Más libros de la semana de Literatura

“Cinco inviernos” de Olga Merino

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Cinco inviernos

Cinco inviernos

Merino, Olga

ISBN

978-84-204-6096-3

Editorial

ALFAGUARA

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Cinco inviernos, la última entrega literaria de Olga Merino, publicada por Alfaguara, nos regala un impagable recorrido emocional por sus cinco años de estancia como corresponsal de El Periódico en Rusia, entre 1993 y 1998.

De forma pausada y con un gran ejercicio de contención, retoma su diario personal de estos años para ofrecernos, además, un conjunto de vívidas estampas moscovitas y un retrato de Rusia de una época de enorme atractivo para el lector.

Sin caer en el chascarrillo de sus andanzas como periodista, ni en el morbo a la hora de desvelar intimidades, Olga Merino mantiene un admirable equilibrio entre la voz de la joven que llega a Moscú con veintiocho años y la de la mujer escritora actual con la que alterna su relato. Nos encontramos así ante la mirada de una joven cuya aspiración es escribir y la de la escritora que cuestiona su olfato periodístico; la lectora atenta que recorre páginas de la literatura indispensable para entender un país y la observadora excelente que detiene su mirada en todo aquello que le circunda. Todas las miradas contenidas en la corresponsal responsable que atiende a las imposiciones de la actualidad periodística para ofrecer una visión cercana de lo que acontece.

Lejos de presentarse como una corresponsal que llena sus páginas de grandes hazañas, narra los momentos terribles que le tocó cubrir (la guerra en Chechenia, por ejemplo)con una humildad sorprendente y una reflexión medida y crítica de los hechos, frente al estilo de otros profesionales que los presentan como un alarde de “yo estuve allí”.

El gesto de Olga Merino ennoblece las páginas de este libro, donde entrelaza su voz personal con el retrato muy veraz de esos años:  la entrada del capitalismo salvaje, las carencias que sufrió la población rusa durante todo ese período, etc. Y al mismo tiempo, nos va mostrando las circunstancias que han forjado la mentalidad del pueblo ruso: Cuando vienen mal dadas, los rusos se encogen de hombros y repiten la expresión pozhivem i uvidim (mal traducido, viviremos y veremos). Están adiestrados en la adversidad.

La autora recoge además un amplio ejemplo de palabras rusas muy concretas, con las que nos muestra cómo el lenguaje define a un país y su idiosincrasia. Por ejemplo, la palabra avoska. En una escena, Merino describe a niños y personas mayores recogiendo las manzanas caídas al suelo en una avenida de Moscú y las meten en una bolsa de nailon, la bolsa se llama avoska, (“por-si-acaso”), y dice: Se trata de una costumbre nacida de las penurias soviéticas que ha pervivido justamente en el tiempo: no se sale de casa sin una avoska en el bolsillo del abrigo o en la bandolera porque uno no sabe con qué puede tropezarse por el camino.

 

Las primeras entradas del diario son muy ilustrativas: lenguaje, humor, escenas que ve en la calle, rasgos típicos de la cultura y el modo de vida de un país que abandona el sistema soviético para adentrarse en la economía de mercado, además de reflexiones personales y el cotidiano acontecer de su vida en Moscú.

El libro es al mismo tiempo crónica y trabajo de memoria, que nos muestra la forja de quien quiere ser escritora y la construcción de una personalidad propia.

Cinco inviernos es, sin duda, un libro para disfrutar, conocer y pensar. Toda una sesión de buena y gratificante lectura. Olga Merino es también autora de La forastera, novela que ya nos dejó huella de su talante narrativo.

Lourdes Rubio, Librería Noviembre (Benicàssim, Castellón)

“El mal dormir” de David Jiménez Torres

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El mal dormir

El mal dormir

Jiménez Torres, David

ISBN

978-84-17977-94-8

Editorial

Libros del Asteroide

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Dormir mal, dormir poco, desvelarse, pasar noches en blanco, revolverse en la cama, levantarse, volverse a acostar… llámese El mal dormir, según David Jiménez Torres. Como maldurmiente que he sido durante muchos años, he leído con mucho interés este ensayo publicado por Libros del Asteroide, y, sin ninguna duda, me he sentido bastante identificada.

No en vano, el común distintivo del mal dormir nos hace reconocernos en experiencias similares, representativas de un grupo humano en el que cada uno sufre el mismo mal de diferente manera, de forma tan individual, tan imposible de compartir, tan devastadora a veces, tan frustrante y desesperada, que leer sobre ello invita, al menos, a una complicidad agradecida.

