Más libros de la semana de Literatura

“Revelaciones de la maestra del arco” de Javier Vela

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Revelaciones de la maestra del arco

Revelaciones de la maestra del arco

Vela, Javier

ISBN

978-84-18178-79-5

Editorial

Editorial Pre-Textos

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Pues a nosotras este libro no nos ha parecido un experimento, sino un resultado; no un divertimento, sino una exploración, una obra que, por su misma existencia, puede que implique un manifiesto contra la literatura convencional, contra lo consabido y lo anodino, pero que lo hace, en principio, sin ninguna intención combativa: simplemente quiere contar una historia y, por encima, ofrecer una sensación, seguir un proceso de formación deportiva y espiritual, conjeturar cómo puede o cómo pudo vivirse una vida tan distinta a las nuestras, en un contexto tan lejano y opaco para nosotros. Queremos decir que no vemos en este libro una rebeldía contra los géneros, o una subversión de lo habitual, o… No: simplemente vemos coherencia y eficacia, un relato que se despliega a su modo, que tiene algo que decir y logra decirlo de un modo original (no en el sentido, tan sospechoso, de “innovador”, sino en el otro, tan superior, de “genuino”, de texto con raíces, con alma, con corazón). Y es un libro fragmentario, desde luego, pero redondo; es parcial, pero está completo.

“Cada vez que rompemos la mesura herimos el cosmos entero”, dice aquí Javier Vela con un temperamento zen que, en nuestra opinión, empapa y fecunda todo el libro. No hay alteraciones en estas páginas, no hay violencia, hay contemplación: asistimos al despliegue de un buen libro que desarrolla con tiempo y con libertad una curiosa historia, la de la aprendiz de arco Hitomi con sus sucesivos maestros, y en especial con su maestra Naoko. Por medio de relatos mínimos, de “estampas”, de excursos, digresiones, citas, ilustraciones, poemas y hasta listas, el madrileño-gaditano Javier Vela, insistimos, nos ofrece, más que una novela, una sugerencia: de su mano nos asomamos respetuosamente a una cultura francamente extraña, con unos códigos con los que estamos relativamente familiarizados, pero cuyo sentido profundo se nos pierde, no por oscuro sino, al contrario, por deslumbrante, por exceso de claridad.

Siempre que nos acercamos a Japón (que alguien nos acerca a Japón, queremos decir), vemos que es una cultura hecha de introspección y preguntas, de meditación y curiosidad, de búsqueda constante de verdades. Todas las respuestas son ambiguas, cada uno ha de encontrar su propio camino, su propio modo de llegar a las cosas y hacer que se cumpla su destino individual para enaltecer así su propia vida y, con ella, la vida entera. El silencio o incluso las contradicciones son baldosas fundamentales en esa senda, y la duda continua es imprescindible para avanzar. Se diría que la estructura de estas Revelaciones de la maestra del arco ha tenido eso muy en cuenta, y hace del titubeo una conquista: la historia se construye sobre pequeñas situaciones, anécdotas, intercambios de información, referencias a otros casos, “postales” históricas, probablemente bromas apócrifas, pistas falsas: todo ello son aproximaciones, tentativas, tanteos para intentar insinuar algo desconocido, algo impreciso, una “novela de formación” en un ámbito irrecuperable. Y hay que entender que la patria de una flecha no es tanto la diana como el aire, no se trata tanto de acertar en el blanco como de volar decididamente en una dirección: también estaría bien tener eso en cuenta al leer.

