Más libros de la semana de Literatura

“Gente que busca su bandera” de Braulio Ortiz Poole

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Gente que busca su bandera

Gente que busca su bandera

Ortiz Poole, Braulio

ISBN

978-84-121471-3-1

Editorial

Maclein y Parker

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Las gentes de corazón autoritario (“amigos de lo inerte / y no de lo que tiembla, / corazones estériles / que se apartan del fuego”…) han predominado o prevalecido o desde luego se han impuesto por definición sobre las gentes de cualquier época que sólo hubieran pedido poder vivir, amar, trabajar o crear con un poco de verdad y sencillez. Y a algunas de estas víctimas casi anónimas acaba de dedicar el poeta sevillano Braulio Ortiz Poole un libro muy hermoso, consagrado a retratar la fatalidad de las vidas que no se cumplen por motivos ajenos a sí mismas, por agresiones llegadas del exterior.

La amargura, por tanto, sobrevuela todo el libro, pero es una amargura amable, sin rencor, triste pero melodiosa, casi dulce. El tono de Ortiz Poole no se desliza hacia una rabia que en todo caso sería legítima o estaría justificada, sino que se queda en el lamento y la indagación de por qué no sabemos o no queremos o no podemos ser mejores. Se ve nítidamente en su poema panorámico sobre España: “España, / ¿por qué cuesta decirte? // ¿Por qué a veces pareces / una madre implacable / que le niega la leche a sus bastardos? // País de tanta luz, / ¿por qué esta vocación de ser tiniebla?”.

Este libro sabe que “todo lo joven es una fuerza viva”, que “sólo vive quien arde”, y tiene mucha más potencia su llamada a la redención que la elegía por lo sufrido. Como en casi toda la poesía, importa más lo que subyace que lo que se dice, y aquí tiene también más valor el espíritu general que las propias palabras. Sucede que, al cabo, éste es un libro de amor, un libro en el que hay esperanza y fe aunque se retrate un amor universal frustrado, un amor colectivo traicionado, un amor común pendiente. Se habla en él de rebeldes, de pioneras, de represaliados, de proscritas, de “ajusticiados”… pero hay más espacio para la filantropía que para la pelea, se incide más en la certeza del buen destino que en el sufrimiento, hay más “salvación” que dolor.

Gente que busca su bandera es un libro lleno de nobleza, de un sentimiento instintivo de generosidad, y a ello contribuye decisivamente el precioso prólogo de Alejandro Simón Partal, otro gran explorador de la bondad, del bien en todas sus formas. Es él quien explica que “ha sido imposible sentarle [a Ortiz] en la mesa de algún grupo o en las complicidades y modas pasajeras de este género”, que es, claro, la poesía, y que “tampoco ha habido verdaderos argumentos para compararlo a sus colegas de generación”.

En efecto, una mirada filosófica parecida alía a Ortiz y Simón y los distancia de las corrientes más superpobladas entre los poetas de su edad, lo cual los distingue en dos sentidos: los diferencia, sí, pero en nuestra opinión también los destaca. “No sólo lo sagrado tiene mártires”, se dice en otro verso de este libro, pero ellos, en cierto sentido, se están sacrificando por lo “sagrado”, están incorporando su talento y su voz a la literatura que desde los primeros balbuceos de la especie quiso cantar y honrar lo alto, lo justo, lo ordenado, lo correcto, lo moral, lo bello, lo sano, lo libre, lo fraterno, lo real. Aunque lo real tenga también esquinas y espinas:

 

“No temas el clavarte alguna astilla,

no temas cuestionarte:

tan sólo siente el mundo

aquel que va descalzo o se interroga”.