No se refiere aquí a aquellos que utilizan las horas nocturnas para producir, que aprovechan un tiempo durante el que los otros duermen y descansan, en realizar tareas a las que les va bien la soledad y el silencio de la noche.

Y es que hay personas, yo me he encontrado con algunas, que duermen poco, muy poco, tres, cuatro, cinco horas, porque no necesitan más, eso dicen. Y yo las miro con verdadera envidia. Ojalá mis necesidades de sueño se limitaran a esas pocas horas y pudiera disponer del resto del largo día para llevar a cabo tantas y tantas cosas.

 

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Pero aquí se trata de los que quieren dormir y no pueden; de los que buscan desesperadamente el sueño que no llega; de los que intentan reconectarse al sueño interrumpido; de los que anhelan el descanso nocturno que se les niega cada noche; de los que pasan noches en vela, noches improductivas, malgastadas; de los que sufren pensando en las exigencias del día siguiente a las que su cuerpo y su mente deben responder de forma ineludible. Y no son pocos. La legión de maldurmientes deambula por este mundo agitado, hiperconectado, veloz, en el que nada invita a la calma y al silencio que requeriría, en principio, un buen sueño.

Suele ser, precisamente, durante esa vigilia azarosa cuando los hechos del día aparecen engrandecidos y hasta deformados, y los pequeños contratiempos se presentan magnificados hasta límites obsesivos, y es fácil, entonces, enredarse en una espiral de desesperación que activa el nivel de ansiedad que a su vez aleja el sueño deseado. Eso y la soledad, la inquietante soledad nocturna del maldurmiente. En la siniestra oscuridad de la noche parece habitarse una realidad paralela de rara densidad en la que, como dice el autor, todo alrededor adquiere una textura diferente e incluso la percepción de uno mismo alcanza angustiosos o iluminadores niveles metafísicos.

Un recorrido por la constante frustración del mal dormir y sus consecuencias, acompañando al maldurmiente en su particular odisea nocturna, en sus batallas diarias contra la fatiga para llegar más o menos entero a otra nada reparadora noche; en la búsqueda del remedio mágico que atrape el sueño esquivo.

Un texto ameno, preciso, escrito (magistralmente) desde la experiencia y el interés que ella misma suscita, con referencias científicas y literarias que dan cuenta de que, en realidad, la soledad del maldurmiente no es tal: ha habido, hay y, con toda seguridad, seguirá habiendo infinidad de insomnes solitarios compartiendo la quietud y el silencio de la misma noche.

Olivia Lahoya Cuende, Librería Estudio (Miranda de Ebro, Burgos)

“Los extraños casos” David Vivancos Allepuz

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Los extraños casos

Los extraños casos

Vivancos Allepuz, David

ISBN

978-84-122898-7-9

Editorial

Editorial Pez de Plata

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«La literatura o es juego o no es nada», me dijo hace poco un editor. Y en Los extraños casos David Vivancos Allepuz supera todos los niveles del juego y gana la partida. Éste no es un libro más sobre Sherlock Holmes. Es un homenaje a los grandes detectives de la literatura abordado desde el humor y la audacia literaria. Se trata de sesenta y cinco casos (extraños casos) en los que coexisten los juegos de palabras, la metaliteratura, el sarcasmo, la intrepidez y el humor. Humor de todos los colores. El negro, en concreto, el autor lo domina.

Holmes, Watson, la señora Hudson, Moriarty, también Poirot, Dupin… Y es que David Vivancos se mueve como pez en el agua en el género al cual debe su inspiración, y se permite experimentar con él y divertirse —¡divertirse mucho!—, llegando incluso a convertirse a sí mismo en personaje. A sentarse en una mesa, frente a frente, con la criatura más famosa de Arthur Conan Doyle. A reírse de todas las miserias de nuestra sociedad utilizando el esquema clásico del relato detectivesco, pero deconstruyéndolo y jugando con él a su antojo.

Con estos pequeños textos —o textículos, como prefiere llamarlos nuestro desvergonzado Sherlock—, que van precedidos de un prologazo de Arantza Portabales y acompañados por ilustraciones de Sergi Cambrills, la colección «La risa floja» alcanza su decimoquinto título. Una colección con la que el sello asturiano Pez de Plata se impone ya como un referente en la literatura de humor a nivel estatal.

