Más libros de la semana de Literatura

“Salvatierra” de Pedro Mairal

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Salvatierra

Salvatierra

Mairal, Pedro

ISBN

978-84-17977-59-7

Editorial

Libros del Asteroide

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Hay, por decirlo de forma muy gruesa, dos tipos de crítica literaria: la que tiene algo de “tertulia” con la gente que ya ha leído el libro (que es la propia de las revistas culturales, o por supuesto de los clubes de lectura…) y la que se despliega para recomendar (o no) la lectura a quienes no conocen todavía el libro (la habitual en los suplementos literarios, o la propia “de la promoción”: las ruedas de prensa, las presentaciones…, ese tipo de discurso entre lo hiperbólico y lo cauteloso que comienza en la misma contracubierta). En esta página nuestra, casi por definición (y desde su mismo título, no demasiado bonito pero indiscutiblemente descriptivo), las librerías nos dirigimos a los lectores futuros, para convertirlos en lectores inminentes, y por tanto nos servimos de esa forma de comentar libros que no puede permitirse desvelar nada del contenido, que no puede “destripar” determinados detalles de la trama, que no puede boicotear la lectura personal de cada uno (pues condicionar demasiado la lectura es atentar contra los derechos del lector)…

Lo cual, hoy, es un problema, pues nos vemos obligados a recomendar efusivamente la lectura de Salvatierra, de Pedro Mairal, sin poder dar vueltas (nunca mejor dicho…) a su significado, sin reflexionar en voz alta sobre lo que en esta novela extraordinaria se consigue. Tan magnífica es que produce hasta mala conciencia haber llegado hasta ella trece años después de su publicación primera, sobre todo cuando su autor ya nos había encandilado en La uruguaya, en los textos misceláneos de Maniobras de evasión (recomendados aquí) o en los cuentos estupendos de Breves amores eternos (recomendados aquí por la Librería Diagonal, de Segovia), entre los que está el perfecto “Hoy temprano”, un cuento que algún día estudiarán generaciones de niños/as hispanohablantes para comprender el tratamiento narrativo del tiempo, para sumergirse en el vértigo maravilloso que la literatura puede producir, para entender que la “abolición del tiempo” no es algo exclusivo de la poesía…

Y sin embargo no habíamos leído Salvatierra, aunque ya contaba con una edición española en 2010, y no habíamos, por tanto, accedido al corazón de un hombre casi hermético, aparte de mudo, que se expresó a lo largo de toda su vida a través no de la pintura, sino de una sola pintura continua, constante, prolongada a lo largo de sesenta años y casi cuatro kilómetros… Nos encantan los libros sobre pintores, y en este caso el verbo “encantar” es literal, pues se produce como un hechizo, un sortilegio hipnótico conforme vamos sabiendo (y comprendiendo) cuál era el proyecto del pintor Juan Salvatierra, y sobre todo cuando Mairal, a través de la investigación que acometen los hijos del pintor, logra transmitir hasta qué punto el cuadro “chupó” la vida, cómo absorbió todo lo que latía a su alrededor (“esa habilidad de Salvatierra para captar en pocos trazos lo que amaba, como si todo estuviera vivo”…) hasta el punto de, parece insinuarse, empalidecer la realidad, vampirizar la vida, arrebatar toda la energía y toda la belleza, condenar a su círculo (nunca mejor dicho…) a una vida a medias que sólo se hace plena ante la contemplación de la obra. En ese sentido Salvatierra es, aparte de una novela impactante, una obra casi metaliteraria, por el modo eficacísimo y mágico como se logra sugerir que el arte no es sólo “traducción” de la vida a texto, a imagen, a melodía… sino que esas obras de creación pueden ser un cofre que de hecho preservan todo lo que lo merece, todo lo que cuenta, todo lo que importa… Pero no se crea, por esto que decimos, que Salvatierra es una novela fantástica, en la primera acepción del adjetivo. Sólo lo es, y cómo, en la segunda.

Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan

“Independencia” de Javier Cercas

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Independencia

Independencia

Cercas, Javier

ISBN

978-84-9066-929-7

Editorial

Tusquets Editores

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Ese tal Cercas se despacha a gusto…

Desde el siglo XX la novela policiaca ha funcionado también como válvula de escape de las tensiones sociales. En un principio se buscaba principalmente desentrañar un misterio. Primaba entonces el ingenio y la lógica. Eran los gloriosos tiempos de Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe o Agatha Christie. Pero, como decíamos, desde mediados del siglo pasado adquirió una vena más social, se ampliaron las miras, y mediante ese eficaz artefacto que es la novela negra se pretendió mostrar las contradicciones del sistema. Y nació de la forma más humilde, a través del pulp. Dashiell Hammett y Raymond Chandler ejercieron de padres fundadores.

Ambas corrientes siguen coexistiendo, pero lo que le interesa a Javier Cercas en Independencia es el marco social, la utilización por parte de la burguesía catalana del procés. Buen testigo del “proceso independentista”, aquí, liberado de las exigencias del ensayo o las columnas de opinión, decíamos en el encabezamiento, «se despacha a gusto». Porque da la impresión de que Javier Cercas ha disfrutado escribiendo esta novela, en la que mejora claramente las prestaciones que ya intuíamos en Terra Alta, y de la que Independencia es continuación y deudora.

Abandona así la autoficción, aunque no puede dejar de utilizarse a sí mismo como personaje, ni partir de una situación ya demasiado conocida de la política catalana, o citar por sus propios nombres a algunos de sus actores. Pero esta mezcla, que podría haber naufragado al hacerla deudora de una tesis, Javier Cercas la saca a flote con su enorme habilidad narradora. Porque la novela funciona bien. Diríase que muy bien. Se lamenta tener que acabar un libro que, por momentos, se devora. Y al final, de igual manera que en las novelas de Carvalho, nos queda un fresco vivo y oscuro de esta Barcelona que tanto amamos y tanto detestamos.

Isidoro Salvador Villanueva, Librería Metáfora (Roquetas de Mar, Almería)

“Klara y el sol” de Kazuo Ishiguro

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Klara y el sol

Klara y el sol

Ishiguro, Kazuo

ISBN

978-84-339-8087-8

Editorial

Editorial Anagrama

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“Klara y el sol” es una novela excepcional: hay muy pocas personas que sean capaces de escribir como Ishiguro, y además responde de verdad a la pregunta de la faja “¿Qué significa ser humano?”, y esto no pasa nunca”…
La librera Marina Sanmartín, de Cervantes y Compañía (Madrid), ha sido una de las lectoras más madrugadoras de “Klara y el sol”, y en esta vídeo-reseña nos lo recomienda de un modo convincente.
Para saber en cuáles de nuestras librerías podéis encontrar el libro:

https://www.todostuslibros.com/libros/klara-y-el-sol_978-84-339-8087-8

O en  catalán:  https://www.todostuslibros.com/libros/la-klara-i-el-sol_978-84-339-1593-1

Podéis ver AQUÍ la vídeo-recomendación.

 

“La buhardilla” de Marlen Haushofer

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La buhardilla

La buhardilla

Haushofer, Marlen

ISBN

978-84-121551-4-3

Editorial

EDITORIAL CONTRASEÑA

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“Hay ciertas reglas a las que hay que atenerse en la vida, y la vida se vuelve así incolora y opaca”. Son palabras de la protagonista de esta novela, y condensan en una sola frase su argumento central. Está, por supuesto, hablando de sí misma: una mujer madura, ama de casa, esposa y madre, que narra un día a día tan anodino como metódico, en el período de una semana.

Bien acomodada en su vida, aparentemente perfecta, va relatando detalles de sus rutinas en los que continuamente revela su burla manifiesta hacia las convenciones sociales, las normas de convivencia y todas esas costumbres a las que ella misma se somete. De vez en cuando se refiere a un hecho sucedido años atrás al que ni ella ni su marido aluden en el presente: una repentina e inexplicable sordera la lleva a retirarse a una casa en el bosque, en un largo y extraño proceso de curación (de una no menos extraña dolencia) que todos acatan para evitar, probablemente, un mal mayor que nadie se atreve a mencionar. En este sentido, toda la novela se convierte en una sugerencia, una elusión que trata de dignificar a ojos de la protagonista esa rebeldía perfectamente domesticada que se cuela, de manera inevitable, en las magníficas dosis de ironía que salpican toda la narración. Pero su rutina, inesperadamente, se ve perturbada por la llegada de unos sobres que contienen una especie de diario escrito durante el tiempo que duró su retiro.