 

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan

“Ava en la noche” de Manuel Vicent

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Ava en la noche

Ava en la noche

Vicent, Manuel

ISBN

978-84-204-3563-3

Editorial

ALFAGUARA

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Con independencia de cualquier preferencia o gusto, Manuel Vicent tiene un marchamo de calidad propio que precede a todo lo que escribe. Lo de él es gastronomía de alto nivel: creación, personalidad indiscutible, contundencia, olor, sabor… Si habláramos de gastronomía así lo definiríamos porque sus platos salen siempre a la mesa con una presentación impecable, un cuidadoso trabajo de la forma, una elaboración esmerada e ingredientes debidamente sopesados, con los que nos regala los sentidos. De eso se trata, de sentir, ver, oler y hasta tocar, degustar ese plato de gran intensidad que prepara  para  sus lectores, conceptualmente bien diseñado, con alma, con toda la esencia de uno mismo. Si no fuera así, sus libros, sus artículos de prensa, no dirían nada, como no lo dice la cocina de falsete y piruetas  que sólo pretende epatar y no pasa por el gusto propio y la voluntad de transmitir, comunicar o compartir.

El símil de la gastronomía para hablar de la obra de Manuel Vicent no es baladí, pues su obra entera está plagada de referencias a la cocina, a los olores y el sabor del Mediterráneo y de la vida. Su obra es diáfana y está impregnada de todo aquello que constituye su hábitat: la memoria, las sensaciones que van unidas a ella, la literatura, el cine, la música, el deseo, el mar, la comida, la política, en definitiva, el ejercicio de vivir. Ava en la noche, su último trabajo, es todo esto, pero también un testimonio de un tiempo de asfixiantes tonos grises, de una página de nuestra historia triste, rala, de una pobreza cultural lamentable, de una vida cotidiana de miserias indecibles.

A través del protagonista del relato, David Arnau, Vicent hace un detallado retrato de la España franquista. El joven valenciano, que al terminar los estudios de Derecho se va a Madrid porque quiere ser director de cine, nos conduce a través de su viaje de iniciación por un Madrid de luces y sombras, y nos muestra la pesadumbre de una época en la que el garrote vil blandía aún toda la fuerza del franquismo. El mitómano protagonista del relato, que busca encontrarse con Ava Gardner en una de sus noches de juerga por bares y locales de fiesta de la noche madrileña, espera de ese encuentro la realización del sueño perseguido desde adolescente entre las ruinas de un balneario. Pero será la realidad y su crudeza, el sabor salado de las lágrimas, quienes le harán comprender que los sueños, en muchas ocasiones, no se cumplen.

Vuelve Vicent a visitar, en estas páginas, Valencia, el hotel Voramar en Benicàssim, el cine de Berlanga, páginas que nos remiten al Tranvía a la Malvarrosa y a otros de sus libros. Nos trae anécdotas, ficciones y verdades envueltas en personajes reales como el asesino José María Jarabo o Billy el niño. Nos remite a  excentricidades de una época envuelta en papel de estraza, en la que un trozo de atún en escabeche comprado en el ultramarinos era un trozo de gloria, un tiempo en el que “los camareros servirían chatos de vino en vasos mojados y tres filas de gente abatidas contra los mostradores de estaño pedirían a gritos ensaladilla rusa, patatas a lo pobre, pajaritos fritos, gambas con gabardina y mejillones al vapor, cuyas valvas arrojadas al suelo crearían un crujiente  pastizal mezclado con serrín bajo los zapatos de los clientes, quienes animarían a los extranjeros  a tirar las cáscaras al suelo  para demostrar que en España había libertad aunque solo fuera la de tomar  el aperitivo de pie sobre un basurero”.

Ava en la noche es una novela sobre el despertar, la toma de conciencia, el encontronazo con la dura realidad y es, además, un paseo por las páginas más rancias de la historia, no muy lejana, de nuestro país. En ese paseo Manuel Vicent adereza su texto con referencias e imágenes en las que hace gala de su virtuosismo, de su prosa clara, visual. A golpe de cincel, concienzudamente, construye un relato que se lee con deleite. Cada capítulo es un fotograma, se ve, se palpa, se huele, se siente. Vicent nos muestra el lado tierno y amargo de la existencia y todas las controversias que la envuelven. Sin duda, añade una vuelta de tuerca a su obra para presentarnos, con gran elegancia, una historia en blanco y negro que además de entretenernos nos hace pensar. En un alarde afrancesado de chauvinismo, no encontramos mejor expresión  para exclamar ante estas páginas un Voilà impeccable! El socorrido “olé, olé y olé” español nos parece ahora, con todo el envalentonamiento qué está viviendo la derecha, prosaico, primitivo, de mal gusto. Nos recuerda demasiado una época de nuestra historia que desearíamos que no hubiera existido.