Natalia González Menéndez, Librería Cervantes (Oviedo)

“Mira que eres” de Luis Rodríguez

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Mira que eres

Mira que eres

Rodríguez Rodríguez, Luis

ISBN

978-84-18504-37-2

Editorial

CANDAYA,S.L

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Desde la Librería Argot Cultural recomendamos Mira que eres, de Luis Rodríguez editado por Candaya, que también acaba de publicar en KRK De la sidra, de su fabricación y de sus defectos, seguido de unas cuantas reflexiones nuevas al respecto, que es un homenaje a Gustave Flaubert maravilloso.

Mira que eres es un libro excéntrico y perverso sobre el uso de la literatura y sus perspectivas. No es una novela, no es un ensayo ni es un libro de relatos, es un ejercicio literario con el que regodearse y que se puede empezar desde la página 3 o desde la 89, pues es una elipse literaria en la que la historia es lo de menos.

Luis Rodríguez es en este momento un escritor para escritores lectores, una mina en la que buscar argumentos para escribir o seguir escribiendo. Una delicia para el lector leído.

Este libro es el reflejo de una pasión creadora desbordante. Utilizando la ficción recorre pasajes vividos, contemplados; imagina, indaga sobre ellos y plasma mediante la literatura para concretar lo abstracto y absurdo de la vida misma. Qué somos nosotros mismos sino lo que imaginamos que somos. Qué ven de nosotros los demás sino un artificio. Quién lleva las riendas de nuestra vida, quiénes son lo suficientemente cuerdos como para abandonar lo preestablecido. Preguntas que en este libro no son obvias, pero que hacen que cada párrafo, cada diálogo y cada pasaje se conviertan en una novela en sí misma.

Juan Vicente Centelles, Librería Argot Cultural (Castellón)

“La hija pequeña” de Fatima Daas

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La hija pequeña

La hija pequeña

Daas, Fatima

ISBN

978-84-121753-8-7

Editorial

Editorial Cabaret Voltaire

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En septiembre de 2021 la editorial Cabaret Voltaire, una de esas pequeñas inmensas editoriales que amamos, publicó en nuestro país La hija pequeña, de la autora francesa Fatima Daas. La novela, publicada en Francia en 2020, fue vertida a nuestra lengua por la traductora Lydia Vázquez Jiménez, conocida y querida en nuestra librería por la traducción de las obras de Annie Ernaux para la misma editorial. El texto, de un extraordinario ritmo entrecortado, dio inmediatamente mucho que hablar (tal como ocurrió un año antes en el país vecino), probablemente porque todavía hay personas a las que les cuesta aplaudir la primera obra de una escritora tan hábil como joven (nació el año 1995).

El libro, construido con frases breves y directas enlazadas en pequeños párrafos que a su vez se estructuran en capítulos cortos, está narrado en primera persona con la voz de la protagonista que (nos da igual que si se trata de un seudónimo), toma el nombre de la propia autora. Nos encontramos entonces con una novela protagonizada por un personaje complejo y profundo que lleva el nombre de Fatima Daas, nombre que repite insistentemente al inicio de cada capítulo. Una novela que narra la búsqueda de identidad de la protagonista, perdida inicialmente entre elementos identitarios teóricamente irreconciliables y que a lo largo del texto, siempre a golpe de nombre, hacia la aceptación de su ser múltiple.

Una novela protagonizada por una adolescente que se debate entre su ser francesa y ser hija de inmigrantes argelinos, entre su fe musulmana y su sexualidad lésbica, entre su juventud y la madurez de sus tareas escolares, entre su vida como universitaria parisina y como chica de barrio conflictivo, entre la lengua familiar que no domina (el árabe que hábilmente introduce en cada capítulo) y la francesa que sus padres apenas hablan, entre el recuerdo amoroso del padre en la infancia y la conciencia adolescente del maltrato que sufre su madre; entre las diversas contradicciones en las que, si nos miramos con atención, todas podemos reconocernos. Una adolescente que se culpabiliza, se siente no deseada, se considera una carga, se rebela, sale de marcha, sufre y hace sufrir. Una adolescente.

Además de la excelente creación del personaje de Fatima, el texto de La hija pequeña tiene tres características que lo hacen especial y muy recomendable a nuestro juicio. Por una parte, el inicio de cada capítulo reiterando el nombre con las fórmulas “Me llamo Fatima” o “Me llamo Fatima Daas”, que nos remite a la oralidad y convierte cada capítulo en una especie de ficha informativa que nos permite conocer a la protagonista y nos obliga a construirla desde la lectura como si de un puzle complejo se tratara.

