Cómics de la semana - Zona Cómic

En Metropolis seguimos tirando de nuestra comicteca y hemos leído The Kitchen, de Ollie Masters y Ming Doyle, publicado por  ECC Ediciones.

The Kitchen se centra en la cocina del infierno en la década de los 70. Como dato Hell’s Kitchen es el actual barrio Clinton y uno de los más caros para vivir actualmente.

Nuestra historia tiene 3 protagonistas: Kath, Rave y Angie, esposas de gánsteres irlandeses, que se tienen que hacer cargo de los negocios familiares cuando sus maridos acaban detenidos por la policía de Nueva York, pero nadie se las toma en serio. A lo largo de la historia veremos cómo van poco a poco controlando la situación, cómo van llamando la atención de los rangos más altos de la mafia y cómo aprenden qué es el honor y la traición.

Si te gustan las historias sobre la mafia con estilo retro, este es tu cómic. El desarrollo de los personajes es totalmente natural, haciendo que no sea ni muy lento ni demasiado loco en el devenir de la trama. Es una obra que bebe de clásicos del cine y la literatura y es capaz de hacer que suene la banda sonora en tu cabeza de alguna de las grandes películas de este género.

El guión de Ollie Master y el gran trazo de Ming Doyle, son capaces de transmitirnos las emociones de todos los personajes y de crear duelos de miradas tan intensos, que te dará la sensación de que la imagen se paraliza, aun siendo un cómic. ¡Ah!, y no nos olvidemos del color de Jordie Bellaire que consigue sin duda transportarnos a esos maravillosos años 70.

Cómic recomendado por Librería Metropolis Cómics de A Coruña.

Iconoclasta y demoledor son dos de los adjetivos que mejor caracterizan al veterano Howard Chaykin como creador de algunos de los cómics más subversivos dentro del mainstream americano (American Flagg!, The Shadow, Black Kiss o el más reciente Estados Dividos de Histeria).

Si a ello le añadimos su intención en este HEY KIDS! COMICS! (Dolmen Editorial) de darle un buen repaso a la industria del cómic de superhéroes desde el ya lejano 1938 (la publicación del número 1 de Action Comics, con la primera aparición de un personaje que marcaría un antes y un después en la industria: Superman) hasta nuestro presente de multimillonarias adaptaciones cinematográficas del mismo, podemos imaginarnos que el resultado no va a dejar títere con cabeza.

Porque además, Chaykin sabe perfectamente de qué está hablando. Aprendiz del legendario Gil Kane, Howard conoce los trapos sucios de una industria erigida sobre el engaño, la estafa y la baja autoestima de sus creadores y del poco esfuerzo que hicieron estos por luchar conjuntamente por sus derechos o por la “mera” tenencia de sus originales, que las editoriales acumulaban y regalaban y que con el tiempo han pasado a ser valorados en mucho, muchísimo dinero por otras personas diferentes a ellos mismos y sus descendientes.

Entre las páginas de la obra desfilan el mencionado Gil Kane, Jack Kirby, Bill Finger, Stan Lee, Will Eisner y muchos otros, aunque con otros nombres creados para la ocasión (en este sentido Hey kids! Comics! a veces es innecesariamente confuso y es complicado saber quién es quién en una trama que se va desarrollando en cuatro décadas distintas en las que la apariencia física de los protagonistas va cambiando significativamente). La visión del entorno de estas leyendas es muy, muy cínica, y ciertamente Chaykin deja poco espacio para la esperanza y la humanidad de sus protagonistas, algo que es habitual en su trabajo pero que aquí, al retratar a gente “de verdad”, se echa algo en falta.

El valor de Hey kids! Comics! está en la denuncia que hace de comportamientos endémicos en una industria que aunque haya mejorado por la aparición de modelos editoriales diferentes a los establecidos desde sus inicios sigue tendiendo a identificar todos sus logros con las editoriales que los publican y no con las personas reales que los han creado. Porque la lección final es que estas corporaciones siguen adelante mientras el trabajo, el sudor y las vidas de los profesionales que les dieron sus mejores éxitos y por los que les deberían estar agradecidos han llegado a su fin, muchos entre graves carencias económicas, de salud o el desconocimiento por parte de los millones de espectadores que acuden al cine a ver la enésima iteración de sus creaciones.