Los relee a ratos, refugiándose en la buhardilla, el lugar exclusivo que le pertenece dentro de la casa que comparte con su marido y su hija. Allí recupera el aliento de sus trabajos diarios y se vacía de todo lo que no está encerrado en ese cuarto propio. Respira su apretada libertad y dibuja, o al menos lo intenta, recordando los tiempos en que se dedicaba a ilustrar para algunas editoriales.

En principio, no entiende y no se entiende muy bien el sentido de esos sobres anónimos, que relaciona con un extraño personaje que conoció en su retiro, si no es el oportuno recordatorio de un encierro, de una aparente recuperación física y emocional y también de un necesario regreso a la cordura normalizadora que ayuda, sin duda, a seguir el camino elegido, pese a todo. Cuando sale de su buhardilla, abandona ese terreno de libertad y vuelve a acomodarse en lo que se considera socialmente correcto y “normal”. Sin embargo, ese mismo acomodo, ese “hacer de forma habitual cosas que detesta”, la invita a dudar de su propia normalidad, pero ¿acaso no es eso lo que hace la inmensa mayoría de la gente? El final, tan aparentemente anodino como sus rutinas, bien podría leerse como absolutamente esclarecedor.

Marlen Haushofer (1920-1970), escritora austríaca, autora de la inquietante La pared [reseñada AQUÍ para ‘LLR’ por Sara J. Trigueros y Carmen Juan, de la librería 80 Mundos], vuelve a hablarnos de soledad y supervivencia, de aislamiento y renuncias, esta vez, quizá, en una de sus formas más habituales.

Olivia Lahoya Cuende, Librería Estudio (Miranda de Ebro, Burgos)

“Primavera, año cero” de José Mateos

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Primavera, año  cero

Primavera, año cero

Rosales Mateos, José

ISBN

978-84-9743-914-5

Editorial

Milenio Publicaciones

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“El asunto sobre el que trata un libro de poemas no puede ser otro que ese mismo libro de poemas. La poesía –la vida– siempre trata de sí misma. De sí misma y del amor. Porque la poesía no puede dejar de hablar del amor sin dejar de ser poesía. No se puede organizar, ni imponer, ni prever. Sólo puede ocurrir”: así dice una de las entradas del diario Un año en la otra vida, de José Mateos, que en otra página entiende que “Estar alegre en medio de las dificultades es un signo de que se ama mucho y bien”.

Es tremenda la fuerza con la que la pandemia presente (y omnipresente) ha irrumpido en las mesas de nuestras librerías. A los previsibles ensayos sobre el tema, más o menos brillantes, o a las reflexiones generales sobre epidemias o virus, más o menos improvisadas…, se han unido ya diarios (como los de Jordi Doce y Miguel Ángel Arcas) y alusiones en novelas (como en Literatura, de Daniel Remón, recomendado aquí), libros testimoniales (como en Lo que no se ve, de Jesús Montiel recomendado aquí) o monografías (como en Madrid, de Andrés Trapiello, recomendado aquí por Daniel Rosino, de la Librería Walden)… Faltaba la poesía, aunque preveíamos (y hasta temíamos) la sobreproducción de versos que pudiera haber traído el confinamiento de marzo-mayo: a lo extraordinario de la situación se unía la obligación de permanecer recluidos, desocupados en muchos casos…, y eso podía animar la literatura, “inspirar” masivamente…