Así, en el inicio de la novela leemos:

“Me llamo Fatima.

Mi nombre es el de un personaje simbólico del islam. Es un nombre que hay que honrar.”

En el segundo capítulo la misma fórmula nos remite a una información totalmente distinta:

“Me llamo Fatima Daas.

Mi nombre es el de una muchacha de Clichy que tiene que cruzar la vía de circunvalación parisina para proseguir sus estudios.”

Y así ocurre en cada capítulo hasta llegar a ofrecer a quien lee toda la información que requiere y cerrar afirmando en el último capítulo:

“Me llamo Fatima.

Fatima Daas

He nacido por accidente, por cesárea.

Mi nombre es el de un personaje simbólico del islam.

Es un nombre que hay que honrar.

Un nombre que no hay que ensuciar.”

Por otra parte en muchos capítulos la autora introduce una palabra o expresión árabe que traduce y cuya etimología disecciona logrando, así, que nos acerquemos a la angustia que sufre la narradora intentando conocer su propia identidad.

Por último el ritmo de cada párrafo y de cada capítulo queda marcado por la brevedad consiguiendo, magistralmente, no acelerar la lectura sino hacer sentir a quien lee que se le entrecorta la respiración, que tiene que frenar más de lo deseado, que algo cojea, como cuando si estuviéramos ante una anacrusa, como si nos invadiera un hipo incesante, como si algo se quebrara.

En definitiva, La hija pequeña nos parece un texto más que recomendable que consigue apelarnos y muestra una coherencia magnífica entre la forma y el contenido. No nos queda más que desear que mucha gente lo lea y que la autora tenga en el futuro mucho éxito.

Izaskun Legarza Negrín, de la Librería de Mujeres de Canarias

“El único indio bueno” de Stephen Graham Jones

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El único indio bueno

El único indio bueno

Graham Jones, Stephen

ISBN

978-84-122813-4-7

Editorial

LA BIBLIOTECA DE CARFAX

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Vaya por delante una apreciación: si hay algo que demuestra la nueva publicación de La Biblioteca de Carfax, es la necesidad de una traducción que sea lo más fiel posible al manuscrito original. El consabido lost in traslation, esto es, la pérdida de ciertas connotaciones o significados al verter un texto a otra lengua no hace acto de presencia aquí gracias al trabajo excepcional de Manuel de los Reyes. Y traducir a Stephen Graham Jones, autor de El único indio bueno, estadounidense de Texas, indio pies negros para más señas, ha tenido que suponer un esfuerzo ímprobo.

Y vaya por delante una segunda apreciación: si hay algo que sabe hacer el mentado indio pies negros es bordar un final. Ya lo llevó a cabo en Mestizos, su anterior novela, pero es que aquí se supera a sí mismo casi con arrogancia y rubrica un colofón que es, a un tiempo, brutal, sangriento, desconcertante y hermoso. En él se distingue el gusto del autor por cierto tipo de cine, el gore más rural y desprejuiciado, el que se pasea por Crystal Lake, cena en Amityville y se viste con una máscara de piel humana, los films de casas embrujadas y los de aberraciones híbridas surgidas de los miedos ancestrales.

Existe una larga tradición en el western americano de retratar al nativo americano como un conjunto de estereotipos más o menos simplistas. Si uno trata de imaginarlos, es muy difícil escapar a la imagen de un tipo serio que habla en infinitivo, se engalana con plumas y constituye una gran fuente de sabiduría animista. El indio americano es, las más de las veces, el enemigo a abatir, el obstáculo que el vaquero de turno ha de superar, es el que arranca cabelleras y baja aullando la colina a caballo, con pinturas de guerra, dispuesto a secuestrar mujeres y niños. Nuestra visión del nativo americano se ha quedado anclada en 1870.

Graham Jones no sólo rompe con estos roles clásicos y a menudo falsos, reduccionistas hasta el hastío, sino que los reduce a pulpa armado con un tomahawk. Sus indios son seres en una perpetua lucha contra lo que significa ser nativo en la actualidad. Su cuarteto protagonista está enfermo de desarraigo, son habitantes de una tierra de nadie a caballo siempre entre la tribu y la modernidad, las tradiciones y el progreso. De parias, outsiders, trata la novela, de gente incapaz de adaptarse a ninguno de ambos mundos, del alto precio que se ha de pagar por tratar de sobrevivir fuera de la norma impuesta por un sistema que los trata poco menos que como a leprosos.