Mi recomendación es que leas este cómic de llamativo título e investigues después sobre las vidas llenas de grises, blancos y negros de sus protagonistas, a veces igual o más heroicos que los personajes que inventaron, a veces fracasando por completo al intentar emularlos. Ojalá hubiera más tebeos como este. Y más historietistas como Chaykin.

Jaume Albertí de la librería Gotham de Mallorca

Tras La hija de Z y El aprendiz de malo, llega Lady Z, el tercer tomo de Zorglub, el personaje creado por Greg y Franquin en 1959. Esta nueva serie editada por Dibbuks es obra de José Luis Munuera, que se supera en cada álbum.

Munuera es libre de hacer lo que desee con el personaje y lo dota de su personalidad. Lo hace con respeto a la obra original pero con una nueva mirada, lo que hace que la serie “Spirou por” gane fuerza (un acierto de la editorial como sucede con la colección “Una aventura de Spirou por” El botones verde caqui, Diario de un ingenuo, La esperanza pese a todo ). Cualquier nuevo lector disfrutará del nuevo Zorglub, pero también lo harán los “viejos lectores”, los que de niños disfrutaron de las obra de Greg y Franquin, uno de los grandes clásicos de la BD.

En esta tercera entrega Zorglub consigue el ADN de Elvis y gracias a su máquina de clonar consigue hacer clones para un mafioso ruso. Pero los clones no duran mucho y el mafioso, enfadado, pone precio a la cabeza de Zorglub que decide entonces autoclonarse para defenderse del vengativo ruso. Pero cada clon muestra un rasgo de la personalidad de Zorglub y así surge Lady Z, su parte femenina.

No falta la acción, mucha imaginación y buenas dosis de humor protagonizado por el científico loco en la que es la mejor entrega de la una serie muy recomendable que no debería faltar en nuestras estanterías.

Munera nació en Murcia en 1972 y es el dibujante de obras tan magníficas como El juego de la Luna (Astiberri), Fraternity (Astiberri) o Sortilegios (Norma). Y es el autor completo de Los Campbell (Dibbuks) una colección de cinco álbumes, y del primer tomo de Walter el lobo (Dibbuks).

Poco nos sorprendió cuando el recuento de votos de las librerías de cuáles habían sido los mejores cómics que habían leído en febrero arrojó el título de Hasta el último, publicado por Yermo Editores. Esta obra de los franceses Jerôme Felix y Paul Gastine está llamada a convertirse en uno de los grandes cómics del western europeo. Una obra que bebe de los clásicos pero donde también se aprecian las influencias del western más moderno.

En Hasta el último asistimos al final de un estilo de vida, de una forma de hacer las cosas en el viejo oeste americano. La época de los cowboys está llegando a su fin y pronto no será necesario ni cruzar las grandes praderas para transportar el ganado.  Está llegando el momento de decidir entre convertirse en granjero o ser el último vaquero que recorra los desiertos. Los trenes ya son parte del paisaje y los pequeños pueblos luchan por estar en el mapa de los apeaderos en un salvase quien pueda. La “civilización” está llegando a todos los rincones.

Y de todo eso trata Hasta el último.  Lleno de personajes inolvidables como Russell,  Kirby, el huérfano Bennett o Miss Collins. Con una trama bien armada por Jerôme Felix , que logra mantenernos en una tensa lectura en una historia llena de giros. Los dibujos de Gastine vuelven a demostrar su maestría a la hora de dotar de expresividad a sus personajes. El dominio de los paisajes en lo que transcurre la acción y el uso del color, son elementos que agrandan la obra. Todo está estudiado hasta el último detalle, nada queda al azar.