Lo que ha ocurrido, sin embargo, es una nueva lección, porque el primer libro monográfico al respecto que leemos es una obra espléndida, probablemente el mejor libro de poemas de su autor, que a su vez es con seguridad uno de los escritores españoles más especiales y realmente originales de hoy. Se trata de Primavera, año cero, publicado por Milenio, y en el que el jerezano José Mateos reúne los poemas escritos hace ahora casi un año, en aquella primavera insólita. Pero, como muy pocos entre nosotros han reflexionado de un modo más brillante y fértil que él sobre las diferencias y afinidades de la vida y la literatura (siempre en la línea de la filosofía –porque es toda una filosofía– del pintor Ramón Gaya), José Mateos ha sabido contemplar lo desconocido con los ojos de lo íntimamente asumido, asistir a lo provisional sin dejar de asimilarlo con lo que nunca cambia. De ahí la primera cita, allá arriba, y también la segunda, pues Mateos, una vez encontradas y fundadas sus pocas pero firmes certezas, no parece dispuesto a dejar de aceptar y de comprender y hasta de agradecer nada de lo que venga.

Pero “Entender algo es confirmarlo por medio del lenguaje”, decía Mateos en uno de los aforismos de Silencios escogidos, y menos mal que es así, porque si no nos quedaríamos sin la obra de autores que, curiosamente, son muy fecundos (me refiero a esa “estirpe gayista” que va desde el propio Trapiello, Eloy Sánchez Rosillo o José Rubio hasta el citado Montiel, pasando por Vicente Gallego, Antonio Moreno o Enrique García-Máiquez…, autores a los que habría que dedicar algún día un estudio que, más que un despliegue de literatura comparada, sería toda una investigación sobre la verdad). Gracias a esa necesidad de ir fijando lo vivido en textos, como si coleccionásemos la vida a través de palabras o de imágenes (pues Mateos es también un pintor muy notable), contamos con los poemas, aforismos y prosas de este autor, que aquí, insistimos, da posiblemente lo mejor de su poesía hasta hoy.

Pero de la poesía, decíamos, no se puede hablar demasiado, y por eso andamos dando vueltas. Decir que este libro trata de la pandemia es reducirlo mucho, aunque trate bastante de la pandemia. La poesía que nos gusta no trata sobre nada, trata sobre mí misma, pues la poesía es vida, es manifestación de la vida, no hay ninguna metáfora en ello. Pero sí se trata de los poemas que escribió Mateos en aquellos meses, y hay muchos que, desde sus títulos (“Canción sin confinar”, “Protegidos”…) reflejan lo que pasó, lo que pasa. Sin el más remoto ánimo de frivolizar, diríamos que el coronavirus es la “anécdota” que despierta nuevos poemas, nuevas confirmaciones, como la nacida “Un 14 de abril”:

Una edición barata de El Rey Lear
sobre la mesa. Un cómodo
sofá, medio desvencijado,
que mira a una ventana y a ese coro
ruborizado de unas pocas nubes.
A punto ya de entrar en la edad última,
¿qué más puedo pedir, siendo yo el mismo
que persiguió sin éxito
verdad y compañía?
La historia de los hombres
es una historia de traición y lodo.
No quiero nada de ese viento errático.
Y me siento feliz flotando a la deriva.
Juan Marqués, ‘Las Librerías Recomiendan‘.

 

“En tierra de Dioniso” de María Belmonte

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En tierra de Dioniso

En tierra de Dioniso

Belmonte Barrenechea, María

ISBN

978-84-18370-21-2

Editorial

Acantilado

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¿En qué momento comienza realmente el viaje?, se pregunta Michael Onfray en Teoría del Viaje.

María Belmonte nos regala un evocador relato con el que dar el primer paso hacia la gran aventura que late en el viaje (en clara diferencia con los viajes de aventura, más adrenalínicos, y con los que no debemos confundirlo). Como en sus anteriores libros, Peregrinos de la belleza y el maravilloso Los senderos del mar, seguimos sus huellas, andamos junto a una escritora que ya forma parte de la genealogía de los grandes viajeros.

Escribe la autora: “los viajes o ciertos lugares nunca se olvidan, especialmente si antes de visitarlos los hemos cargado de mitos y poesía”. Y con la lectura de este libro iniciamos el viaje a la tierra de Macedonia, a una Grecia diferente y real, fronteriza y desarraigada. Verde, misteriosa y oscura, muy alejada del estereotipo o imagen idealizada del Grand Tour de la Grecia del sur, luminosa y clásica.

