que aún no haya leído a Saramago, yo le recomendaría empezar por este sencillo libro”.