Los lectores de Javier Vela estamos acostumbrados a verle flirtear con las fronteras. Son varios libros ya “jugando” con las formas de decir, pero insistimos en que, más que espíritu lúdico, vemos en ello la simple certeza de que cada historia, cada idea, ha de buscar y encontrar su modo mejor de desarrollarse y culminar, su propia forma. Ningún libro de prosa del autor ha llegado hasta hoy tan lejos como éste, que implica, en sí mismo, un estimulante ejercicio de literatura comparada. Se trata de buscar una literatura con perspectiva, una literatura no plana, una literatura de conglomerado, llena de vida y cultura. Habiendo talento, la calidad vendrá por añadidura, y es lo que aquí sucede, en un libro muy especial, ligero pero frondoso, breve pero lleno de tiempo.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

“El Evangelio” de Elisa Victoria

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El Evangelio

El Evangelio

Victoria, Elisa

ISBN

978-84-18187-80-3

Editorial

Blackie Books

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Leer la extraordinaria Vozdevieja de Elisa Victoria [recomendada en su día aquí]  nos dejó pendientes de cuál sería su futuro literario. ¿Se convertiría El Evangelio en la novela que la consagrara como el gran talento literario de su generación? Su nueva novela nos ha permitido resolver este interrogante. La protagonista de Vozdevieja era una niña de nueve años que narraba en primera persona. Ahora, en El Evangelio, nos encontramos con la que parece la evolución natural de la voz de esa niña que se ha hecho mayor. Y no especialmente por similitudes argumentales entre ambas novelas, que apenas guardan relación, sino más bien por el estilo propio con el que Elisa Victoria escribe, de manera fresca y espontánea, la historia de su generación.

Lali se convertirá para vosotros, lectores, en un personaje inolvidable, retratado de esa forma tan maravillosa con la que su autora retrata personajes. Una joven de veinte años con una vida desastrosa, que se olvida de solicitar las prácticas de la facultad y acaba de manera azarosa en un colegio católico con el que no comulga, que tiene un empleo basura por horas en una franquicia de pizzerías, que mantiene una convivencia problemática con su madre y su tío enfermo y que tiene una relación con un chico más por inercia y necesidad sexual que por verdadero entusiasmo.

Estas sagradas escrituras conquistan desde la portada, sin haber leído ni siquiera la primera página, una de las muchas con las que Blackie Books ha ido creando su enseña gráfica. ¿Será la mejor portada del año? Pero dejando de lado las apreciaciones estéticas, lo más importante, sin duda, está en su interior. Mucha reflexión y mucha crítica social a ese sistema que ha vendido a la generación de Elisa el cuento de la igualdad de oportunidades. Una igualdad que ya sabemos que es una fábula tan increíble como las de Esopo o como las que se cuentan en el colegio que a Lali le ha caído en gracia. Además, las críticas al sistema educativo se diseminan a lo largo de toda la novela. Y es que Elisa propone una educación que se aleje precisamente de la que describe en su novela, una educación no maniquea, que no manipule, que enseñe a pensar por una o uno mismo.

En resumen, Elisa Victoria nos habla de la vida precaria, del valor de la amistad, de la juventud salvaje, del sexo sin tapujos, de la seguridad que se encuentra más entre las patas de un perro que debajo de un crucifijo, con una narrativa que brota desde las entrañas, sincera y visceral. Así que sí, hemos resuelto la duda que tanto nos inquietaba. Elisa Victoria ha llegado para quedarse y su evangelio debería estar esperándoos en vuestra mesilla de noche.

Bea Fernández, Sputnik, librería café (León)

“Tres de ellos” de Arthur Conan Doyle

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Tres de ellos

Tres de ellos

Doyle, Arthur Conan

ISBN

978-84-18153-34-1

Editorial

Ediciones Espuela de Plata

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Cómo echamos de menos la inocencia y qué poco lo advertimos, qué poco reconocemos cuánto nos reconocemos al vernos en contacto con la ilusión y la curiosidad y el candor de los primeros años… Hablo, por supuesto, de literatura: cuando Fernando Savater tituló La infancia recuperada su ensayo sobre las primeras lecturas utilizó una expresión exacta, como comprobamos siempre que, cada vez con menos frecuencia, ojeamos libros de piratas, de naufragios, de aventuras, de exploraciones, de descubrimientos, de casas encantadas… Quien juega con un niño vuelve a ser un niño, pero quien relee La isla del tesoro o El mundo perdido vuelve a ser ese mismo niño que él fue. Es la magia de la (buena) literatura infantil y juvenil, una magia que ya no nos proporciona la música que nos gustaba por entonces, ni el humor de los payasos, ni los trucos de los magos… Pero las buenas historias bien escritas mantienen su poder, con la ventaja de que han preservado además la ingenuidad maravillosa con las que las leímos las primeras veces. No sólo es la famosa “suspensión de la incredulidad”, vigente cuando leemos fantasía para adultos: es más bien la suspensión de la madurez. Retrocedemos décadas al leer esas páginas y volvemos a ser niños fascinados, encandilados, felices.