Un movimiento ya iniciado por otros y que María Belmonte nos muestra siempre con generosidad para que también podamos seguir sus pasos y beber de sus fuentes: Lawrence Durrell, Theo Angelopoulos, Mark Mazower, Vernon Lee, Rose Macaulay, Fani-Maria Tsigakou, Edith Hamilton y tantos otros que nos impulsan a profundizar en la lectura.

Lo extraordinario del libro son los dos viajes que nos propone la autora. El primero es un recorrido histórico desde la época helenística de la dinastía de los Argeádas con Filipo II y Alejandro III, pasando por su floreciente etapa bizantina y otomana, hasta la Grecia actual, con sus conflictos y preocupaciones; porque conocer y comprender es “amar anticipadamente”.

Sin embargo, lo sugestivo de la propuesta de María Belmonte es el viaje interior, el segundo, que nos presenta de manera tan apasionada. Es a través de la contemplación del paisaje, de la mirada posada en la belleza de la ruinas, como podemos experimentar “el espíritu del lugar”. Es en soledad y silencio como intuimos el misterio y la claridad del mundo. Es la imaginación el medio por el que vemos lo invisible.

En el capítulo dedicado a la moderna y populosa Tesalónica, María Belmonte describe la ciudad como un gran palimpsesto en el que diferentes ciudades se suceden unas a otras guardando vestigios de las anteriores. Existe un continuo, una realidad viva y real que abarca los restos de un pasado y un presente complejo marcado por la condición de territorio fronterizo. En estos vagabundeos por el norte de Grecia, la autora nos revela todas las capas de esta realidad con palabras bellas y emocionantes, que irradian su profundo amor por el paisaje griego.

Para los que lo conocemos un poco, hay ciertos detalles, a los que la autora presta tanta atención, muy reconocibles, que nos conmueven y transportan a una tierra vívida: la hospitalidad y carácter de sus gentes, y los bancos. Esos bancos de madera, humildes, solitarios, siempre oportunos invitándonos a gozar del tiempo que nos es dado. Sin prisas. Como aconsejamos leer este magnífico libro.

Mónica Bernat, Librería Noviembre (Benicàssim, Castellón)

“El problema de la paz” de Joe Abercrombie

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El problema de la paz

El problema de la paz

Abercrombie, Joe

ISBN

978-84-1362-167-8

Editorial

Alianza Editorial

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Si Joe Abercrombie hubiese escrito El Señor de los Anillos, muy probablemente a las cien páginas todos los  Pueblos Libres de la Tierra Media habrían sido pasados a cuchillo y Sauron camparía a sus anchas, Anillo Único en ristre.

El género fantástico ha cambiado mucho desde Tolkien. Abercrombie lo sabe. Los lectores también. Los que crecimos leyendo las andanzas de Frodo, Gandalf y el resto de inmortales personajes que pueblan sus páginas comprendimos que con el autor británico el viejo conflicto de la luz contra la oscuridad alcanzó su cima. Y es por eso que en el Círculo del Mundo de Abercrombie no encontraremos ni elfos, ni enanos, ni hobbits. No encontraremos, tampoco, ni grandes señores oscuros ni paladines de la luz. Nada es totalmente blanco ni enteramente negro.

Cuando El Señor de los Anillos fue ideada y escrita, a caballo entre la primera y la segunda mitad del siglo XX, la división entre el bien y el mal estaba más o menos clara. Era fácil crear un gran antagonista en un mundo ficticio cuando un gran antagonista ya asolaba el mundo real. Era fácil parir a Sauron cuando había un Tercer Reich.

Desde entonces, el mundo se ha vuelto más complejo, la división se ha difuminado y Abercrombie parece hacerse eco de esto en su nueva trilogía. En el Círculo del Mundo todo vive y muere, hiere y sangra, procrea y ama, bajo un horizonte gris y estrecho, un cenagal en cuyo interior siempre nada un pez más grande. El progreso ha llegado, acrecentando la desigualdad, el egoísmo desmedido y la barbarie. La industrialización sólo ha traído más miseria, más sangre y un regusto amargo a batería diésel.