La empatía hacia ellos es inevitable, porque están construidos sobre un gran poso emocional. Descubres sus padecimientos y gozos individuales, de manera pormenorizada, a golpe de diálogos y chascarrillos. Se abren paso hasta ti, te muestran parte de un mundo que se gobierna a través de normas y tabúes que han permanecido invariables durante siglos, y acabas sintiendo una honda lástima por un grupo de perdedores que merecían mejor suerte. Sabes que cometieron un gran crimen contra la naturaleza y contra las leyes ancestrales de la tribu, sabes que profanaron terrenos sagrados, pero aun así. Aun así quieres que la chica gane el partido de baloncesto, quieres verla crecer y madurar, quieres que Cassidy reconstruya al fin la ranchera y huya hacia el amanecer. Quieres muchas cosas, pero nada de eso sucede. Se recoge lo que se siembra, suele decirse, y si siembras sangre…

Pero la empatía también funciona, y eso es lo maravilloso, en sentido contrario, hacia las fuerzas sobrenaturales que su crimen desata. A lo largo de los capítulos, llegas a entender los motivos de su venganza y del hambre que devora sus actos. Es la naturaleza agraviada y herida como madre, llorando la pérdida irrecuperable de sus hijos, es el desquite de una manada de ciervos cazada por deporte casi hasta el exterminio. Los sueños de sus miembros muertos engendran un monstruo, una bestia totémica que persigue a sus presas metódicamente, como un terminator con la cornamenta ramificada de un corzo.

A riesgo de caer yo mismo en los estereotipos, no lees El único indio bueno: te la cuentan. Lo hace el anciano de la tribu en mitad de un parque de caravanas, iluminado por el fuego ámbar de una hoguera, cerveza en mano. El cuento de cuatro jóvenes pies negros que osaron transgredir las normas de su pueblo y de la naturaleza y sufrieron la venganza mitológica de ésta. Una leyenda aleccionadora sobre la culpa y el respeto a las tradiciones. Un improbable poliamor entre Bambi, La matanza de Texas y La mujer pantera de la que nace esta novela asombrosa y estremecedora. Una historia que versa sobre la culpa, el dolor y, aunque tarda en aparecer, la esperanza.

Sergio García, Librería Dorian (Huelva)

“La señora Potter no es exactamente Santa Claus” de Laura Fernández

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La señora Potter no es exactamente Santa Claus

La señora Potter no es exactamente Santa Claus

Fernández, Laura

ISBN

978-84-397-3807-7

Editorial

LITERATURA RANDOM HOUSE

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Habíamos (casi) decidido que las horas de mayor placer lector de los últimos meses habían transcurrido en Louisiana con Tim Gautreaux, cuando la imagen de tres diminutos esquiadores en la cubierta y un título de lo más enigmático, La señora Potter no es exactamente Santa Claus, nos llevó hasta la siempre desapacible y fría Kimberly Clark Weymouth, un remoto rincón del mundo surgido de la pletórica imaginación de Laura Fernández (Terrasa, 1981).

Allí, (OH, SORPRESA), hemos sido irremediablemente felices acompañando a lo largo de seiscientas páginas las peripecias de una serie de personajes en proceso de implosión y hemos renovado la fascinación por la ficción y por la narrativa autóctona (LOADO SEA NEPTUNO) porque lo que hace Laura Fernández no lo hace nadie más en nuestras letras.

Como si fuésemos niños, y es que la irreverencia de la buena literatura infantil se palpa en esta novela, hemos gozado con el juego que propone Laura a sus lectores: juego lingüístico, con un texto acelerado y frenético, plagado de paréntesis, mayúsculas, cursivas, onomatopeyas, interjecciones y adverbios modales; y juego narrativo, con un amplio catálogo de personajes, a cada cual más estrambótico aunque, al mismo tiempo, tan reconocibles y tan nosotros, que componen esta historia tierna y absurda, mágica, alocada, con mucho sentido del humor y no exenta en absoluto de profundidad.

Billy Bane Peltzer está cansado de ser un personaje secundario en la historia de su vida. Añora a su madre, una pintora que lo abandonó siendo niño y que le envía cuadros desde no se sabe dónde, y se siente atrapado en ese escenario de perenne postal navideña que es Kimberly Clark Weymouth, atendiendo la tienda de souvenirs que su padre Randal, muerto por atragantamiento con cereales, había abierto por su obsesión con La señora Potter no es exactamente Santa Claus, una novela infantil de la excéntrica y sin embargo famosa Louise Cassidy Feldman, quien a su vez reniega del que fue y es su mayor éxito.