Lourdes Rubio, viajera, periodista y crítica literaria. Librería Noviembre (Benicàssim, Castellón)

Lourdes Rubio (y Mónica Bernat, y Celia Saura), con el libro reseñado, en la Librería Noviembre (Benicàssim, Castellón)

“Los deslumbramientos, seguido de Recapitulaciones”, de Ángel Guinda

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Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones

Los deslumbramientos seguido de Recapitulaciones

Guinda Casales, Angel

ISBN

978-84-121535-0-7

Editorial

Olifante Ediciones de Poesía

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Qué profunda, y qué caudalosa, y qué voluptuosa es la poesía de Ángel Guinda (Zaragoza, 1948), y qué vocación tiene de totalidad. Protagonizada por una especie de hedonismo existencialista, o de fatalismo epicúreo, sus versos nos han ofrecido siempre una visión trágica y gozosa de la vida, una conciencia de la muerte que hace más apremiante todavía la necesidad de vivir.

Que la muerte es desde siempre la presencia más constante y poderosa en la obra del zaragozano es una obviedad para sus lectores, pero se trata de una “muerte viva”, una muerte vivida con una intensidad casi exagerada, desaforada, una muerte tan “ávida” como la vida de aquel título suyo de 1980. “Si me quitan la vida escribiré con la muerte”, decía un tremendo verso suyo de Poemas para los demás, todo un posible epifónema para su obra, y allí se declara abiertamente lo que queremos decir: la muerte en Ángel Guinda no es inercia, el silencio metafísico es un aullido, el cese de la vida es un comienzo, no en el sentido religioso, sino, muy al contrario, en un sentido explícita y militantemente pagano, pero un paganismo rebosante de trascendencia.

Si todo esto era así en sus libros todavía juveniles, cuando la vida bullía y la escritura de Guinda se revolcaba en placeres que quedaban registrados en versos de pura celebración de los sentidos y los sueños, ahora, en sus libros últimos, lo que nos encontramos es lo mismo pero en otro tono, como en su magistral Espectral, un libro de poesía alucinada y de resultado un tanto alucinante, o en su nuevo libro, que habla de “recapitulaciones” en el mismo título. La poesía comprometida, que era otra de las líneas habituales en Guinda (y donde a veces se incurría en la irregularidad a costa de la generosidad de hacerse expresiva, deliberada portavoz de una comunidad, poesía de combate o incluso de pancarta), se retira aquí para sumergirse de nuevo en la meditación filosófica, manantial en donde la poesía del autor ha encontrado siempre sus mejores palabras, sus hallazgos fulgurantes. Lo que recibimos agradecidos hoy y leemos con conmoción es otro libro de plenitud, de paisajes simbólicos, de grandeza privada y colectiva. La obra de un poeta, vista en perspectiva, es algo así como la biografía de una conciencia, y en ese sentido la obra poética de Guinda (que reclama con cierta urgencia una edición conjunta, completa) es un clamor de voces en el que destaca la suya, poderosa y honda, donde el individualismo ha logrado hacerse alarido común:

 

Todo a mi alrededor está agitado,
pero yo estoy tranquilo
ante este mar que me esperaba
tanto tiempo sin mí,
yo sin él tanto tiempo.
Mi mundo, mar en calma,
tan grande es como el mundo
y aún más hondo.
La serenidad es un estado del ánimo,
conciencia de viajar a uno mismo despacio.
Y haber llegado ya es alcanzarse.