Ya he aludido a las aventuras del profesor Challenger, y es que escribo esto pensando en Arthur Conan Doyle, uno de los seres vivos que más horas de alegría en estado puro han proporcionado a quien esto escribe. Como en otros aspectos de la vida, es ocioso tratar de explicar el gozo que produce su literatura: simplemente hay que vivirla, sin más, sin degradarla por el camino de la explicación, del comentario… de la crítica. Quien lo probó lo sabe, y punto. Es un secreto sagrado compartido por decenas de millones de personas.

Ahora Renacimiento publica un libro de Doyle (¡bibliotecarios/as del mundo!: ¡con sir Arthur sucede lo mismo que con Poe y con Fitzgerald! ¡dejad, por favor, de colocarlos respectivamente en la C, la A y la S!…) en el que no sólo recuperamos desde la primera línea ese idioma tan propio del autor, tan automáticamente rejuvenecedor (pues para ello no hace falta que se hable de dinosaurios o detectives, basta con un tono, un estilo, una actitud, un “aire”…), sino que de hecho esta vez habla de niños. Tres de ellos, en efecto, reúne siete cuentos sobre tres hermanos escritos y publicados en revistas entre 1918 y 1923. En este último año se editaron por segunda vez en forma de libro, y fue entonces cuando el autor puso una breve introducción en la que, por si no había quedado claro, explica que la intención de esos relatos era “atrapar algunos fugaces momentos de la infancia, esos momentos que son tan infinitamente sutiles y tienen un raro encanto. No hay imaginación que pueda inventarlos […] No hay una frase en estos diálogos que no esté sacada de la vida. Si se objetase que no hay aquí nada notable, y que tres protagonistas presentan las mismas características generales de toda la niñez, el escritor no discutiría la justicia de la crítica, sino que deduciría que había tenido éxito en su intento”.

Son palabras que harán correr a las librerías a determinados lectores, que buscan en los libros exactamente eso: vida directa bien contada, con la ventaja de que la que aquí se recoge es además una vida suave, confortable, tierna, simpática, ocurrente y protegida. Nada extraordinario, ni falta que hace, pero expuesto con una sencillez difícil de obtener, esa que se perdió para este tipo de narrativa hacia, digamos, el final de la Primera Guerra Mundial, y que hasta entonces había sido la predominante y desde luego la más popular. Tras lo que leemos aquí se están literaturizando anécdotas probablemente “reales”: Laddie, Dimples y Baby son trasuntos de tres de los hijos de Doyle, quien por tanto sería ese padre ya maduro, comprensivo, acomodado, fumador, medio escritor, aficionado al boxeo y tendente a contar algunas batallitas sobre sus viajes del pasado. Las anécdotas son mínimas, y cualquier padre podrá identificarse: preguntas difíciles, trampas dialécticas, aprietos para explicar si en el Cielo se juega o no al criquet, reclamación de juegos y de cuentos, cuanto más salvajes e “inadecuados” mejor, vigilancia amorosa de la madre, coscorrones episódicos, niños sin sueño por exceso de sueños…

Juan Eduardo Cirlot, citando a alguien, decía en algún sitio que la diferencia entre un estilo y un ismo es que el primero es inconsciente. Está bien, pero no acabo de estar seguro de la inconsciencia absoluta de determinados tonos: Doyle, por ejemplo, sabía muy bien lo que hacía al escribir así, con enorme autoexigencia pero con desnudez, con enormes habilidades literarias pero con aparente ligereza, con tramas a veces enrevesadas o complejas o difíciles pero con una deliberada claridad. No conozco ninguna prosa superior a ésta.

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan‘.