Pero los habitantes de Kimberly Clark Weymouth, personaje poderosísimo en esta historia, no quieren perder el negocio que se ha convertido en su razón de ser, la razón del peregrinaje de cientos, miles de ruperts que lo visitan a diario para llevarse alguna pieza de merchandasing relacionado con la señora Potter y pedirle algún deseo a quien no es exactamente Santa Claus, y hará lo impensable, como ya hizo en el pasado, para evitar la fuga del joven Peltzer.

El asombro con el que se inicia la lectura de esta novela ya no te abandona en ningún momento, entre ciudades en miniatura sumergidas, ceños con vida propia, asesinatos fingidos, niños gramatólogos, casas encantadas y empresas de fantasmas profesionales, habitantes entrenados para detectar cualquier tipo de anomalía que provoque un cambio en sus rutinas, teleseries de detectives, relaciones familiares bastante peculiares y mucha mucha escritura por todas partes: en novelas de misterio, en novelas de terror, en periódicos locales, en gacetillas inmobiliarias, en libretas que recogen los pasos de cada uno de los habitantes del pueblo; en cartas, telegramas, postales…

Uno de los detalles que más nos ha gustado leer en las entrevistas que Laura Fernández está haciendo estos días es que ha dedicado cinco años de su vida a escribir una página diaria de esta novela, en la que sus múltiples voces hablan sobre la creación, la maternidad y la paternidad, la soledad, la lealtad, las obsesiones, el éxito o el fracaso, las rutinas y el miedo al cambio, los deseos, la búsqueda de uno mismo.

Nos alegramos mucho de la acogida que está empezando a cosechar La señora Potter no es exactamente Santa Claus porque es una novela muy ingeniosa, divertida, pese a la tristeza que la impregna, y tremendamente original.

Sonia Domínguez, Librería Palas (Sevilla)

“Detendrán mi río” de Virginia Mendoza Benavente

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Detendrán mi río

Detendrán mi río

Mendoza Benavente, Virginia

ISBN

978-84-17678-70-8

Editorial

LIBROS DEL KOL

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“Queda inaugurado este pantano”…: ni siquiera la guerra logró deshabitar Cauvaca. Sí lo hizo, en cambio, el agua.

En las orillas del río Guadalope, cerca de Caspe (Zaragoza), existió Cauvaca. Un terreno fértil, sin cementerio, en el que nacieron y murieron niños, habitaron familias, arraigaron tradiciones y se forjaron sueños. Las paredes que cobijaron cada una de sus historias duermen hoy para siempre bajo las aguas del Embalse de Mequinenza.

Detendrán mi río, de Virginia Mendoza (Libros del KO), es la memoria de Cauvaca y de sus gentes. Se trata de una novela concienzudamente documentada que reconstruye la vida en esta huerta aragonesa desde principios del siglo XX hasta su fin en 1967, año de la inundación. Un lugar marginado al que apenas había llegado el progreso, cuyo destino cambió de pronto, y para siempre, de la mano de ingenieros, topógrafos, planos, obreros, hijos de obreros y hormigón.

Por estas páginas desfilan recuerdos e historias, impregnados de cultura popular pero también enmarcados en su contexto histórico más amplio. De este modo, Virginia Mendoza nos habla, por ejemplo, de cómo el hundimiento del Lusitania significó un antes y un después en la vida de un puñado de familias aragonesas que, por aquel entonces, ni siquiera habían nacido.

Una novela breve que se impone como un homenaje a aquellas familias que, si buscan su hogar, ya sólo encuentran agua:

«A Mercedes los ojos se le fundieron con el cielo y con el agua, sobre todo con el agua. Pasó en lancha sobre los lugares en los que solía correr, labrar, sembrar, recolectar, nadar y desplazarse en pontón. Vio lo que ya no estaba. Vio la torre de su infancia y juventud. Vio los hermanos que nunca crecieron. Vio el árbol que su madre quiso arrancar. Vio la fontaneta de la que nunca, ni siquiera bajo el pantano, dejó de brotar el agua. Vio todas las serpientes que no llegó a cazar. Vio la escuela en la que dijo a la maestra que se cortara la mano. Sopló el cierzo y el sombrero que llevaba Mercedes echó a volar y fue a parar al agua.

—Pero solo perdí el sombrero en el embalse. Nada más.»

Alfredo Quirós, librería Cervantes (Oviedo)