 

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan

 

 

“Gestar un tópico” de Azahara Alonso

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Gestar un tópico

Gestar un tópico

Alonso Gómez, Azahara

ISBN

978-84-18065-08-8

Editorial

Ril editores España

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“Mi palabra preferida es el lenguaje“, afirma Azahara Alonso (Oviedo, 1988) en el centro de un libro que, en efecto, tiene lo lingüístico como campo semántico principal, el protagonista y el motor de todo el libro, el nudo del asunto: desde el título de la primera sección, “Mi nombre es una errata”, hasta el desfile de gramáticas, homonimias, pleonasmos (en un chispazo brillante: “releer por placer como si no fuese esto un pleonasmo”), conjugaciones, sinestesias, dobles negaciones o marcas de discurso, la meditación sobre cómo el lenguaje construye la realidad es constante, y no es en absoluto incoherente que en otro sitio se declare que “espero no explicarme por completo”, por razones a las que ella misma parece responder en el final de otro poema: “No es que el lenguaje tenga límites. // El límite es, en lenguaje, / una identidad”.

En guerra personal contra la literatura anodina desde los aforismos de su primer libro, Bajas presiones (Trea, 2016), donde entendía que “un escritor que elige sus temas no es más que un cronista”, Alonso ha elegido ahora un título general que también delata que lo suyo es una poesía indagadora, pero sin demasiados agobios, una poesía seria en las intenciones pero sonriente en las formas, autoexigente consigo misma pero amable con el lector, en el sentido de que claramente es una poesía ambiciosa, que anhela ser significativa, pero que no está dispuesta a serlo a costa de la frialdad o la excesiva espesura retórica. Y es verdad que la poesía admite mal los adjetivos, no sólo en el interior del texto, sino los epítetos a la hora de calificarla: no nos gusta la poesía metalingüística, ni la poesía religiosa, ni la poesía erótica, ni la poesía belicista, ni la poesía feminista, ni la poesía del paisaje… Nos gusta la poesía buena y no nos gusta la poesía mala. Y, siguiendo con el aforismo citado, no nos gusta especialmente ningún “poema sobre nada”. Como decía Bergamín, no hay nada peor que lo hecho adrede: si algo está demasiado pensado, ya pierde mucho de su valor o, desde luego, de su naturalidad, de su espontaneidad, de esa “verdad” de la que Alonso también sospecha (“La verdad y la falsedad pertenecen al orden del conocimiento, no del arte”). Y, por otro lado, conviene recordar que el discurso inteligente no es monopolio de la poesía filosófica: también en la “poesía sentimental” que busca la emoción puede haber, digamos, altura “intelectual”.

En esta poesía inquieta pero serena (“mi único vicio es el de verme siempre en otra parte”), escéptica pero chispeante (“¿Cómo es posible que de todos los dioses que hemos inventado no comparezca ni uno solo?”), más bienhumorada que sus conclusiones, autoirónica (“Mi fe no mueve nada”) sin llegar al sarcasmo, Azahara Alonso prolonga la brillantez a veces destellante de Bajas presiones (“La imprenta le ha quitado la sombra al árbol”) y persevera en esa búsqueda a tientas por los secretos del lenguaje, es decir, por nuestros secretos, los de la historia colectiva y los de la psicología de cada cual, y “toda la psicología no es más que un trabajo de seducción para que dejemos de tomarnos en serio”. Esa actitud desengañada pero también desenfadada es la gran conquista de este libro, el tono  que lo eleva y que acaba cayendo bien, lo que la hace oscura pero no pedante, mucho más estimulante que frondosa. La poesía es una de las cosas más importantes de la realidad, y por eso conviene no tomársela tampoco demasiado en serio, o que al menos no lo parezca.

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan

“Tractatus Logico-Photographicus”, de Ricky Dávila

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Tractatus Logico-Photographicus

Tractatus Logico-Photographicus

Dávila, Ricky

ISBN

978-84-17971-37-3

Editorial

Galaxia Gutenberg

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Siguiendo la serie de vídeo-reseñas que comenzaron a publicarse con el inicio del Estado de Alarma (y que ya van a quedar como contenido fijo semanal en nuestro particular calendario), hoy es nuestro coordinador, Juan Marqués, quien nos habla de un libro casi tan disparatado como él mismo: el Tractatus Logico-Photographicus, novela estupenda y libérrima del fotógrafo bilbaíno Ricky Dávila (Galaxia Gutenberg), que llegó el 10 de junio a cientos de nuestras librerías (y que puedes encargar en cualquier otra).