“Fármaco”, de Almudena Sánchez

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Fármaco

Fármaco

Sánchez, Almudena

ISBN

978-84-397-3873-2

Editorial

LITERATURA RANDOM HOUSE

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Fármaco va sobre la depresión, la depresión de Almudena. Escribir sobre una enfermedad incomprensible e incomprendida como la depresión puede resultar una osadía, un agónico o indecente acto de exposición de uno mismo, ya que no se trata sólo de un padecimiento, sino que es una forma de estar en el mundo. La persona deprimida tiene una percepción de la vida que le resulta insoportable y le incapacita para desenvolverse en ella sin fatiga, sin temor, sin un esfuerzo extraordinario en el que tiene que arrastrar, a duras penas, su mente y su cuerpo. No es extraño que la renuncia, el abandono, desistir de algo más trascendente que levantarse de la cama…, pueda aparecer como el único alivio posible. Y Almudena nos cuenta ese estado intolerable, casi indigno, que es vivir en un abismo indescriptible.

Pero Fármaco habla de muchas cosas más. Habla de la tristeza y de la infancia; de las pastillas de colores y de los recuerdos; de muchos dolores y muchas lágrimas; habla de la muerte, de la incomprensión, de las heridas; Y sobre todo, más bien, envolviéndolo todo, de la escritura. Y es que Fármaco es una perforación hecha con palabras. Una excavación hacia atrás que tropieza con reformas, dictados gozosos, diagnósticos, pesadillas, viejas fotografías, amigas de pura raza, imaginación desbordante y el siempre salvador refugio-escondite-santuario de los libros, de la lectura.

En Fármaco habita un lenguaje arrollador, impulsivo; un revoltijo de sensaciones, pensamientos, miradas y silencios portentosos, metáforas brillantes y asociaciones mágicas. Regresando con tembloroso alivio, supongo, de un penoso viaje, con las pastillas dividiéndose muy poco a poco y la certeza de haber crecido de nuevo de alguna manera (suele pasar tras las experiencias límite), resuena el eco de un clamor: no profanarás el sagrado y efímero territorio de la infancia, y el regusto agridulce de una literatura burbujeante que salpica y quema y deja pupas que curan, sin duda, al aire.

Olivia Lahoya Cuende, Librería Estudio (Miranda de Ebro, Burgos)

“Diario de una perdida” de Margarete Böhme

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Diario de una perdida

Diario de una perdida

Böhme, Margarete

ISBN

978-84-122973-1-7

Editorial

El Paseo Editorial

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Narrada en primera persona a modo de diario, la protagonista de este libro nos cuenta su niñez y el episodio que truncó su felicidad familiar.
Al quedar embarazada a los quince años, muerta su madre, su padre la obliga a dar en adopción a su bebé y a marcharse a vivir con unos parientes lejanos que la tratan con severidad y con hipócrita virtud. Ella empieza a clasificarse y calificarse a sí misma como “una perdida”.
Huye de ese ambiente, se establece aparte y se mantiene por sí misma empezando a utilizar los recursos con los que la naturaleza la ha dotado. Conoce a caballeros solventes que se enamoran de ella, pero ella sólo corresponde a uno de ellos.
Escrita con un estilo breve, lineal, conciso, vamos conociendo las distintas vicisitudes por las que pasa nuestra protagonista. Es a veces un mundo sórdido, sí, pero Thymian nos lo narra con la visión de una joven que ama la vida, el amor y la amistad, la libertad, en definitiva, como el bien más preciado. Un mundo sórdido, hemos dicho, pero en las páginas de este libro descubrimos que también ese mundo tiene sus pasiones y que esas pasiones pueden estar llenas de poesía y belleza.
Es la Alemania de principios del siglo XX.
Es la vida de algunas mujeres cuyos días, por el hecho de serlo, se convierten en tragedia, en drama.