El problema de la paz es fantasía, sí, pero es una fantasía sucia, que sustituye la épica por dolor y rabia, por una boca roja como un grito, por una herida abierta que huele a salsa de carne, que nos enseña las entrañas del capitalismo más salvaje y lanza a sus personajes a una lucha sin cuartel por la propia supervivencia.

Por lo demás, Abecrombie sigue construyendo y ampliando un mundo que ha dejado de ser un simple mapa dibujado y lleno de nombres. El Círculo del Mundo es algo vivo, real e incontestable. Un ente que crece, evoluciona y se metamorfosea. Y lo puebla con un puñado de personajes que saben hacerse oír a través de unos diálogos impecablemente construidos, que cuentan con una personalidad fuerte y marcada, cada uno con su propia voz. Y con sus propios silencios. Abecrombie quiere que ames a algunos, y odies a otros, y que sufras por todos. Y lo consigue. Lo consigue con creces.

Agapi mou, Abecrombie, agapi mou.

Sergio García, Librería Dorian (Huelva)

“La mitad de la casa” de Menchu Gutiérrez

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La mitad de la casa

La mitad de la casa

Gutiérrez, Menchu

ISBN

978-84-18436-55-0

Editorial

Siruela

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La nueva novela de Menchu Gutiérrez, La mitad de la casa, es un relato de fantasmas, pero tal vez invertido: lo normal es que en estas historias encontremos una vieja casa habitada por un espectro, pero aquí es al revés, al menos en principio: es la propia casa la que parece el principal fantasma, la gran “alma en pena”, que de repente se ve de nuevo habitada por una mujer sin nombre, alguien que la habitó tiempo atrás, de niña, y que ahora, de regreso ¿definitivo?, la recorre con voluntad casi anatómica, habitación por habitación, detalle a detalle (el jardín, el garaje, el comedor…). La antropomorfización del edificio es explícita desde casi la primera página (“la casa es un ser vivo”: p. 14), con imágenes muy poderosas al respecto: que la línea telefónica se haya mantenido contratada y operativa es lo que ha mantenido la casa en coma durante décadas, y al reabrir las tuberías y llenarla de agua se llena de vida, recupera la fuerza, despierta plenamente, y a partir de ahí todo se hace orgánico en ella: la casa respira, la casa recuerda, la casa parece tomar decisiones y es, por descontado, la gran protagonista…

Ejemplo prototípico de “novela de atmósfera” y de “unidad de espacio”, pero sin ser claustrofóbica, se trata también, quizás, de novela psicológica, pues en La mitad de la casa todo sucede allí, en ese lugar, con referencias aparte a la casa de la ciudad, con la que parece comunicarse a través de las personas. No podemos desvelar mucho pero el tiempo es la clave de todo (como sucede siempre), y a medida que se avanza en la lectura no se tiene la sensación de ir sabiendo más sino al revés, parece que cualquier posible certeza se deshace, ya no se sabe quién habla, no se sabe bien cuál es el tiempo interno, no seríamos capaces de asegurar que en el libro hay un solo fantasma…

Pero aquí hay mucho más que un ejercicio de estilo, mucho más que una buena idea. Para empezar, hay una poeta detrás, y eso es decisivo: no es una novela de frases o de ráfagas sino una nota alta que se mantiene, y sin embargo Menchu Gutiérrez sobresalta aquí y allá con grandes imágenes (“El sol y la luna pueden alternarse en la boca, como caramelos”) o bien, aún más importante, con pistas que van perfilando vagamente el alma del relato, no su trama o su “secreto” sino su espíritu, su “filosofía” (“el único medio que conozco de que las cosas recuperen significado es crearlo”).

Misteriosa, elegante, hipnótica y muy bien escrita, La mitad de la casa es, desde su mismo título, una novela muy hermosa, llena de detalles valiosos (en verano es cuando el tiempo se desnuda…), con la sombra de un dolor sobrevolando, con algún susto en forma de duda, con alguna sorpresa que no llega a desvelar ese secreto del que tanto se habla, un secreto agazapado, omnipresente, estruendoso y camuflado entre líneas, pero suficientemente insinuado.

Juan Marqués, para ‘Las Librerías Recomiendan