Se trata de una novela que adquiere, como apunta su subtítulo (“La fotografía explicada a los atunes”), la forma de ensayo sobre fotografía, pero, como también queda claro en ese aviso para despistados, lo hace de una forma muy peculiar, con un tono muy personal. Escrito en primera persona, Dávila se autocaricaturiza, convertido en Vilado, y, aunque efectivamente da información veraz sobre los orígenes de la fotografía (los daguerrotipos, los primeros experimentos, las controversias fundacionales, los éxitos o fracasos inaugurales…), en realidad el libro trata sobre todo lo que tratan los libros que más nos importan: sobre todo y sobre nada. Se trata de una investigación general sobre la realidad, que toma el pretexto de la fotografía para reflexionar sobre cómo nos relacionamos con el mundo y sobre qué esperamos de él, que medita sobre cómo vivimos, cómo miramos, cómo pensamos, cómo imaginamos, cómo soñamos… Y el hecho de que esté escrito en un tono, digamos, carnavalesco, no resta ni un ápice de seriedad a la intención de fondo, la implícita, la tácita, la enterrada en una aparente trivialidad o, mejor, en la ligereza narrativa, en el humor, aunque hablar de humor, en este caso, es claramente reductor. Una juerga, en fin, muy seria.

“Rewind” de Juan Tallón

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Rewind

Rewind

Tallón, Juan

ISBN

978-84-339-9892-7

Editorial

Editorial Anagrama

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En un piso de estudiantes situado en la ciudad de Lyon, se produce una explosión y todo salta por los aires. La fiesta planeada para esa noche de mayo no hacía más que empezar y, de la manera más abrupta, deja paso a la tragedia.
A partir de este hecho, Juan Tallón construye una espléndida novela que alterna miradas al pasado con el dolor del presente, una conjugación de voces dañadas por el horrible suceso en una narración de emociones y sentimientos sobre la fragilidad de cualquier vida, sobre lo que nos obliga a pararnos y rebobinar, a encajar uno de los más desafortunados golpes que el azar puede poner en el camino de varias familias.
La amistad, la hipocresía familiar, la incomunicación, el arte, la mirada joven con ilusión por el futuro, las decisiones erróneas, el fundamentalismo político, son algunos de los temas que surgen en las voces protagonistas. Tallón pone un nudo al lector con reflexiones de gran narrador y observador de lo cotidiano. Parte de la belleza en momentos pasados no dejando que el lector abandone la historia ni la precisión de su prosa, ni siquiera cuando ha terminado el libro. Hay párrafos que ya se quedan contigo.
En los días que vivimos, ocupados por la reflexión y las ausencias, Rewind y su búsqueda de sentido a la existencia después del estallido, no ha dejado de ganar lectores permaneciendo entre nuestros más vendidos y recomendados. Llegaba a las librerías en febrero y, después de tres meses sin ver la luz, es una alegría verlo entre los más demandados.

Esther Gómez, Moito Conto (La Coruña)

 

“La piel” de Sergio del Molino

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La piel

La piel

del Molino, Sergio

ISBN

978-84-204-3892-4

Editorial

ALFAGUARA

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Nuestro amigo Antonio Chéliz, librero en La General (Aínsa, Huesca), continúa enviando vídeo-reseñas desde lugares envidiables. Esta vez nos habla desde Puyarruego, con el Parque Nacional de Ordesa al fondo, y lo hace de La piel, de Sergio del Molino, recién editado por Alfaguara. Y, hablando de Ordesa, es curioso que comprobar que, Patria aparte, los tres grandes fenómenos editoriales de los últimos años (esto es, la aludida Ordesa de Vilas, El infinito en un junco de Vallejo y La España vacía, del mismo autor reseñado hoy) llegaron, como la vídeo-recomendación de hoy, desde tierras aragonesas, lo cual anotamos, por supuesto, sólo como curiosidad.
Para escuchar la vídeo-reseña (y admirar las vistas), pincha aquí.