Rodrigo Gallero Galván, Librería Machado (Coín, Málaga)

“José Manuel Lara, el editor” de Rafael Abella

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José Manuel Lara, el editor

José Manuel Lara, el editor

Rafael Abella

ISBN

978-84-18578-95-3

Editorial

Almuzara

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Una buena biografía debe cumplir, al menos, dos premisas: una, obvia, que el biografiado haya tenido una vida lo suficientemente rica y/o su aportación a la sociedad haya sido lo suficientemente valiosa como para merecer que se escriba sobre él; y dos, que el autor del texto sea lo bastante riguroso –sin adoptar un tono paternalista, a veces llevado por la admiración hacia el personaje objeto de su trabajo– como para crear una narración de interés que a su vez aporte una nueva visión sobre el biografiado. No se trata sólo de exponer una mera recopilación de datos, sino de captar además la esencia de la persona.

En el caso que nos ocupa, el problema de la originalidad no se plantea puesto que nunca hasta ahora se había publicado la biografía de este inmenso empresario que fue José Manuel Lara. El autor, Rafael Abella, trabajó codo con codo con él durante años, por lo que le conoció lo bastante bien como para dibujar un relato preciso del editor.

A la pregunta de un periodista: – ¿Por qué el nombre de Planeta?

Lara contestó: – Porque fue lo más grande que se me ocurrió.

Ya sólo esta respuesta debería darnos una pista de por dónde van los tiros. Lara soñó un imperio y eso fue lo que creó. O César o nada.

El texto arranca en los tiempos de su infancia en un pueblo sevillano, montado a lomos de un gorrino, allá por los años veinte. Siguen sus años de estudiante, su experiencia en la Guerra Civil como legionario y su posterior matrimonio con la mujer que fue su constante apoyo toda la vida.

Lara hizo de casi todo antes de ser editor, hasta formó parte del cuerpo de baile de la compañía de Celia Gámez, que en aquellos tiempos disfrutaba de gran éxito. Un día alguien le sugirió crear una editorial y al ingenio de Lara no le pareció mala idea eso de ganar dinero vendiendo libros. El milagro acababa de empezar.

De lo que sucedió desde sus comienzos, allá por los años cuarenta, con cuatro personas en plantilla, hasta lo que es hoy el Grupo Planeta, da cuenta este libro. Porque la biografía de Lara es la historia de su obra. Lara es acreedor del mérito de haber dado empuje a la producción literaria patria en unos años de sequía editorial, y haberla dado a conocer al resto del mundo. Multitud de autores noveles hicieron carrera de la mano del gigante Lara. En los años 80-90, su imperio ya estaba consolidado y aún seguiría creciendo. Pero este editor fue ante todo un perspicaz empresario. Socarronería andaluza y buen humor le definen, pero sobre todo su mayor cualidad fue su capacidad para ver más allá e intuir dónde había un negocio merecedor de su esfuerzo.

Aunque los comienzos fueron duros e inestables, el genio de los negocios que fue Lara dio, andando el tiempo, con la clave de lo que años más tarde le reportaría pingües beneficios: la creación de un premio literario –a semejanza del Premio Nadal nacido poco antes–, el Premio Planeta. Fue otorgado por primera vez en 1952, en una España autárquica que, aunque comenzaba a recibir los primeros turistas, aún estaba considerada como “la reserva espiritual de Occidente”. Su dotación inicial fue de 40.000 pesetas de las de entonces y, desde el principio, el olfato de Lara supo darle el alcance y recorrido necesarios para estar en boca de todos: cenas de gala, invitados de la élite política, periodistas cuya misión era dar una buena difusión al evento, futbolistas famosos y hasta la Casa Real en los últimos años. Lara estaba encantado, le gustaba representar su papel de “showman estelar” en las ruedas de prensa, partió de la nada y llegó a tocar el cielo de las finanzas, y no sólo lo hizo con la punta de los dedos sino que se instaló cómodamente en él. Fue un editor inteligente, sabía intuir si una novela podía ser un éxito comercial y, allá donde no llegaba, supo rodearse de colaboradores de alto nivel para obtener siempre los mejores resultados. Logró convertir su pequeña empresa en uno de los más importantes grupos editoriales del mundo.

Basten unas líneas extraídas de una conversación con un periodista, cuando el Planeta cumplía diez años, para hacernos una idea de su visión comercial del negocio: “Considero que para ganar dinero con los libros no se debe entender de literatura, sino de números. Los libros no se escriben para que los lean los editores, sino el público; por consiguiente, la obligación del editor es venderlos”.

Se podrá estar más o menos de acuerdo, pero lo que es innegable es que su contribución al mundo editorial en lengua española es un legado de peso que viene alimentando lectores desde hace décadas. Benditos lectores.

Ester Vallejo, Librería Jurídica Lex Nova (Madrid)

“Anatomía de una sombra”, de Alberto Chessa

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Anatomía de Una Sombra

Anatomía de Una Sombra

Chessa, Alberto

ISBN

978-84-17865-85-6

Editorial

Editum. Ediciones de la Universidad de Murcia

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Anatomía de una sombra es el sexto libro de poemas de Alberto Chessa, una obra que llega a su vértice con el mismo. Sin duda nos encontramos ante el Chessa más expansivo, más lenitivo a la par de febril e incorpóreo. Podemos adelantar que, con este libro, Chessa da portazo a la pamema literaria del momento actual de manera apodíctica y límpida.

Como una obra conceptual, en su mejor versión, el autor nos arroja un crisol de poemas que se resisten a desprenderse de la retina del lector. Así, desde los primeros poemas nos encontramos con un desligamiento de su propia voz, del yo que quiere anclarse en tierra al yo inconsciente que se aleja irremediablemente sin ser conocedor del mismo hecho. En primera instancia el poeta se nos muestra habitando el más absoluto y cruel de los abandonos (“La vida en vilo” se titula la primera parte del libro): “No me dejes, mi amor, desconocerte” es ya de por sí la única premisa que necesita el poeta para invitarnos a centrar los cinco sentidos en la lectura. Así, en el mismo poema (segundo del libro), Chessa siembra con “Sálvate. Sálvanos. (…) / Mi vida es hoy un punto suspensivo” esa pérdida del control sobre sí mismo, ergo de su propia voz poética. Es él el que se irá desprendiendo de sus lazos terrenales ante el temor de la muerte de la amada, que quedará sempiterna en la tierra. Él será el escorzo de una frágil esencia que se interpondrá entre una noche de luz blanca y la sombra que muta a veces en amor y otras en despedida. “Yo acabo donde empieza al fin tu cuerpo” es el mejor ejemplo que encontramos a la anterior y decisiva llave para sumergirnos en esta anatomía. O como leemos en uno de los poemas más celebrados del libro (octavo de la primera parte), “Devuelve tus raíces quebradas a la tierra”, un demudado grito por no volver al pasado que sólo lo será con la persona frágil que quiebra su entereza ya disuelta en este verso: “Pero sé que uno es nadie si no ama en otros ojos”.

Iniciamos y descendemos a los soliloquios del hombre derrotado, prisionero del dolor y la duda: “¿Hay en tu herida voz para mi herida?”. O en este otro que se pregunta “¿Debería enseñarte estos poemas? / Estos versos son tuyos (…) / Hoy / sólo espero el deshielo”. Sin duda Chessa es capaz de asumir más su muerte, de desearla, de vivenciarla como algo consustancial al suceso de los acontecimientos, que la deudora de esta obra. Es por ello que nos damos cuenta del difícil ejercicio de sincretismo poético que ejerce el autor durante gran parte del libro, lo que, sin lugar a dudas, nos muestra a una voz subyugante y ofuscada. Ejercicio del que sale victorioso e indemne, más allá de cualquier duda razonable.

En la segunda parte del libro (“Del cuerpo en vela”) nos encontramos con la inevitable transfiguración del poeta en una proyección de la misma materia que se desvanece ante su mirada. Sin esquivar mesuras ni menoscabos, el autor hace su personal peregrinación por la Gnosis más atrayente y colativa que podemos encontrar en una voz poética. Ya en el tercer poema nos hace la invitación a recorrer con él ese “Cuerpo de Vía Láctea, cuerponieve, / tiburón blanco, hambriento, en duermevela, / cuerpollama que tizna antes del tacto, / silueta de orbe, / esfera tú armilar, / cuerpo andamares, agua ya, aguacuerpo”. Un fiel reflejo de que el alma procede de la materia y no de Dios, tal y como mantuvo Hermógenes de Cartago durante su largo viaje por la Siria romana. O la clara vinculación al docetismo más primario: “Cuerpo de nuevo cuerpo con orillas, (…) / También el alma pasa frío / cuando crece hacia fuera”, o “Existes. Huelo a pólvora. / Sabe tu sombra a vino, a abeja, a música”, son claros ejemplos del ilusionismo al que Chessa nos avoca sin templanza.

Este avatar simbólico ya se nos adelanta con los primeros guiños a una religiosidad más entendida como un diurno laberinto en el que descansar y reposar las heridas al saberse ya perdido del todo. Ese “IAÓ”, el grito mágico de los valentinianos que derivó en un Dionisio y éste en Mithra (y que nunca dejó de nutrir a los místicos sufís y cristianos), lo encontramos en esas palabras de estupor ante lo material, “Bebimos del dolor hasta las heces” o “La lengua hecha de estiércol. El aliento / como una herida que no sabe por qué no sangra”, es el espejo de un devenir cultural irrefrenable en los subterráneos cauces de la cultura del poeta.

Más aún, encontramos una clara herencia de los ofitas de Orígenes en el poema noveno de esta segunda parte: “Como escamas de una serpiente / los desiertos jamás están parados”. Solo con la luz de la sierpe comienza la salvación en la materia, el reencuentro y la primera luz del amanecer. Finalmente nos encontramos con la noche que se disipa totalmente y deja paso al juego de los días: “El año más sonámbulo de Dios, / pues llovió sobre Dios más que sobre los nombres” es el verso que acaba por desterrar del orbe al demiurgo, hacedor de todas las leyes que quebrantan el cuerpo y la forma del poeta. Llega “El año de ducharnos entre abejas”.

Concluye esta Anatomía de una sombra con una tercera parte, “Sub rosa”, la que se encabeza con el eterno poema de Percy Shelley.

Finalmente Alberto Chessa retorna. Al fin y al cabo se llama Ozymandias, rey de reyes.

Y “… aún sobreviven el artista y su modelo”.

Nosotros lo celebramos releyendo a una voz que es más poesía que nunca.

Vicente Velasco Montoya, La Montaña Mágica (Cartagena, Murcia)

“La anomalía” de Hervé Le Tellier

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La anomalía

La anomalía

Tellier, Hervé Le

ISBN

978-84-322-3792-8

Editorial

Seix Barral

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Hervé Le Tellier, matemático de formación, periodista y doctor en Lingüística, se ha dedicado a la edición así como a la crítica literaria, trabajando para medios de comunicación franceses como Le Monde o France Culture. Su popularidad se ha disparado en Francia gracias a la obtención del Premio Goncourt 2020 con La anomalía, libro que también ha obtenido recientemente el Premio Goncourt de España 2020.

La anomalía se presenta como una novela extremadamente actual, a la orden del día, llena de ideas innovadoras y sobre todo, muy inteligentes. El suspense inunda la intriga de principio a fin, mezclando géneros y aportando lo mejor de cada uno de ellos. Hay sátira, hay humor, pero siempre en un contexto brillante, exacto. El autor aprovecha cada recurso al alcance de su mano para otorgar veracidad, para integrar el relato entre lo real y lo posible, y lanzarle una cuestión al lector: Y si esto me ocurriera a mí, ¿qué haría yo en esa situación? La indiferencia es imposible.

Todo comienza con un desfile de personajes, profundamente caracterizados, que nos introducen en sus vidas; el eclecticismo que rodea la definición de un género se transmite a los personajes, extremadamente variados: un asesino a sueldo, una abogada, una madre de familia, etc. Dentro de sus historias, siempre un interrogante queda abierto: ¿qué pasó en el vuelo Air France 006 Paris-NY? Todos lo toman como un punto de inflexión, pero nadie nos cuenta qué pasó.

Letras a la Taza (Tudela, Navarra)